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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más raros que un perro verde

Los Meat Puppets son unos dignísimos supervivientes de era dorada del rock underground

A la vejez, viruelas. Ausentes como estamos en Valencia (casi por completo) del circuito de grandes giras internacionales, al menos nos queda el consuelo de poder apuntarnos algún tanto en las ligas menores del rock. El nombre de Meat Puppets, opaco para el gran público, adquirió tintes casi de leyenda desde el momento en el que participaron, hace ya veinte años, como banda de refuerzo en el famoso Unplugged de Nirvana, a instancias de un Kurt Cobain que les reverenciaba desde mucho antes. Su actuación del martes en Wah Wah fue, así pues, la primera que llevaban nunca a cabo en nuestro país, una suerte de exclusiva local de la que tan solo disfrutaron algo menos de un centenar de fieles. Al fin y al cabo, nada que exceda su hábitat natural, el de una amplia galería de antros de música en vivo y garitos de dudosa reputación, tal y como corresponde a sus orígenes hardcore.

Meat Puppets

Curt Kirkwood: guitarra y voz; Cris Kirkwood: bajo y voz; Elmo Kirkwood: guitarra; Shandon Sahm: batería.

Wah Wah. Valencia, martes 18 de diciembre de 2012.

Los de Arizona son unos dignísimos supervivientes de era dorada del rock underground norteamericano, antes de que el término alternativo se pervirtiera en manos de la MTV y las multinacionales sedientas de nuevos mercados. No en vano, su directo es (sin apenas despeinarse), sólido, punzante y, a ratos, atronador. Fiel reflejo de una banda con el trasero pelado de tanto trajinarse escenarios. Aunque su frecuente deriva estilística corrobore su condición de perros verdes de la escena que germinó alrededor del sello SST, difíciles de catalogar: igual transitan de un power pop espinado a esos largos solos de guitarra que dejaron de ser anatema cuando J Mascis (Dinosaur J) los patentó, como se marcan arrebatos de country rock trotón que acaban por delatar su raigambre sureña y transmutarles en una banda del montón. Rotundos, soberanamente auténticos, pero outsiders por méritos propios, eternos integrantes como son de la clase media de la independencia yanqui.

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