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Escritor y ‘jazzman’ de noche

El saxofonista Gilad Atzmon combina sus ensayos sobre Oriente Medio con el escenario de la sala Bogui Jazz

El saxofonista Gilad Atzmon combina sus ensayos sobre Oriente Medio con el escenario de la sala Bogui Jazz.
El saxofonista Gilad Atzmon combina sus ensayos sobre Oriente Medio con el escenario de la sala Bogui Jazz.SAMUEL SÁNCHEZ

No es normal que un escritor que está aquí para hablar de su libro termine la noche tocando el saxofón en un club de jazz. Pero Gilad Atzmon es así. Músico, profesor de filosofía en excedencia, agitador de consciencias, “exisraelí” y “exjudío”, vino a Madrid a presentar ayer su nuevo libro, La identidad errante (Disenso), y de paso, dar cuenta de su condición de jazzman con años de solvencia: “Soy lo que soy gracias al jazz”. Su primera actuación de las dos que tiene programadas fue anoche, en el Bogui Jazz: “A los 17 años compré un disco de Charlie Parker. Cuando vi su foto no me lo podía creer. Creía firmemente que todo lo bueno viene de los judíos”.

Gilad es la perfecta definición del saxofonista torrencial en la más pura tradición del bebop; lo que se dice una “rata de club”. Difícilmente podría nadie imaginárselo disertando acerca de la filosofía de Marx ante un auditorio de estudiantes con acné: “Es curioso, porque nací en Israel en un ambiente familiar antigermánico y antimarxista. Era un israelí orgulloso, un patriota, dispuesto a morir por la causa”.

Resulta difícil de creer que el mismo que hoy está ocupando el escenario de Bogui Jazz participara en algunos de los combates más encarnizados que tuvieron lugar durante la Guerra del Líbano: “Vi mucha sangre, muchos crímenes, y todo aquello me llevó a alejarme poco a poco de la causa judía”.

Junto al saxofonista, el contrabajista Yaron Stavi y el maestro de baterías, Carlos (Sir Charles) González, más contento que unas pascuas ante la oportunidad de compartir escenario con un legítimo ejemplar de bopper de pura raza: “Gilad no hace prisioneros. Él sale disparado y uno tiene que apañárselas como pueda para seguirle… si es que puede”.

A lo largo de su vida, Atzmon ha sido repetidamente denunciado por decir cosas que supuestamente no se pueden decir, “sin embargo, nadie ha podido decirme nunca que me he equivocado en alguna de mis apreciaciones”. En La identidad errante aborda el judaísmo “como lo que es, una profesión, no una religión”.

Y prosigue: “La identidad política judía es el mayor riesgo para la paz del mundo. Lo vemos ahora con el empeño de Israel por llegar a una guerra con Irán, que muy probablemente degeneraría en un conflicto nuclear. De eso trata el libro. Palestina no está en el Oriente Medio, sino aquí, en Madrid”.

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Mañana volverá sobre sus escritos, que vuelca regularmente en sus libros y en el blog que lleva su firma.

Pero hoy, Gilad Atzmon volverá a ser solo un músico de jazz; un improvisador. Y de los buenos. Aquí no hay papeles de por medio; sobre el escenario, él, sus compinches, y un puñado de clásicos —I can´t get started, Cherokee, In a sentimental mood— que el escritor-saxofonista convierte en fuego candente.

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