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La política sube a los escenarios

El teatro la incorpora en obras como ‘Pàtria’, ‘Poder absolut’ y ‘La família irreal’

Toni Albà, como el Rey, en 'La família irreal'.
Toni Albà, como el Rey, en 'La família irreal'.

Lejos queda el teatro político que defendió Edwin Piscator como respuesta a la responsabilidad que asumieron autores y directores de situar el teatro a la altura del contexto político tras la I Guerra Mundial y animados por la esperanza de la revolución soviética; tampoco es que tuvieran mucho éxito los principios estéticos e ideológicos de esta corriente, aunque sin su influencia no podríamos entender a Brecht, por ejemplo. Y, vale, la precaria situación económica en la que nos vemos sumidos desde hace un tiempo no nos viene dada por una guerra, pero sí que tiene algo de posguerra, de supervivencia pura y dura para muchos colectivos, de protesta social por las medidas adoptadas por el Gobierno. No sé si volveremos a un teatro político, pero sí que la política se está instalando de una manera u otra en los teatros. Obras de temática política, soluciones de los teatros a la actual política cultural del Gobierno, gritos de socorro individuales o colectivos, musicales irreverentes y presentaciones de proyectos políticos (la Crida a la Catalunya Federalista i d’Esquerres se ha dado a conocer en el teatro Goya) son la otra cara de una cartelera que tiende cada vez más hacia la comedia fácil y el vodevil.

Hace unos días pudimos ver en la sala La Planeta de Girona, dentro del Festival Temporada Alta, Villa + Discurso, el interesante díptico del dramaturgo y director chileno Guillermo Calderón inspirado en hechos políticos vividos en su país y ligados a la violación de los derechos humanos: el destino de Villa Grimaldi, un centro de tortura durante la dictadura militar, componía la primera pieza; el discurso ficticio de abandono del cargo de la entonces presidenta del país, Michelle Bachelet, detenida en Villa Grimaldi por los organismos represivos de la dictadura, la segunda. Un buen ejemplo, o dos, de historia expresada en el teatro. Mientras tanto el Lliure de Gràcia estaba ofreciendo, y sigue haciéndolo con gran éxito de público y entradas agotadas, un ejemplo de posible futuro político con Pàtria. Lo último de Jordi Casanovas es la segunda parte de una trilogía sobre la identidad catalana que inició con Una història catalana, un magnífico montaje que podrá verse de nuevo en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) en febrero, y es un thriller tremendamente oportuno y visionario, pues se gestó mucho antes del brote colectivo de independentismo, que enfrenta dos maneras de entender el concepto del título. También empezó a gestarse hace tiempo, antes de la crisis, Poder absolut, de Roger Peña i Carulla, otro thriller político que está a punto de estrenarse en La Villarroel, “aunque ya se olía a podrido”, comenta su autor. Inspirada en la Viena de 1996, cuando la derecha volvió al poder, la ópera prima de Peña es un combate dialéctico entre un candidato a la presidencia y el tecnócrata que le saca las castañas del fuego para asegurar su elección, un duelo actoral entre Emilio Gutiérrez Caba y Eduard Farelo que deja al descubierto que en política no hi ha un pam de net.

La obra de Casanovas se gestó antes del brote independentista

La danza no se queda al margen de los acontecimientos políticos y a través de su lenguaje también reivindica la necesidad de cambiar el mundo en el que vivimos; así lo siente la coreógrafa y bailarina Sol Picó, quien en Memòries d’una puça (en el TNC en julio tras estrenarse en Temporada Alta) expresa la sensación de angustia personal y colectiva “por la que está cayendo”.

La productora Minoria Absoluta y la compañía Dagoll Dagom estrenan la próxima semana un musical que ellos mismos califican de “loco e irreverente” al estar inspirado en los últimos acontecimientos que han afectado a la familia real española y seguir la fórmula de la popular parodia televisiva Polònia. La família irreal es el título de esta comedia que cuenta con los mismos intérpretes de la serie. La banda sonora reúne un amplio espectro de géneros, desde la copla al sirtaki.

La nueva fórmula Aixopluc del Teatre Lliure es también una respuesta a la realidad del momento. Dado que la crisis limita las producciones del equipamiento, pero este dispone de espacio e infraestructura, Lluís Pasqual ha decidido dar cabida a proyectos, ideas y personas en el Espai Lliure de Montjuïc. Ha acogido con gran éxito Litus, de Marta Buchaca, que venía de la sala Flyhard; próximamente acogerá un taller de posgraduados en interpretación y el ciclo 3 d’un Glop, coordinado por Marc Artigau y Pau Carrió, que reúne a 12 colectivos jóvenes de creación escénica: de jueves a sábado durante noviembre y diciembre podrán verse tres espectáculos breves, de unos 15 minutos cada uno, de tres compañías que trabajarán sobre un mismo tema de actualidad.

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