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crítica | danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Herencia bajo el techo a dos aguas

El espectáculo 'Paredes de papel', de Lesley Telford, broche de oro de Madrid en Danza

Representación de 'Paredes de papel', de la coreógrafa Lesley Telford.
Representación de 'Paredes de papel', de la coreógrafa Lesley Telford.SOLEDAD SÁNCHEZ MERLO

El festival Madrid en Danza cerró el pasado domingo con la que ha sido sin dudas su mejor obra de creación en cuanto baile: Paredes de papel. Trabajo muy meditado y con un equilibrio muy sostenido entre la mesa intelectual y el material coreográfico, Paredes… demuestra cómo la conciencia estética, la madurez como poso de sabiduría escénica y la selección correcta de los intérpretes, son ingredientes básicos para el éxito de un montaje de ballet o de danza contemporáneos y no verdades de Perogrullo. La coreógrafa se adaptó con soltura a un espacio tan particular como comprometido: el patrimonial corral de comedias, y de hecho, usó sus luces, oquedades y perspectiva para envolver la instalación de la artista japonesa Yoko Seyama en un todo armónico.

Empecemos por las motivaciones estéticas. Lesley Telford protagonizó en 1997 Self de Nacho Duato (con escenografía de él mismo y música de Alberto Iglesias en la CND). En esa obra, la canadiense aparecía en una casita esquemática con techo a dos aguas, a su vez heredera de las casas de los decorados del sueco Mats Ek, casi siempre ideas de la artista Marie-Luisa Ekman. La casa en ballet ha estado siempre presente, funciona como algo asociado a la dinámica. Pensemos que en La Sylphide (Taglioni-Bournonville): el primer acto es en un interior. En Giselle, la casa (exterior) es el símbolo del primer acto, como también en Coppelia: exterior, luego interior; sucede también en Fille mal gardée. En todas esas obras la casa se asocia a la protagonista femenina. En 1991, el artista bretón Loïe Le Groumellec ideó una casita de Giselle para la Ópera de París (en la versión fallida de Parick Dupond) esquemática otra vez, techo a dos agua y sin puertas ni ventanas, inasequible, hermética. La casa-hogar es un refugio ideográfico de la identidad, pero a la vez debe conjurarse, como aconseja Jung; se la canta, pero se la analiza sin piedad.

Paredes de papel

Coreografía y vestuario: Lesley Telford; música: Hilary Hahn, Haischka y otros; escenografía e instalación: Yoko Seyama; luces: Loes Schakenbos. Corral de Comedias, Alcalá de Henares. 25 de noviembre.

Telford, que también ha hecho repertorio de Ek, vuelve a esa casa de dibujo casi infantil, pero la “minimaliza” y la multiplica hasta un infinito visual para crear una figura potente y movediza que se replica y se destruye en una metáfora visual de temporalidad y riesgo, de fragilidad y cisma. Luego, ese todo delicado y preciosista es arrasado hasta los cimientos, en enlaces dados por la banda sonora o por los silentes desplazamientos de los tres artistas, todos provenientes de la Compañía Nacional de Danza de antaño. La herencia de Duato y de la Escuela Holandesa de ballet moderno está muy presente.

Iratxe Ansa, potente y con sus pies por delante, fuerza un obsesivo en dedans que quiero creer intencionadamente contestatario y hasta reflexivo, dando un giro doliente a las figuras. El norteamericano Clyde Archer, con una poderosa plasticidad aparentemente sin límites, guía la acción hacia un combate clásico, de supervivencia, de exploración del contrario. Y el madrileño Fernando Carrión, enfundado en unos sugerentes y prietos vaqueros, saca a pasear su histrionismo y su buen hacer. Ellos también recitan y acercan a ese Bachelard poético y aún contradictorio que enfrió todo peso simbolista, modernizó el acercamiento al drama doméstico y sembró la senda de semillas que son interrogantes. Y todo eso llega a la escena a través del desdoblado de las frases y la respiración.

Paredes de papel demuestra cómo los formatos pequeños o de cámara se abren paso pero concebidos con un enorme rigor en la producción y el envoltorio. Es una pena que los textos se dijeran y proyectaran en inglés. En consideración al público, debieron ser dichos en castellano o al menos subtitulados a la lengua de Cervantes, precisamente allí en Alcalá de Herrares. La obra será vista próximamente en Holanda y Canadá.

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