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Tribuna
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Barcelona en el diván

La ciudad tiene un alcalde aislado que mantiene la autoridad, pero no tiene el liderazgo que la ciudad necesita

El pasado 20 de diciembre informaba al alcalde Xavier Trias que el Grupo Municipal Socialista (GMS) rompía las negociaciones del presupuesto municipal 2013. Esta ha sido, sin duda, la decisión más difícil que he tomado en mucho tiempo. Soy consciente de la dificultad que supone gestionar el Ayuntamiento con presupuestos prorrogados y que los ciudadanos esperan la máxima responsabilidad de sus representantes ante las durísimas condiciones sociales que vive Barcelona. Toca ahora contar las razones de mi decisión y colocarlas bajo la luz del debate público.

1. Existen dos formas de vestir un presupuesto público: teniendo como objetivo mantener a raya los indicadores de la salud económica municipal —déficit, deuda, rating financiero…— o atender las necesidades de la ciudad —pobreza, desigualdad, infravivienda, educación, desempleo…—. Trias ha optado por la primera, nosotros buscábamos convencerle de la segunda. La primera contiene el gasto y recorta servicios y prestaciones. Nuestra alternativa utilizaba una incontestable salud económica para hacer crecer los ingresos y responder al máximo a las necesidades ciudadanas (cifrábamos el crecimiento en 400 millones de euros los tres próximos años). La gestión eficiente de los recursos permite sobreesfuerzos inversores cuando la realidad lo requiere: esta es una de las características del cacareado modelo Barcelona. Nos encontramos en una situación límite que exige volver a recoser barrios atenazados por la crisis y apostar por el conocimiento y la educación. Cuando se ha practicado la contención en épocas de crecimiento, está justificado poner las fortalezas económicas institucionales al servicio de las debilidades sociales y urbanas.

2. Hace dos meses, el GMS facilitaba la aprobación del Plan de Actuación Municipal, un documento imperfecto que ha acabado listando —gracias a nuestra insistencia— 20 proyectos estratégicos que pretenden contribuir a la reactivación económica y a contrarrestar los efectos sociales de la crisis. En la propuesta económica 2013 del gobierno, ¡paradójicamente!, no hay ni una sola referencia a cómo empezar a financiar estas prioridades. ¿Los grandes ausentes del presupuesto gubernamental? Políticas de ocupación, plan de barrios, inversión en investigación y vivienda, erradicación de la pobreza y el barraquismo y educación. En política, cuando los números se distancian de los objetivos hay algo que no funciona. O algo peor, se decide contar una cosa y se hace la contraria.

La toma de decisiones unilaterales ha ensombrecido la confianza indispensable para conseguir grandes acuerdos

3. Cuando dos grupos políticos han de cerrar un acuerdo como el presupuestario es necesario generar un clima de franca comunicación. Mientras los números, impúdicos, estaban encima de la mesa, Trias dio cuatro millones de euros al circuito de Montmeló, votó en contra de un acuerdo alcanzado sobre Tres Turons, firmó un acuerdo laboral con el que premiaba al conjunto de trabajadores municipales con una paga de productividad… En suma, tomaba decisiones unilaterales que han ensombrecido la confianza indispensable para conseguir grandes acuerdos. Más que un pacto entre posturas distintas, el alcalde buscaba la plena adhesión apelando a la responsabilidad. Un argumento falaz cuando lo que pretende es acorralar al adversario.

4. Trias empezó disfrazándose de socialdemócrata e insiste en que su prioridad son las personas. Sin embargo, es el responsable de acabar con Barcelona Activa, de subir las tarifas del transporte público, de amenazar al Port Vell, de cargarse el modelo de guarderías públicas, de romper el consenso alrededor del urbanismo barcelonés. El presupuesto 2013 era el instrumento con el que convertir el plan pactado en actuaciones concretas. No ha querido, no tiene el liderazgo para enderezar un Gobierno que se le escapa de las manos.

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Trias insiste en que la falta de acuerdo es consecuencia de la situación de debate interno del PSC. Quizás funcione como argumento, pero la realidad es que, encerrado en su despacho, ha desaprovechado una oportunidad. Barcelona no solo tiene un Gobierno en minoría sino a un alcalde aislado que mantiene la autoridad del cargo pero no tiene el liderazgo que la ciudad necesita. Liderazgo para acabar, por ejemplo, con la subordinación del Ayuntamiento a la Generalitat. Desde que Trias es alcalde, la deuda del Govern con la ciudad ha crecido en más de 200 millones.

Jordi Martí es presidente del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Barcelona.

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