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Homenaje a Rosinskij en el Teatro Rosalía Castro de A Coruña

Cabe preguntarse si el ciclo de la Filarmónica es el más adecuado para el repertorio contemporáneo. Las ovaciones surgidas desde lo alto del Rosalía así lo afirman, frente al público más conservador

El ciclo que organiza la Sociedad Filarmónica de A Coruña en colaboración con el Consorcio para la Promoción de la Música ha celebrado un concierto en homenaje al compositor residente en A Coruña Wladímir Rosinskij. En programa, cinco obras suyas y dos del ucraniano Volodimir Runchak, repertorio que causó reacciones diversas en el público presente en el Teatro Rosalía Castro.

En primer lugar, cabe decir que fue unánimemente admirada la interpretación por sus cinco compañeros de la OSG: Florian Vlashi, violín; Ruslana Prokopenko, chelo; Claudia Walker, flauta; Juan Ferrer, clarinetes y José Belmonte, percusión. Todos fueron calurosamente aplaudidos al fin de cada una de sus actuaciones, siendo general el comentario sobre su entrega como intérpretes y la extrema exigencia técnica salvada.

Y, en efecto, la obra de Rosinskij exige un gran dominio técnico, pero no solo de la mecánica de cada instrumento sino también desde el punto de vista musical; aspecto este que fue menos apreciado por parte del público, especialmente por una mayoría de los fidelísimos y en general bastante conservadores miembros de la centenaria sociedad coruñesa. Cabe preguntarse si el ciclo de la Filarmónica es el más adecuado para el repertorio contemporáneo. Las ovaciones surgidas desde lo alto del Rosalía así lo afirman, frente al público más conservador. La duda queda en el aire

Fue de destacar el diálogo de Homo ludens de Runchak para flauta sola, en el que la voz de Walker fue un leve y apenas apreciable susurro, algo así como la hermosa sombra del canto de su flauta, en un ejercicio de ecos y sugerencias. En Música 7, para chelo solo, Prokopenko desgranó toda la amplísima gama de expresividad, siempre al límite de las posibilidades del instrumento y del instrumentista, realzando los muchos momentos de sublime belleza sonora que contiene la partitura.

No menores fueron el esfuerzo y el logro de Ferrer con las oledadas de fuerza expresiva y la dificultad de un torrente vertiginoso de agilidades en medio de formidables cambios dinámicos y de altura que pueblan Clari@net, también de Runchak, para clarinete solo.

En los conjuntos, brilló el gran entendimiento surgido entre Vlashi, reconocido experto en la interpretación de la música contemporánea, Prokopenko y Ferrer en Canción de cuna, dura obra en la que Rosinskij deja más interrogantes que respuestas. Una impresión que surge aquí y allá tanto en Isla del descanso como en Musica de cámara para cinco intérpretes, obras en las que ambientes entre mágicos y oníricos se alternan con pasajes de gran dureza u otros que podríamos calificar como llenos de swing, como el enigma permanente de la relación del ser humano con el arte.

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