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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una mirada a Cataluña

The long and winding road. El largo y tortuoso camino, remedo a los Beatles para referirme al recorrido que Euskalherria y Cataluña iniciaron hacia la soberanía.

Con carácter previo, creo necesario acometer dos cuestiones. De un lado, para fijar el concepto de soberanía acudo al concepto de poder soberano que es lo mismo que poder constituyente, es decir, la potestad para fijar ab initio las reglas por las que ha de regirse una sociedad y por las que ha de relacionarse con su entorno. De otro lado, es preciso señalar que el concepto de soberanía suele ir acompañado de adjetivos, en particular el adjetivo nacional. ¿Qué es una nación? Si bien la teoría política tiene muy claro conceptos como patria y estado, el concepto de nación ha sido más discutido.

Sin embargo, el significado que más adhesiones ha suscitado ha sido la consideración de nación como una imagen colectiva, esto es, como la consideración de un grupo que se ve a sí mismo particularmente unido por cuestiones de naturaleza lingüística, cultural, política, socio-económica o incluso religiosa. No importa tanto que el grupo sea mayoritario como que sea suficientemente numeroso como para que la cuestión de la soberanía nacional deba estar en el debate político e incluso en el consensus o contrato social generador de sociedades.

Desde esta perspectiva, tanto en Euskalherria como en Cataluña, el debate sobre la soberanía está abierto y el camino iniciado, (lo que no quiere decir que necesariamente deba llegar a buen puerto). Pero entre ambos caminos existen grandes diferencias.

No voy a referirme a la más obvia y que forma parte del pasado reciente de Euskalherria, la violencia. Me voy a referir a los hechos recientes en Cataluña. La manifestación del pasado 11 de septiembre en Barcelona pareció ser un caballo que iniciaba un galope fuerte y seguro. Este hecho, la multitudinaria asistencia, fue aprovechada por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, para tapar otras cuestiones e intentar conseguir una hegemonía a costa de institucionalizar el movimiento y por tanto de embridar ese caballo y hacer de su galope un cómodo trotecillo. Quiero decir que un cambio de tal naturaleza en la constitución interna de una sociedad, como es conseguir la soberanía, difícilmente podrá provenir de las propias instituciones, sino que ha de tener su fuerza y empuje desde la propia sociedad. Aún será más difícil el cambio cuando quien se ha montado en el caballo representa a un grupo conservador, neoliberal y cuya aspiración de transformación se queda en lo identitario.

Cataluña, a diferencia de Euskalherria, carece de un sujeto político activo que sea capaz de superar lo institucional para, desde lo social, asumir la necesidad de una transformación social que pase, como elemento necesario, por la adquisición de la soberanía. Se trata de convertir la soberanía en un medio y no en un fin de transformación social y así, sea capaz de aunar diferentes intereses sociales hasta conseguir la masa crítica que sea capaz de hacer pasar la soberanía nacional de un elemento de debate político a una opción real.

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Cataluña en su largo y tortuoso camino ha encontrado un obstáculo inesperado y difícil de superar, el propio presidente de la Generalitat. En el Homenaje a Cataluña, de George Orwell, se describe una situación en la que la identidad catalana se unió a una nueva organización social que generó una situación, de corta duración, que verdaderamente fue la gran ocasión de Cataluña. Esta situación lejana hoy en el caso de Cataluña y Euskalherria, es más remota en el caso catalán. El fracaso de la vía institucional tiene su prueba empírica en el fracaso del plan Ibarretxe.

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