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La rescatadora solo pagaría 100 millones si el ‘Prestige’ se hundiese en la costa

"Nos hubieran dejado el suvenir", dice la abogada del Estado

Una década después, la catástrofe del Prestige es fundamentalmente una cuestión de dinero, de mucho dinero. Y de quién pagará la abultada factura de daños que la Fiscalía, en el juicio en curso en A Coruña, cifra en 4.442 millones de euros. De ahí el empeño ayer del ministerio público así como de los abogados del Estado, a la vez demandante y acusado en esta causa, en tratar de demostrar que independientemente de que fuese o no errónea la decisión de las autoridades españolas de mantener al viejo petrolero herido lo más alejado posible de la costa, era absolutamente inviable la otra alternativa posible: la de buscar una zona de abrigo para intentar un trasvase de su fuel. Pero así lo sigue sosteniendo, con firmeza y entre reproches al Gobierno español por negarse en redondo, Smit Salvage, la líder mundial en rescates contratada por la armadora a las horas de accidentarse frente a Galicia.

El rifirrafe de preguntas y respuestas fue duro ayer en la declaración del directivo que estuvo coordinando en tierra el operativo de rescate, Geert Albert Koffeman. Insistió una y otra vez en denunciar que las autoridades se negaron a tan siquiera debatir la posibilidad de un trasvase. Los daños derivados de meter al petrolero en una ría gallega “no los asume Smit si las cosas van mal: si el barco se rompe antes de llegar a un lugar de refugio, supongo que ustedes se vuelven a Rotterdam y nos dejan el suvenir”, espetó la abogada del Estado que defiende al acusado José Luis López-Sors, exdirector de Marina Mercante. El directivo de la rescatadora admitió que su seguro sólo asumiría hasta un límite de 100 millones de euros por los daños ocasionados en la costa en caso de fracasar y hundirse el barco con su valiosa carga. “Tiene razón que financieramente no hubiese sido agradable. Salvar la carga es la filosofía de este negocio, pero un fracaso también es muy malo”, replicó Koffeman al reseñar el interés de su empresa, que hubiera cobrado un suculento porcentaje de recuperar fuel del Prestige, en conservar también intacto su 99% de éxito logrado en salvamentos de barcos en apuros.

Koffeman rebatió repetidamente que abrigar al barco en una bahía gallega, no en un puerto, precisó, “era lo que había que hacer, la decisión más sabia”. Incluso sabiendo, admitió, que la situación era “muy crítica”, que el barco “se rompía, pero aún le quedaba resistencia estructural, y que había riesgos”. Insistió que a las 48 horas del siniestro, estando el Prestige a 60 millas de la costa, hubieran tardado tres días en llevarlo remolcado hasta “una zona de abrigo” como la ría coruñesa. En caso de derrame, “el ángulo de contaminación es de 130 grados y cuanto más lejos de la costa, más se abre ese ángulo”, insistió el experto de Smit Salvage. Pero para el Estado había, según sus abogados, demasiados riesgos para las poblaciones y el sector pesquero para aceptar la opción de la rescatadora.

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