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El retiro dorado del cacique

Baltar asiste a la investigación de su enchufismo mientras levanta una gran casa familiar en su pueblo, en una finca que no ha parado de crecer con los años

Coches viejos y destartalados a la vista en una de las granjas de pollos de Baltar.
Coches viejos y destartalados a la vista en una de las granjas de pollos de Baltar.ROSA VEIGA

El municipio de Esgos es principio y fin, fondo y forma del sistema político, el baltarismo, que durante dos décadas largas ha ejercido sin tregua sobre la provincia de Ourense el expresidente de la Diputación y del PP, José Luis Baltar, ahora perpetuado a través de su hijo en todos sus cargos e imputado por la fiscalía por un presunto delito de prevaricación: el enchufismo. El mismo que supuestamente utilizó para encumbrar a su vástago. El pueblo natal del fundador de la dinastía —del que fue nombrado hijo predilecto en 1977 y cuyo nombre ha quedado ligado para la eternidad en la piscina y el complejo deportivo— apenas supera los mil vecinos y languidece en esa envejecida inactividad de la provincia por más que la Diputación que él presidió, ese ayuntamiento de ayuntamientos, hubiera tenido presupuestos superiores a los 70 millones de euros anuales.

Solo una enorme grúa amarilla rompe estos días la inacción y el cielo en Esgos. El instaurador de la dinastía levanta en su finca de 4,1 hectáreas (el equivalente al verde de ocho campos y medio de fútbol) una vivienda de considerables proporciones. La obra sigue a pies juntillas el modelo baltarista del generoso despliegue de medios: tres barracones para los obreros y una gran hormigonera dan cuenta del trabajo a destajo de la construcción. Mientras comienzan a desfilar los enchufados llamados por el juzgado que instruye la querella de la fiscalía en Esgos un pelotón de obreros se afana en levantar las planchadas del que habrá de ser el retiro dorado del expatrón de la provincia.

La impresionante finca sobre la que comienza a erguirse la vivienda está situada entre los núcleos de As Vendas y Folgoso, que suman apenas 25 vecinos. Baltar fue anexionando a los pocos las parcelas de sus paisanos a la suya hasta alcanzar las cuatro hectáreas actuales. Paralelamente, una buena parte de los antiguos propietarios, o sus familiares, iban encontrando un puesto de trabajo en la fábrica de empleos en que convirtió la Diputación que él presidía.

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Entre los empleados expropietarios de los terrenos que el expresidente ourensano incorporó a su hacienda hay familias enteras. Alguna, como la de los Batista integrada por cinco hermanos y los cónyuges de dos de ellos, además de otra media docena de personas de la misma localidad que se deshicieron igualmente sus parcelas. La mayoría asumen o han asumido funciones de peones o porteros, los empleos que más ha prodigado el baltarismo durante el dominio del fundador. Junto a los expropietarios de las tierras también consiguió un empleo en la Diputación el hijo del cuidador de la finca.

Baltar no ha hecho sino interpretar el papel del indiano. Una prodigiosa emigración de su Esgos natal a la Diputación de Ourense (a apenas 15 kilómetros de distancia) en donde creó su omnímodo poder político. Miles de empleos temporales (el grupo del PSOE en la Diputación ha contabilizado 8.000) sobre los que construyó su imperio.

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Claro que para poder construir su retiro dorado en el pueblo natal, el baltarismo tuvo que mover algunas piezas. Baltar situó en su momento al frente de la corporación a su cuñado, custodiado por su hijo y sucesor, José Manuel Baltar Blanco, como teniente de alcalde, cargo que aún ostenta. En 2008 el gobierno local de Esgos cambió el planeamiento urbanístico y calificó, con la mayoría arrolladora del PP, las fincas “rústicas” del presidente de la Diputación como “área de expansión del núcleo rural de As Vendas”. Un pequeño matiz que le concedió al buen cacique la posibilidad, de la que entonces carecía, de edificar en ese enclave.

El gobierno presidido por sus parientes movió más piezas. Concedió la calificación de “suelo rústico de protección de infraestructuras derivada de la política energética” a una parte de la finca en la que el exbarón instaló una central fotovoltaica —igualmente colosal— dentro de la misma finca. El proyecto había sido rechazado por la Xunta considerando la calificación del suelo como rústico, pero sus hombres en Esgos lo adecuaron. Los paneles, 72 células distribuidas en tres seguidores solares, tienen capacidad para producir más de 152.000 kilowatios por año, lo que puede reportarle al jubilado Baltar unos beneficios superiores a los 60.000 euros anuales.

