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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Problemas, propuestas y objetivos

Debemos identificar los problemas que definen la tensión entre Cataluña y España y plantear soluciones concretas

La política tiene siempre una cierta dosis emocional porque esta es una dimensión humana que no se puede obviar, pero creo que su objetivo fundamental debe ser ayudar a los ciudadanos a resolver sus problemas, tal como estos son y tal como ellos los perciben. No pretendo que este sea el único objetivo, pero sí el principal. Gobernar es, sobre todo, escuchar, analizar los problemas, proponer soluciones, marcar objetivos y tomar decisiones coherentes con todo ello.

El debate político entorno a las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España es, en estos momentos, intenso. Aunque a menudo es apasionante, es difícil de seguir cuando se plantea hablando de valores (coraje, valentía, dignidad…), de contravalores (engaños, ataques, calumnias…), y solo de objetivos finalistas (Estado propio, independencia, interdependencia, federalismo…). ¿Podríamos utilizar para este debate el convencimiento que acabo de expresar, y empezar intentando identificar cuáles son los problemas que están en la base del conflicto? Aporto a este ejercicio mi visión personal, sin otro valor. No pretendo interpretar lo que el pueblo piensa, sino lo que yo intuyo que puede pensar una parte muy importante de nuestros conciudadanos. Creo que los motivos de la incomodidad, o de la irritación con el Estado (el grado depende de cada uno) se pueden encontrar en tres ámbitos.

1. Relación fiscal. Cada vez se percibe más claramente que Cataluña necesita una mejora de su modelo fiscal. La crisis ha puesto en evidencia graves dificultades en cuanto a la financiación de los servicios públicos y de las infraestructuras, y ha hecho patentes muchas ineficiencias en la utilización de los recursos en el conjunto de España. La debilidad de la economía catalana, causada en parte por esta situación, no le está permitiendo ser un motor en la recuperación de la crisis española. Es necesario un nuevo modelo que mejore las relaciones fiscales entre Cataluña y el resto de España. La gran mejora de 2007 ha resultado insuficiente y, sobre todo, se ha incumplido por parte del Gobierno central. Hay que mejorar la financiación de la Generalitat, garantizar el volumen de las inversiones del Estado en Cataluña, y dar mayor seguridad jurídica a estas relaciones. Todo ello se manifestó en un enorme soporte a la reclamación de un nuevo “pacto fiscal”.

2. Relación cultural y lingüística. Se percibe que la cultura catalana, y muy especialmente la lengua, no es aceptada por el Estado como un patrimonio del conjunto, y por tanto no está acogida ni protegida por el mismo. En algunos momentos, como el actual, es incluso objeto de ataque con la equívoca excusa de la defensa del castellano. El Estado debería rectificar y, directamente, o a través del Gobierno catalán, convertirse en su defensor. Ello debería ser objeto de un “pacto cultural”.

 3. Identidad nacional. Sin que suponga un apoyo a la independencia, hay una gran mayoría de catalanes que desean poder expresarse sobre el futuro y poder decidirlo libre y democráticamente. Este deseo va ligado a la conciencia de identidad nacional. Las leyes del Estado deberían reconocer esta realidad y no poner obstáculos a la voluntad de ejercer el “derecho a decidir”, sin prejuzgar el resultado.

Ya he dicho que se trata de una visión personal, pero si los problemas son estos y están planteados adecuadamente, existen dos posibilidades. Una es resolverlos todos de golpe; la otra hacerlo por partes, sea de forma paralela, sea secuencial. Hasta hace unos meses estábamos siguiendo el segundo camino, centrando el esfuerzo en el pacto fiscal y anunciando una consulta sobre el derecho a decidir para más adelante. Alrededor de ello se iban formando mayorías sólidas. Creo que la confusión que tenemos ahora es consecuencia en parte de haber cambiado bruscamente de estrategia, y por tanto de camino. Ello dificulta la formación de nuevas mayorías, más difíciles de conseguir y sin las cuales será muy difícil avanzar.

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Pienso que la gente agradecería que no se defendieran los objetivos finales de forma abstracta, sino por su capacidad de dar solución a los problemas existentes, sin quedarse atrapados por las palabras, y evaluando con rigor cómo puede cada uno contribuir a mejorar el bienestar de nuestros conciudadanos, que es y debe ser el único objetivo final.

Joan Majó, ingeniero y exministro.

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