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Los pasos perdidos del PSPV-PSOE

El déficit de cuadros y el empuje de Compromís ponen contra las cuerdas a los socialistas

“Desde el PSPV vamos a plantear a todos nuestros cargos en las diferentes instituciones que el día de la huelga general destinen su sueldo al banco de alimentos", dijo ayer el dirigente socialista Ximo Puig, que visitó el Banco de Alimentos de la Comunidad Valenciana en la Pobla de Vallbona junto a la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano.
“Desde el PSPV vamos a plantear a todos nuestros cargos en las diferentes instituciones que el día de la huelga general destinen su sueldo al banco de alimentos", dijo ayer el dirigente socialista Ximo Puig, que visitó el Banco de Alimentos de la Comunidad Valenciana en la Pobla de Vallbona junto a la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano.

Al PSPV le van tan mal las cosas como al PSOE, y aun peor. Sufre las consecuencias de la desafección de un sector de la opinión pública hacia su marca política en toda España, pero además acumula a sus espaldas cerca de dos décadas de desgaste en la oposición al PP, una situación en la que solo puede compararse con los socialistas de Murcia, de Castilla-León o de Madrid. Para más inri, cuando las encuestas apuntan, por primera vez en mucho tiempo, a la pérdida de la mayoría absoluta de la derecha valenciana, el vuelco electoral a favor de la izquierda se produciría, caso de convocarse elecciones, gracias al crecimiento de Esquerra Unida del País Valencià y, sobre todo, al empuje de la Coalició Compromís. Así lo reflejaba la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS publicada con motivo del pasado 9 d'Octubre.

Los problemas de los socialistas valencianos no son nuevos. Dieron un importante traspiés en 1999, con la dimisión de Joan Romero como secretario general y candidato a la Generalitat, que supuso la temprana frustración de un imprescindible proceso de renovación. Y no han vuelto a recuperar el paso desde entonces. Pareció en 2003 que Joan Ignasi Pla, tras un largo periodo de inestabilidad interna, estaba en condiciones de dar la batalla al PP, pero perdió ante Francisco Camps. Pese a la soprendente victoria posterior de José Luis Rodríguez Zapatero frente a Mariano Rajoy en 2004, que abrió un periodo de Gobierno socialista en España que duraría dos legislaturas, las autonómicas de 2007 no confirmaron la mayoría de izquierdas que habían arrojado en voto popular (aunque no en escaños) las generales de tres años antes en el País Valenciano.

¿Quién teme a Mònica Oltra?

“Estoy convencido de que el PP ha perdido ya la mayoría política en la Comunidad Valenciana, como también es conocido que nosotros no la hemos conseguido”, reconocía Ximo Puig la semana pasada ante los periodistas. “Por tanto, hay un espacio en el que tenemos que trabajar”. El secretario general del PSPV-PSOE insistió: “Los valencianos no confían en estos momentos en el PP para resolver sus problemas porque el PP ha arruinado la Comunidad Valenciana, pero también es cierto que la alternativa que nosotros queremos construir no está suficientemente fuerte”.

Habría sido absurdo sostener otra cosa, aunque la política está llena de afirmaciones absurdas o manifiestamente falsas que se sostienen por mera retórica. Puig sabe que la retórica servirá de poco para resolver los problemas de conexión de los socialistas con la opinión pública. Unos problemas que tienen, en el interior del PSPV, un icono en la diputada de Compromís, Mònica Oltra. Dirigentes de sectores enfrentados en el partido coinciden al expresar el miedo a una candidatura de Compromís eventualmente encabezada por la parlamentaria, que en la encuesta de Metroscopia para El PAÍS era, con diferencia, la política valenciana más valorada, sobre todo por el electorado de izquierdas de todos los colores.

Que Oltra encabece o no la candidatura a la Generalitat es una asignatura que Compromís tiene por resolver, ya que su cabeza visible es Enric Morera, del Bloc, pero el grado de conexión que la diputada exhibe con sectores insospechadamente amplios de la opinión pública (un vídeo de una intervención suya en las Cortes superó el mes pasado las 100.000 visitas en Youtube), alimenta la mayor de las pesadillas de los socialistas. ¿Podría llegar el PSPV-PSOE a verse superado por Compromís?

Y el caso es que en esa convocatoria la suerte podía haber cambiado. Ya se sabe que los detalles pueden resultar tan decisivos en política como en otras facetas. Las elecciones locales de 2007 no dieron la alcaldía de Alicante a la socialista Etelvina Andreu por un estrecho margen, justo el que faltó a Esquerra Unida para arrebatar al PP un concejal, debido a que no fraguó en la ciudad el pacto que entonces había emprendido esa formación con el Bloc Nacionalista bajo la etiqueta de Compromís. ¿Qué habría pasado con la acaldía de la segunda capital valenciana en manos de la oposición? Nunca se sabrá.

