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CRÍTICA / JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gozosa crisis de ansiedad

El fotógrafo de Magnum Guy Le Querrec mezcla con éxito sus imágenes con la música de Michel Portal, Luois Sclavis y Henri Texier

 Sencillamente fantástico. La performance (pueden buscarse otros nombres pero este encaja a la perfección) presentada en el Instituto Francés bajo el poco descriptivo título de L'oeil de l'élephant superó todas las expectativas que ya eran muchas vista la lista de los participantes. Un apabulle visual cargado de sugerencias envuelto en una música por momentos fascinante, por momentos tremendamente incisiva, lacerante y preñada de un ritmo que, como lava de volcán, lo iba transformando todo a su paso.

No es fácil reunir sobre un mismo escenario a músicos de tanta valía como Michel Portal, Luois Sclavis o Henri Texier, sin duda de lo mejor que puede encontrase hoy en el panorama europeo. Guy Le Querrec lo ha conseguido: el fotógrafo de Magnum lleva ya muchos años colaborando con músicos de jazz, interaccionando sus imágenes con ellos con magníficos resultados. En disco, la cosa funciona pero sobre el escenario crece hasta límites insospechados.

L' OEIL DE L' ÉLEPHANT

FESTIVAL DE JAZZ

L'oeil de l'élephant

Fotografías: Guy Le Querrec

Música: Michel Portal, Louis Sclavis, Henri Texier y Christophe Marguet.

Instituto Francés, 29 de noviembre de 2012.

El planteamiento es sencillo pero efectivo: en una gran pantalla se proyecta un hábil montaje de algunas fotografías agrupadas de forma temática mientras los músicos agolpados a un lado van interpretando una música pensada especialmente para ellas. Una música tremendamente colorista para unas imágenes en un intrigante blanco y negro. Una música densa centrada sobre todo en el trabajo de Sclavis con los clarinetes y de Portal alternándose con el saxo soprano, el clarinete bajo y el bandoneón. Sin olvidar a un impagable Texier en especial cuando utilizaba el arco en su contrabajo. Musicalmente, la cosa funcionaba sola manteniendo al oyente en un suspiro constante que potenciaba el excesivamente rápido paso de imágenes.

El único problema de una velada así estuvo en las posibilidades de cada asistente de disponer de suficientes neuronas capaces de asimilar al mismo tiempo tanta información. Las fotografías, cargadas de docenas de detalles a descubrir, se sucedían a tal velocidad que generaban una cierta ansiedad potenciada por una música repleta también de detalles rítmicos y melódicos. Una crisis de ansiedad provocada por la incapacidad de disfrutar todo lo que se estaba ofreciendo. A pesar de ello, crisis gozosa porque lo asimilado, aunque fuera solo una parte, era ya para dejar satisfecho a cualquiera y devolverle su fe en la fotografía y en el jazz. Al final, en el bis las imágenes bailaban sobre una danza vasca totalmente transformada por Portal, un regalo para los sentidos.

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