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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El doctor Tosquelles

Reaparición en el museo de un psiquiatra que alteró las nociones y las prácticas manicomiales

Mercè Ibarz

Como quien no quiere la cosa, sin aspavientos, a su manera sutil y sin alardes, el psiquiatra Francesc Tosquelles (Reus 1912 -Granges-sur-Lot 1994) y su rico legado están reapareciendo, justo cuando tanto de lo que nos rodea está la mar de alterado y ciertas cosas enloquecidas. Lo curioso es que no reaparece desde la institución médica, sino desde otros mundos.

La Fundació Andreu Nin le recordó en octubre como miembro siempre muy inteligente del antiestalinista POUM (Partit Obrer d'Unificació Marxista) y en el Macba puede verse hasta el 6 de enero “Práctica política, arte y clínica” el videoensayo que hace un año realizaron la artista visual Angela Melitopoulos y el psiquiatra Maurizio Lazzarato a partir de una entrevista de 1985, obra que han titulado con una palabra muy querida al doctor Tosquelles, "Déconnage", el efecto de la palabra francesa ("déconner") que podemos traducir como "desbarrar" en catalán, decir disparates.

En paralelo, sin que ni unos ni otros se hayan puesto de acuerdo más allá de lo que el azar decide, el doctor Tosquelles también aparece por la exposición “L'art en guerre. Francia 1938-1947”, que hasta mediados de febrero puede verse en el Museo de Arte Moderno de París.

No es que los museos disparaten o "desbarren" sino que algo le debe el arte desde hace mucho al doctor Tosquelles y a su etapa en el manicomio de Saint-Alban, al que fue a trabajar tras la huida al terminar la guerra aquí. Allí trató al poeta Paul Éluard y a pintores surrealistas y de todo tipo que se hacían pasar por pacientes para no ser ingresados en campos de concentración como les sucedía a tantos judíos franceses y refugiados.

Escuchar al doctor Tosquelles es apasionante. Para él, "déconner", disparatar, es lo mejor que el terapeuta puede hacer para acercarse al paciente y lograr no ya comprenderlo sino que la persona desnortada deje de estar aislada. La psiquiatría, indica, sólo es aceptable si mira el mundo de otra forma, sin regularlo según el orden presente. A poco que uno se interese por estas cosas, no resulta extraño que el imaginativo y corajudo médico fuera en Francia el primero en valorar la tesis del psiquiatra que en este terreno acabaría por revolucionar tantas cosas, Jacques Lacan (“hablar cura”), tesis que Tosquelles hizo imprimir por vez primera, en Saint-Alban.

Pero nunca fue un terapeuta privado, siempre estuvo interesado en reformar la institución. Resumiendo, el doctor Tosquelles impulsó de manera decisiva, a partir de entender la salud mental desde fuera del sistema, cambios importantísimos en los manicomios de la época, lugares aterradores.

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Nacido en Reus, se formó con el doctor Emili Mira, uno de los primeros traductores europeos de Freud. En el hospital Pere Mata el joven Tosquelles comprendió que lo que cura no es tanto escuchar al otro sino oírle: dejarle hablar, estar atento a la cadencia de sus frases, silencios, tono de voz, palabrotas, blasfemias. Por eso no quiso nunca hablar bien el francés, a propósito. Y siguió hablando su macarrónica jerga. Era su manera de presentarse ante el paciente, de decirle que él mismo estaba fuera de lugar, era un refugiado que había perdido su tierra y su lengua, que no podía sino decir aparentes disparates y que por ello sabía de qué iba la cosa, también él conocía lo que es sentirse perdido.

Es la misma actitud que, en plena guerra civil, le había permitido transformar la práctica médica. Logró hacer, por vez primera, terapia a soldados y a policías, y que prostitutas fueran aceptadas como personal sanitario. Le entrevisté en mis años de periodismo, sin saber nada de él, sólo que acababa de publicar un libro buenísimo, Funció poètica i psicoteràpia. Una lectura de In memoriam de Gabriel Ferrater (1985), hoy descatalogado. “Las guerras son curiosas”, me dijo con ironía ante mi desconcierto, “mucho más de lo que podemos imaginar”, y desde entonces que le doy vueltas al asunto. Reviviendo su legado, me pregunto cómo es que sabemos tan poco hoy de lo que sucede en los antes llamados manicomios y luego centros de salud mental.

In memoriam, doctor Tosquelles, quiero confiar en que su legado no se haya quedado en exclusiva en el museo, aunque me alegro de encontrarlo de nuevo ni que sea así, en exposiciones sobre el arte en guerra o en desvarío.

Mercè Ibarz, escritora

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