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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adolf-Hitler-Stiftung

Ningún otro país europeo permitiría una fundación como la Francisco Franco, dedicada a loar el legado del dictador

Mientras asistimos atónitos al final de una época, al desmoronamiento de toda una estructura político-institucional, habrá quien crea que, fuera de denunciar la corrupción y sus consecuencias, todo lo demás es frívolo e improcedente. Sin embargo, sostengo que la degeneración del actual sistema político no es solo dineraria, sino también moral; que la Segunda Restauración española arrastra los efectos de ciertos pecados originales, entre ellos una pésima asunción y una peor gestión de su pasado histórico inmediato, de eso que algunos llamaron eufemísticamente “el régimen anterior”.

Estos últimos días ha sido discreta noticia que la Fundación Nacional Francisco Franco, en el editorial de su boletín electrónico con fecha febrero de 2013, denuncia “cómo un Parlamento liliputiense y estrambótico proclama contra Dios, contra la naturaleza, contra la historia, contra la ley y contra el sentido común, la desintegración de España”, en referencia a la declaración soberanista aprobada por la Cámara catalana el pasado 23 de enero. El hecho no tiene nada de sorprendente si consideramos que, ya el pasado octubre, dicha entidad reclamaba la intervención de las Fuerzas Armadas para poner coto al secesionismo, y sugería “destituir al presidente/delincuente de la Generalitat, detenerlo y juzgarlo”. Añadamos que, en los textos de la citada fundación, se alude rutinariamente al Partido Nacionalista Vasco como “el colectivo que pastorea la región vascongada”, o se hace referencia a un tal “Enrique Prat de la Riba, padre del aldeanismo catalán”.

No, que la ultraderecha se exprese como ultraderecha no debe llamarnos la atención, aunque tiene gracia que los herederos y corifeos del golpista ferrolano, quienes no pierden ocasión de denostar el “régimen instalado en España en 1978”, apelen contra el soberanismo catalán al “cumplimiento de la ley en el marco constitucional”. Lo que resulta insólito es que, 35 años después de la entrada en vigor de la tan invocada Carta Magna, exista y funcione con plena normalidad en un país de la Europa democrática una fundación consagrada a exaltar al dictador que mantuvo sojuzgados a los españoles durante casi cuatro décadas; una entidad que sigue describiendo aquella ominosa época como “el mejor periodo de la historia de España desde los Reyes Católicos”.

La Fundación Nacional Francisco Franco no solo existe, sino que sigue custodiando los 30.000 documentos originales del archivo del dictador

¿Imaginan ustedes una Adolf-Hitler-Stiftung que, en Alemania, propagase las bondades del Tercer Reich y de su Führer? ¿O una Fondazione Benito Mussolini (Berlusconi tal vez la financiaría, pero no se atreve) que recordase a los italianos las grandes obras públicas ejecutadas bajo el Duce? ¿O una Fondation Philippe Pétain para difundir las excelencias del régimen de Vichy? ¿O una Fundaçao António de Oliveira Salazar que aprovechase la actual crisis portuguesa para reivindicar el salazarismo…?

Naturalmente, ninguna de esas entidades existe, porque lo impiden las leyes y el decoro político de los países respectivos. En cambio, la Fundación Nacional Francisco Franco no solo existe, sino que sigue custodiando los 30.000 documentos originales del archivo del dictador, documentos que, en cualquier país decente, serían de titularidad pública; y, con este pretexto, ha recibido a lo largo de las últimas décadas generosas subvenciones por parte del erario público. Y tiene como presidenta a Carmen Franco Polo, a la que el actual jefe del Estado, en la primera semana de su reinado, otorgó el título hereditario de duquesa de Franco con Grandeza de España; se ignora para agradecerle qué servicios. Y cuenta entre sus patronos, verbigracia, al suegro del actual ministro de Justicia. Y, pese a negar que “su actividad u objetivos sean de adscripción política o partidista”, cultiva con toda impunidad la apología del fascismo.

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¿A qué extrañarse luego de que el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia —regado y abonado por los contribuyentes con más de 1.000 millones de las antiguas pesetas— sea tan benévolo con Franco y tan indulgente con los franquistas? ¿Y cómo sorprendernos de que incluso José Luis Rodríguez Zapatero, el nieto del capitán Lozano, impulsara una Ley de la Memoria Histórica de la señorita Pepis? El tumor del franquismo, no extirpado a su tiempo, ha hecho metástasis.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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