En ese mismo 2008, el gobierno de Esgos encabezado por su cuñado y por su hijo y sucesor dio, además, un cambiazo a un acuerdo plenario. La oposición (un concejal del BNG y otro del PSOE) salió de aquella sesión convencida de que acababan de aprobar un acuerdo de asfaltado de diversos caminos del pueblo con una subvención concedida por la Consellería de Medio Rural, entonces presidida por el BNG. Pero en lugar de arreglar las carreteras aprobadas en el pleno, las brigadas se encaminaron a la hacienda del entonces patrón provincial y asfaltaron uno de los tramos que la bordea, según reconoció en su momento el propio gabinete de la Xunta.

BNG y PSOE se echaron, una vez más, las manos a la cabeza,acusaron a los dos parientes de Baltar de haber modificado a espaldas de la corporación el acuerdo plenario y pidieron una reacción que jamás se produjo. Lo que no se alteró en medio de aquel trueque de denominaciones de caminos fue el presupuesto de la obra: 29.357 euros de los 92.000 que la Consellería de Medio Rural había destinado a estas reparaciones en todo el municipio de Esgos. No pasó nada.

La finca en la que el fundador del baltarismo prepara su retiro tiene al menos tres entradas. Sus accesos son los más anchos y mejor adecuados de todo el entorno. Uno de los caminos asfaltados arranca desde la carretera general hasta una de las puertas de su propiedad. Aunque da servicio a un par de antiguas viviendas más, muere en una gran explanada en forma de media plaza desde la que se accede a la hacienda del exbarón del PP de Galicia. Aún permanece en pie el cartel que anuncia que la obra fue realizada con una subvención de más de 18.000 euros a cargo del Ministerio de Medio Ambiente y de la Xunta.

El constructor, José Antonio Pacios Ramos (en su día integrante de la lista del PP que encabezaba Baltar a la alcaldía de Nogueira de Ramuín, ayuntamiento del que fue alcalde desde 1976 hasta 1995) fue socio del expresidente en la constructora a la que la Diputación ya presidida por Baltar —para entonces desvinculado ya de la empresa— adjudicó a dedo, a mediados de los noventa, obras por cientos de millones de pesetas.

En 1995, después de que este diario informara de esa adjudicación, el cacique bueno reconoció abiertamente que había “beneficiado” a su exsocio adjudicándole en los últimos cuatro años, sin mediar concurso público, obras por más de 500 millones de pesetas a la constructora de su compañero de candidatura. Baltar siempre alardeó de “ayudar” a los suyos (a sus votantes, se entiende). En aquella ocasión, como en muchas otras, tiró de naturalidad y campechanía y reconoció la evidencia. La mayoría de los proyectos se habían realizado en Nogueira de Ramuín, en donde él era alcalde y en donde la constructora Pacios Ramos acaparaba las adjudicaciones de la Diputación. No pasó nada.

Una buena parte de los 104 enchufados de la querella del fiscal que investiga ahora el juez, proceden de ese mismo ayuntamiento. Pero Nogueira de Ramuín no compite con Esgos —el origen, el retorno del indiano— en donde Baltar hace ya tiempo que ordenó construirse un panteón.

El primero de los alcaldes que sucedió al expatrón en su pueblo natal pudo ver empleados a sus tres hijos en la Diputación, a una sobrina en el mismo Ayuntamiento de Nogueira de Ramuín, a un sobrino en la gerencia del Inorde y a otro más en la misma alcaldía de Esgos. Del gobierno local familiar del terruño salió también el primer presidente del comité de empresa, de CC OO, de la Diputación: Esgos dominando la provincia y torciendo el brazo a la oposición, a los sindicatos y a la dirección gallega del partido.

En su largo viaje a los orígenes desde los escasos 11,5 kilómetros que separan el pazo provincial de la calle Progreso de Ourense hasta su hacienda pletórica de limpia y moderna energía fotovoltaica, el buen cacique no hizo sino lo que haría cualquier buen vecino de su pueblo que se precie: partirse el espinazo por dejar un buen legado al primogénito que, como él, quería ser político gobernante.

Con las urnas del PP rebosantes del agradecimiento de sus paisanos, el exalcalde de Nogueira de Ramuín construyó, al mismo tiempo que su retiro, el futuro de su vástago. Con la misión cumplida del legado, bregado en la faena y ya cansado, Baltar hizo el petate en enero de 2012. Entonces se prometió descansar, desandar las américas y levantar en su terreno la ansiada mansión familiar: el orgullo del retornado. Ahora, mientras la hormigonera se pone en marcha en la inmensa finca de Esgos, los testigos citados por el juez en Ourense intentan argumentar en sede judicial por qué los contrató Baltar. Mañana declaran cinco enchufados más.

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