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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Petrov en Lloret

Francesc Valls

Hay argumentos que garantizan el éxito de un relato. Este es el caso de las historias de Ilf y Petrov, periodistas ucranios que se dedicaron a destazar la sociedad soviética. Las doce sillas narra cómo dos personajes persiguen por la URSS de los años veinte una silla en la que una anciana aristócrata, ya fallecida, quiso poner sus diamantes a salvo del comunismo de guerra. Aprovechando la coyuntura liberalizadora de la Nueva Política Económica (NEP) de esos años, los protagonistas de la novela montan una sociedad que, además de sus fines propios, sirve de banco de pruebas para medir el grado de la resistencia a la codicia de dirigentes del partido, gobernadores de lejanas provincias, policías o periodistas… Todos con cierto grado de poder. Stalin entendió el mensaje y prohibió la obra. Sin embargo, a raíz del deshielo de Jruschov, la novela volvió por sus fueros con un éxito arrollador y salió del gulag del olvido.

El hermanamiento de corrupción y política se repite también en democracia. Desde hace unos días, otro Petrov, pero este no ya en calidad de narrador sino de protagonista, ha puesto patas arriba Lloret de Mar. La operación Clotilde, que el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco instruye, ha sustituido argumentalmente a la vieja aristócrata que escondía sus joyas en la silla tapizada de cretona por un presunto y activo blanqueador de dinero procedente, supuestamente, de la mafia rusa. Los diamantes de Lloret, presuntamente blanqueados en dos años, ascienden a unos 56 millones de euros. En la trama no falta ningún ingrediente. Además del Petrov de Lloret, hay también funcionarios de partido: un exalcalde, un teniente de alcalde… En total hay 13 imputados en esta búsqueda de la cretona floreada bajo la que se intenta burlar al fisco.

El Petrov de Lloret no habría reparado en gastos: 270.000 euros de patrocinio de clubs deportivos de la localidad; viajes a Rusia a 12.000 euros para el entonces alcalde de la localidad, Xavier Crespo; un obsequio para el ex primer edil de un reloj de auténtico ruso blanco. En justa reciprocidad, Petrov se ha beneficiado de exenciones fiscales del 50% por obras “de interés general”; ha logrado la gestión del 35% de un centro comercial… Como premio a su trayectoria y mientras se decide sobre su imputación, Crespo ha sido nombrado vicepresidente de la comisión de Empresa (que al parecer conoce a fondo) del Parlament, del que es diputado. Como los cargos se reparten entre partidos, solo la Candidatura d’Unitat Popular (que como grupo mixto no participa del reparto) se opuso a darle el voto. El resto protestó muy enérgicamente, pero engulló en aras al apaño.

Habrá corrupción mientras la endogamia entre empresas y partidos genere burbujas que pagamos todos

Pero Crespo no es solo especialista en empresa. Es médico, conoce ampliamente la sanidad catalana y está siendo investigado por la fiscalía del Tribunal de Cuentas sobre unos supuestos sobresueldos, una información que la Sindicatura de Cuentas juzgó irrelevante hasta que la publicó este diario. El exalcalde de Lloret vio truncada hace dos años su carrera como jefe político de los mossos con Felip Puig, ante la amenaza de ser imputado por la fiscalía anticorrupción en el prólogo del caso Petrov. Hubiera resultado simpáticamente antisistema tener un jefe policial salpicado por supuesta corrupción. Es como si dentro de unas semanas Xavier Solà, ex número dos del consejero de Cultura Ferran Mascarell e investigado por la fiscalía anticorrupción por sus negocios, fuera nombrado director general del Liceu. Ante este panorama, el presidente catalán ha decidido alicatar hasta el techo el infierno de buenos propósitos, y ha propuesto una cumbre anticorrupción para dentro de unos días.

La idea del presidente de la Generalitat tiene como objetivo contraponer las virtudes de Ítaca a la corrupción del viejo mundo. Pero en ese camino falta una nueva carta de ruta. La melodía del caso Bárcenas es muy familiar para los conocedores del caso Palau. Hay comisiones (presuntas) que cobran (supuestamente) los partidos que mantienen a los imputados en sus cargos.

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¿Está en crisis la política? No, está en crisis una manera de hacer política, el modelo legado por la transición hace aguas y es necesario emprender una regeneración a fondo. Mientras las listas electorales continúen cerradas a cal y canto, y sean coto vedado de la respectiva dirección política; mientras se prime la lealtad al aparato por encima de la fiscalización ciudadana; mientras la financiación ilegal de los partidos no exista en el Código Penal; mientras la endogamia entre negocios y cúpulas políticas siga generando burbujas que pagamos todos; mientras los proyectos de ley de transparencia sean turbios; mientras todo esto suceda, este país seguirá siendo el paraíso de quienes como Ostap Bender, el coprotagonista de Las doce sillas, se beneficien de la connivencia entre negocios y política.

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