La llegada de Jorge Alarte a la secretaría general del PSPV en 2008, tras la intempestiva dimisión de Pla, buscaba explícitamente recuperar el paso de la renovación. Levantó una gran polvareda la afirmación del nuevo líder de que había llegado la hora de jubilar a dirigentes históricos como Joan Lerma, Ciprià Ciscar, Antoni Asunción o Carmen Alborch. Pero Alarte, que dio protagonismo en los Ayuntamientos a una nueva generación de alcaldes socialistas, a muchos de los cuales llevó también a las Cortes Valencianas como diputados, no cumplió aquel propósito. Su lucha contra la corrupción se llevó por delante a Francisco Camps y la sangría electoral de la última etapa de Zapatero lo barrió a él.

El último congreso del PSPV-PSOE, celebrado a finales del pasado mes de marzo, certificó el final del intento, propició el descabezamiento otra vez del grupo parlamentario en las Cortes Valencianas y, lo que es más sintomático, desdeñó el protagonismo que los jóvenes alcaldes y portavoces locales trataron de buscar. La posterior sustitución de uno de sus referentes, el alcalde de Faura, Toni Gaspar, como portavoz en la Diputación de Valencia, y la dimisión, hace unos días, del alcalde de Xixona, Ferran Verdú, como parlamentario autonómico, confirman el desinterés de la dirección por dar juego a los únicos cuadros de los que, hoy en día, dispone el PSPV.

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“Tenemos un grave problema de material humano”, reconoce un cargo público socialista, en un diagnóstico que han escrito y reiterado analistas y politológos desde hace años. El PSPV-PSOE se ha descapitalizado y no ha encontrado la forma de hacerse permeable a la sociedad. Valgan como síntoma las dificultades burocráticas que ha encontrado el exrector de la universidad Jaume I, Francisco Toledo, a quien fichó Alarte como cabeza de la lista autonómica de Castellón, para poder afiliarse al partido.

Alarte incumplió su propuesta de jubilar a dirigentes históricos

En la heterogénea coalición que aupó a Ximo Puig a la secretaría general anidan estrategias divergentes con la mirada puesta en unas primarias internas que parecen lejanas y que, en principio, está previsto que se abran a los simpatizantes. Pero los problemas de credibilidad se agudizan, tanto en el PSOE que lidera Alfredo Pérez Rubalcaba, como en la federación valenciana. “Esto no es un problema de cambiar a un líder o a veinte líderes. Esto es un problema colectivo de cultura de la organización”, escribía hace poco Ángel Luna en su columna semanal del diario Información. Luna, que protagonizó como portavoz parlamentario la etapa más dura de denuncia de los escándalos de corrupción de la época de Camps, titulaba su artículo Caída libre, recogiendo una sensación que se extiende en las filas del PSPV-PSOE. ¿Pueden los socialistas acabar reducidos a una posición menor en el juego político?

Antonio Torres, también portavoz parlamentario sobrevenido tras la dimisión de Alarte, habla de un vicio interno que denomina “hipercrítica” y que tiene dos caras: la permanente contestación a la línea del partido y la nula acción en la sociedad. Como la mayoría de quienes dirigen ahora el PSPV-PSOE, Torres apuesta por revitalizar el funcionamiento de las agrupaciones para poner en marcha el motor de la organización. Sin embargo, el combustible de ese planteamiento empieza a fallar. El equipo que aupó a Puig a la secretaría general partió de la premisa de que el desgaste del PP en el poder conduciría a un cambio de ciclo. Se trata de una vieja idea que el expresidente de la Generalitat, Joan Lerma, ha verbalizado más de una vez. Lo curioso es que, si estamos ante un cambio de ciclo, amenaza con llevarse por delante a los socialistas también.

“Tenemos un grave problema de material humano”, dice un cargo público

Así las cosas, Puig, mientras tantea con el presidente andaluz José Antonio Griñán y la candidata derrotada a la secretaría general del PSOE Carme Chacón una alternativa a Rubalcaba, ha convocado en Orihuela para el próximo 10 de noviembre una “convención de pueblos y ciudades” con el objetivo de dar voz a los representantes municipales y participación a los ciudadanos, cuyas propuestas se ha comprometido a acoger y debatir.

“Los socialistas se manifiestan conscientes de que los ciudadanos exigen cambios profundos en la política y piden un cambio de lenguaje, instrumentos, ideas y comportamientos que desde las filas del PSPV se quiere abordar con valentía y responsabilidad”, recogía ayer el partido en una nota pública. Detener la sangría exigirá eso y bastante más.

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