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Tres miradas sobre la guerra y el exilio

El Teatre Nacional de Catalunya acogió el último acto de homenaje a Sales, Calders y Tisner

Si se mezclan los tres mundos particulares de Joan Sales, Pere Calders y Avel·lí Artís-Gener (Tísner), se obtiene como resultado un collage donde el ruido del mar es una constante, siempre hay alguien lejos del hogar o a punto de partir hacia el frente y todo está teñido de una fina capa de nostalgia y de humor gris oscuro casi negro. En este peculiar universo, hecho de retazos de obras de los tres autores catalanes, Eva siente el súbito capricho de comer cargols durante su embarazo, Karl Marx ha sido rebautizado como “en Carles” en un decrépito local barcelonés del PSUC y los policías de México DF usan locuciones absurdas dignas de los hermanos Marx. Y Caín, el hermano mayor de la humanidad, nace con una barretina puesta.

De fragmentos de memorias, epístolas, novelas y cuentos se nutrió el homenaje institucional que recibieron ayer en el Teatre Nacional de Catalunya estos tres escritores del siglo XX catalán. Siete actores y tres músicos dieron vida a sus textos, saltando aleatoriamente de uno al otro y recreando la atmósfera de una generación de literatos marcada por la guerra y el exilio. Esta función clausuraba un ciclo de más de 125 actos que han estado conmemorando durante todo el año el centenario del nacimiento de Calders, Sales y Tísner.

Un público agradecido, que llenó el auditorio hasta dos tercios de su capacidad -es posible que la lluvia torrencial disuadiera al tercio restante- recibió con énfasis la inusual puesta en escena, que siguió un orden en cierto modo cronológico. En el principio estaban Adán y Eva, cuyas peripecias tras ser expulsados del paraíso relató Calders en su cuento “El primer arlequí”. Y después ya todo se aceleró: le llegó el turno a la Guerra Civil española, y Sales tuvo ocasión de desmitificar la retaguardia republicana tachándola de “democràcia, però sense llibertat”, mientras Tísner se alistaba para partir hacia la línea de combate tras un encendido mitin del PSUC: “i vaig sentir, garratibat, la meva pròpia veu que deia: -Jo faig un!”. Más tarde, ya en el frente, un miliciano catalán y un soldado fascista, producto de la imaginación de Calders, decidían vérselas en un tres en raya en lugar de luchar a la manera convencional: “provàrem, fins a deu vegades, d’entrar a la batalla, però una paret de bales i de fum ho impedia”.

Tras la derrota, el exilio, y tras éste el regreso, no siempre tan dulce como podría pensarse. Uno se construye, desde ultramar, una imagen “incontaminada i incontaminable” de su tierra; luego regresa y “l’anàlisi és desoladorament cruel, com quan coneixes de carn i ossos l’actriu cinematogràfica que et seduïa de visu”, se lamentaba Tísner al volver a Barcelona tras 26 años de destierro mexicano. Pero el hecho es que los tres regresaron, y los tres defendieron el potencial literario del catalán hasta el fin de sus días. Tal vez fue precisamente ese arraigo al país del que hicieron gala lo que les permitió volver efímeramente a la vida, cien años después de su nacimiento, en los escenarios del Teatre Nacional de Catalunya.

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