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FESTIVAL JAZZ DE BARCELONA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos horas en otra galaxia

Francesco Tristano, el 'enfant terrible' de la música europea, llenó de entusiasmo el Auditori de Barcelona

Francesco Tristano, durante una actuación.
Francesco Tristano, durante una actuación.LORENZO DUASO

Podría hablarse de sorpresa, sorpresa mayúscula, si Francesco Tristano no hubiera llegado al Festival de Jazz barcelonés precedido por un aura de nuevo enfant terrible de la música europea (de toda la música sin barreras ni limitaciones) y un par de discos impresionantes para Deutsche Grammophon en los que mezcla Bach, Cage y la electrónica de pista de baile con descarada y total naturalidad. A pesar de conocer esos antecedentes, el inicio del concierto de Francesco Tristano en el Auditori fue una sorpresa que, diluida en el alud de sensaciones musicales que vomitaba el escenario, pronto se transmutó en entusiasmo. Sensaciones sin una filiación concreta que se apoderaban inmediatamente del oyente destruían cualquier apriorismo musical que pudiera tener y lo transportaban a otra galaxia. Realmente, fueron dos horas paseando por una galaxia lejana y, al mismo tiempo, terriblemente cercana.

FRANCESCO TRISTANO

Auditori de Barcelona, 31 de octubre

Un piano de cola y diversos teclados y sintetizadores rodeaban al luxemburgués del barrio de Sants en una penumbra total. Durante toda su actuación no pudimos ni siquiera verle la cara debido a una lúgubre iluminación probablemente acorde a la celebración de la noche de difuntos, pero algo pobre para un escenario musical. Comenzó con varios originales empalmados sin solución de continuidad que dejaron al público clavado en sus asientos sin saber ni siquiera cuándo aplaudir para no romper la magia. Un toque enérgico en el piano se entrelazaba con ritmos y distorsiones electrónicas creándose un entramado sonoro de gran bellaza y un terrorífico poder hipnótico. Lirismo controlado, minimalismo canalla y buenas dosis de techno danzante que desembocaron en un tan sentido como disparatado homenaje a Thelonius Monk. Pura emoción.

Sin dar cabida ni a los aplausos y para demostrar que allí no había puertas cerradas, Francesco Tristano atacó con clásica sobriedad y casi sin recurrir a la electrónica las 32 variaciones sobre un tema folclórico que el compositor alemán Dieter Buxtehude publicó como La capricciosa y que, al parecer, influyó notablemente en Bach cuando escribió sus Variaciones Goldberg. Como un joven y descarado Glen Gould, Francesco Tristano deambuló con una soltura y aplomo increíbles por esta partitura poco difundida del mejor barroco europeo presentándola de forma cercana y asequible. Ligeros toques de electrónica puntuaron las últimas variaciones preparando al oyente para la explosión volcánica final: diferentes improvisaciones sobre un bajo ostinato en las que se volvieron a combinar todos su demonios (los nuestros) del barroco al minimalismo, del hardcore a la pista de baile. Sencillamente apabullante.

El público estaba como que no se lo creía. El entusiasmo arrancó dos bises en sintonía con todo lo anterior. Tras un concierto así queda claro que Francesco Tristano no es un enfant terrible, sino el exponente más claro de uno de los pocos caminos posibles para la música en este siglo XXI que todavía estamos iniciando. La propuesta de Francesco Tristano hará correr mucha tinta y nosotros que lo disfrutemos.

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