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Navarro, panadero ‘non grato’

El promotor del pan ‘low cost’ estudia denunciar a la patronal por “infamias”

J. G.

El promotor del pan low cost despierta la ira y el recelo de sus compañeros de profesión. La mayoritaria Federación Gremial y Empresarial de Panadería (Fegreppa), a la que José Navarro perteneció durante dos décadas, ha expulsado al artesano por “competencia desleal”. “Ha desarrollado malas prácticas al vender a pérdidas”, justifican. El presidente de esta organización, Baltasar Vicente, admite que la iniciativa de Navarro de comercializar panes a 20 céntimos “pone en peligro” a un sector que emplea a 5.000 profesionales en la provincia. “Se presenta como una ONG que ayuda a los más desfavorecidos pero nos está arruinando”, dice. El anterior responsable de Fegreppa contactó en septiembre con el empresario para que retirase del mercado su pan barato y evitar así su expulsión. Navarro no atendió a la petición y la patronal comenzó a tramitar su salida.

Entretanto, el entorno del artífice de las barras de bajo coste ha pasado del calculado silencio a la ofensiva. Estudia denunciar a Fegreppa por las “infamias” en la expulsión de Navarro y actuará contra quienes extiendan rumores sobre la calidad de las harinas o las condiciones laborales del centenar de empleados que integra la plantilla. Afirman que la producción de panes a 20 céntimos surge de un proceso de investigación de tres años y que resulta “imposible” acusarles de vender por debajo de coste, una práctica irregular pero difícil de comprobar sin acceder a los libros internos de contabilidad de la empresa. Además, el círculo de Navarro dice disponer de información “de primera mano” que probaría las presiones a sus proveedores para la retirada del suministro y obstaculizar el abastecimiento de pan. Dos harineras habrían dejado de operar con Navarro por este motivo, según la empresa.

En paralelo al cruce de acusaciones y amenazas judiciales, los horneros tradicionales culpan a Navarro de provocar situaciones que bordean la ley. El decreto 228/2003 de la Generalitat sostiene que los despachos de panadería son los “únicos” espacios para comercializar el pan. Fegreppa dice que pequeñas tiendas de comestibles y quioscos revenden las barras de Navarro con una comisión y que estos establecimientos no siempre cumplen con las condiciones técnicas y sanitarias exigidas al sector tradicional. Este periódico pudo comprobar la distribución de bollos procedentes del horno de Navarro de Torrent en un establecimiento de ultramarinos con un recargo de 10 céntimos.

La irrupción del panadero low cost el pasado septiembre ha tensado los ánimos de un sector que suma a la crisis el descenso del consumo de pan y la competencia directa de las cadenas de supermercados. “Estamos muy asustados con Navarro”, admite un hornero de Vilamarxant perteneciente a Fegreppa.

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Sobre la firma

J. G.
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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