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Una misa en homenaje a Franco termina con una agresión en Córdoba

“Primero cantaron el 'Cara al sol', luego nos rodearon y luego nos pegaron”, afirma una víctima

Todos los años, cuando llega noviembre, la iglesia de la Trinidad, en Córdoba, celebra una misa en recuerdo de la muerte del general Francisco Franco, dictador español entre 1936 y 1975. A la ceremonia asisten grupos de jóvenes de ultraderecha, que suelen portar simbología y cantar himnos fascistas. El miércoles 21 de noviembre, volvió a repetirse la misma estampa en la plaza que hay delante del templo. Pero en esta ocasión, terminó en un intento de linchamiento y la toma de un centro de educación público: la Escuela de Arte Mateo Inurria, situada justo enfrente de la Iglesia.

En una de las terrazas de los bares que hay en la misma plaza que separa ambos edificios, merendaba un grupo de cuatro alumnos de la Escuela. “Yo había salido en un cambio de clase para fumarme un cigarro y estar un rato con los amigos. Algunos me advirtieron de que no saliera, que había lío por los de la misa. Pero yo, que soy de fuera, no podía pensar que en Córdoba pasaran cosas así”, señala David, de 20 años.

Varios profesores de la escuela y dueños de establecimientos de la plaza coinciden en describir la siguiente escena: un nutrido grupo de jóvenes vestidos con ropa del mismo corte. De negro, con vaqueros, gorras ceñidas, bragas de cuello y portando banderas. En posición marcial, con el brazo derecho en alto, cantaron a voz en grito el Cara al sol, himno de Falange, a las puertas de la iglesia.

David y sus amigos también lo vieron. “Estuvimos tranquilos. Intentando no reírnos de todo aquello ni hacer nada porque sabíamos que cualquier cosa les podría provocar”. Y así siguieron. Quietos. Pero cuando terminó la ceremonia, los jóvenes asistentes a la misa franquista no se marcharon. “Estuvieron alrededor de 20 minutos por la plaza, mirando desafiantes. Parecía que buscaban follón”, explica Socorro Fernández, profesora del Mateo Inurria que fue testigo de todo.

En un momento dado, uno de los hombres vestidos con ropa paramilitar se aceró a la mesa de los alumnos. Les increparon, acusándoles de haberse reído de alguien. “Les dijimos que no nos habíamos reído de nadie, que estuviesen tranquilos. Pero ya nos habían rodeado. Eran al menos ocho. En un momento, me tiraron fuerte de la coleta”, explica David, que luce una estética que fue identificada por sus atacantes como la propia de alguien de ideología de izquierdas: varios pendientes, aros en la nariz, pelo teñido, medio rapado y con coleta.

La profesora Socorro recuerda las patadas karatecas que repartían los chicos de las gorras. “Altas, a la cintura, con fuerza”, dice imitando el gesto. “Otro cogió una silla y se la lanzó a una muchacha, rompieron vasos, dieron golpes, escupieron, insultaron”, señala el dueño de otro bar de la plaza.

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En seguida, el conserje de la escuela salió para defender a los muchachos. “Les dije que se metieran dentro del centro, que no les dieran excusas para nada más”, recuerda. Y no solo se refugiaron allí los alumnos, sino algunas familias que estaban en la plaza y que se vieron acorraladas por la violencia. “Aquello fue un intento de asalto de un centro público en toda regla. Golpearon las puertas intentando entrar, intentaron forzarlas. Y eso que miden tres metros de alto”, afirma el conserje. La profesora Socorro y el alumno David recuerdan describen las mismas imágenes.

¿Y la policía? Profesores de la escuela critican que el dispositivo de prevención fuese menor al de otros años. Pero sobre todo protestan porque no se situase en la misma plaza, separando la iglesia del centro educativo, sino en un lateral del templo, en una calle adyacente. Una portavoz de la policía afirma que el contingente de agentes fue similar al de otros años y defiende la decisión de desplegarlo en una calle lateral para que no se identificase su presencia “como una provocación, algo que ha podido pasar en otras ocasiones”.

La agresión fue muy rápida. Las patadas, los golpes, los escupitajos, las carreras de huida. David dice que la policía apareció en seguida. Los propios agentes calculan que tardaron un minuto en llegar al centro. Para entonces, él sus amigos y otras personas ya se había podido refugiar en el interior del centro, que estaba siendo aporreado. Los agentes afirman que disolvieron al grupo del exterior y que pidieron a los de dentro que salieran a identificar a sus atacantes para interponer una denuncia. Salieron, pero ya habían huido. En el hospital emitieron un parte de lesiones. Finalmente, no se ha interpuesto denuncia. El centro ha emitido un informe relatando todos estos hechos a la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Córdoba para que episodios así “no puedan volver a repetirse”.

 

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