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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hirschman, Cataluña y el nuevo año

Estamos a las puertas de un año en que la ‘salida’, la ‘voz’ y la ‘lealtad’ estarán presentes en el escenario político

Joan Subirats

El 10 de diciembre pasado murió Albert O. Hirschman, tras una larga y apasionada vida. Nació en Berlín, se doctoró en Trieste, combatió como voluntario en la Guerra Civil española y contra el fascismo en Europa, y escribió un conjunto de obras y textos que constituyen un legado de primer orden en las ciencias sociales. Un ejemplo de cómo es posible mantener talento y corazón, investigación y militancia, en un mismo proyecto vital, sin caer en diagnósticos ni demasiado uniformes ni demasiado sesgados, y evitando la intransigencia. Más allá de magníficas contribuciones como The Strategy of Economic Development o The Rethoric of Reaction, el trabajo que hoy quiero recordar de Hirschman es Exit, Voice and Loyalty. El título resume buena parte de su contenido. Toda persona o grupo que forma parte o se relaciona con una organización social del tipo que sea, y que detecta una pérdida de calidad de las prestaciones o funciones que encuentra en esa entidad (lo que implica una reducción de su lealtad hacia la misma), tiene dos grandes opciones: usar su voz y hacerse oír, para así conseguir que mejore o se rectifique lo que funciona mal, o bien votar con los pies y escapar de esa entidad, acudiendo a otra o bien creando una alternativa a lo hasta entonces existente. De esa manera, Hirschman relacionaba la lógica del mercado en la que la salida, el escape es la forma considerada natural que tienen los consumidores para demostrar su insatisfacción; con la lógica política (no siempre atendida por los economistas) de la voz, entendida como mecanismo de participación en los asuntos y decisiones públicas, a través de los varios medios disponibles en una democracia. Normalmente la voz es un mecanismo informativo que puede prevenir, de ser escuchada y atendida, potenciales salidas. En cambio, la salidapor si misma es una señal inequívoca y drástica de declive en la lealtad.

¿Qué tiene que ver Hirschman con Cataluña y el año que empezamos? Si lo planteamos en los términos del gran científico social desaparecido, diríamos que estamos a las puertas de un año en que la salida (el irse), la voz (el ser escuchados) y la lealtad (el reconocernos y ser reconocidos en la común adhesión al orden vigente) estarán constantemente presentes como alternativas en el escenario político catalán y español. Parece bastante evidente, que la mera posibilidad de que Cataluña quiera preguntarse sobre la conveniencia de seguir vinculada al Estado español, ha generado ya cambios en quiénes menospreciaban o consideraban un sonsonete cansino e inacabable las lamentaciones de una parte significativa de los catalanes. Lamentaciones o voces canalizadas por fuerzas políticas de signo distinto, y por miles de artículos, textos, canciones y otras expresiones culturales y sociales surgidas en los últimos decenios.

La voz y la demanda de reconocimiento fueron, en la lucha antifranquista y en la transición política, los mecanismos más potentes en que se expresó la reivindicación nacional catalana, y esa voz diríamos que fue oída e integrada en la construcción colectiva de lealtad democrática e institucional. Podríamos incluso decir que la reforma estatutaria constituyó la última expresión de esa vía vocera y leal. La fuerza de la opción “salida” reside ahora, tanto en la constatación de la sordera que han mostrado reiteradamente las instituciones y los grandes partidos del Estado, como de la propia capacidad de los defensores del exit para incorporar las muchas reivindicaciones y esperanzas depositadas en esa vía. No estamos evidentemente ante un mero cambio de proveedor, un mero cambio de Estado. En efecto, la opción salida es hoy expresión de muchas voces distintas, de muchas quiebras de lealtad (la propia del marco constitucional en lo referente a la autonomía, la procedente de la pérdida de confianza en los gobernantes, la derivada de la falta de respuestas a la crisis,…) . Esa es la fuerza y asimismo la debilidad o el peligro que corre la opción salida, ya que el mantenimiento de la lealtad en torno a esa opción dependerá de la capacidad de evitar intransigencias, mantener el oído atento a las distintas voces y seguir constatando que las otras alternativas siguen definitivamente cerradas. En todo ese escenario, las aportaciones de Hirschman nos seguirán siendo útiles.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política en la UAB.

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