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Una década alumbrando Madrid

La Casa Encendida cumple diez años y se enfrenta a un futuro incierto ofreciendo 2.000 actividades y con 800.000 visitas al año

José Guirao, director de La Casa Encendida, en la azotea del edificio.
José Guirao, director de La Casa Encendida, en la azotea del edificio.

Hace diez años que la Obra Social Caja Madrid —como se conoce a la reinversión de los beneficios excedentes de esa caja ahora nacionalida—- contrató a un cazatalentos para que encontrara a la persona que se encargaría de su renovada casa. Había sido casa de empeños durante mucho tiempo pero querían darle la vuelta del todo. Y, en lugar de guardar los colchones, las mantas, las joyas y los muebles de tantos hogares madrileños desesperados, decidieron convertir ese singular y viejo edificio del número 2 de la Ronda de Valencia (Lavapiés) en una gran casa de todos, y así ser fieles a su espíritu fundacional filantrópico. Pero hoy, la economía de la casa está acusando también la crisis y parece que va a tener que empeñar o vender sus propios inmuebles si no quiere que le corten la luz.

Tras numerosas entrevistas, quedaban cuatro candidatos y aquel headhunter eligió a un hombre elegante, de Pulpí (Almería), que llevaba años al frente del Museo Reina Sofía y que había asumido tanto la remodelación de su colección permanente como la ampliación realizada por Jean Nouvel. Ese hombre tenía entonces 43 años y se llama Pepe Guirao. Él fue quien encendió hace exactamente una década las luces de aquella casa, que nacía como “un espacio de acogida cálido”: La Casa Encendida.

Relax en verano

Es una instalación que se realizó en el verano de 2004 en el patio de la casa. Se convirtió en el sitio perfecto para las fiestas nocturnas, donde la gente se tiraba sobre esos osos de peluche gigantes desperdigados sobre la moqueta. Es una muestra de cómo el patio, el corazón de la casa, puede ser un lugar de esparcimiento, o el sitio perfecto para una presentación o un concierto.

Cada uno tiene sus manías y Guirao no es una excepción: “Soy un obseso de la limpieza y el orden”. Así que lo primero que hace cada tarde cuando entra por la puerta de la casa es “comprobar que está todo en su sitio, que no hay ningún papel en el suelo, que los baños están limpios… Lo que hace cualquiera cuando va a recibir a gente en casa. Y aquí recibimos a mucha gente”, asegura. Concretamente a unas 800.000 personas al año, más o menos como el Museo Thyssen pero sin baronesas ni Gauguins.

Entrar en escena sin barreras

“Artes escénicas y discapacidad” es el festival que más define las actividades que acoge este el edificio por la transversalidad de sus propuestas. En este caso se trataba de compañías de teatro profesionales que integraban a personas con algún tipo de limitación motora. Se producía así una colaboración entre el área de Solidaridad y la de Cultura, concretamente la parte de artes escénicas.

El éxito de la Casa Encendida radica en el batiburrillo, en la simultaneidad de actividades que ofrece (2.000 al año) y en su variedad. “Intentamos que siempre haya algo que puede interesar a un público que, a su vez, se puede reengancharse con otra cosa”, explica uno de los coordinadores de área. Y así ha ido sumando muchos pequeños públicos, faunas de la ciudad —modernos en busca de un concierto indie, exaltados de la escena electrónica más underground, amantes del teatro experimental y la performance, foráneos queriendo aprender español, padres y madres en busca de ocio educativo, pijos que quieren dejarse ver por una exposición de vanguardia, curiosos del street art, parados o teletrabajadores sin despacho, cinéfilos y melómanos, ociosos y gozadores del sol y la luna, jubilados, jardineros de última generación...— que, sin querer, le han ido dando una identidad mestiza a este punto de encuentro.

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Jóvenes creadores

Con los años, y con el firme propósito de dar cabida a creadores emergentes y “romper los prejuicios entre la llamada alta y baja cultura”, en palabras de Guirao, ha asumido también el papel de centro de alumbramiento de jóvenes artistas. Desde ahí saltó esa interventora de arquitecturas llamada Maider López, que llenó de toldos de colores la casa. O el casi siempre polémico Fernando Sánchez Castillo, cuyas piezas se ven hoy en la ferias de Basilea. O Cristina Lucas y sus mapas de denuncia del poder con los que ha cruzado las fronteras españolas...

Conciertos en la terraza

Este año lo llamaron Soundays en la terraza, pero es una de las señas de identidad de la casa. Hasta el año pasado estos ciclos de conciertos llevaron el nombre de La terraza suena y, con ese apodo, se han convertido en un clásico para las tardes estivales de domingo. Por ahí han pasado Joan As a Police Woman, Julia Kent (chelista de Antony and the Johnsons) y Kim Gordon de Sonic Youth.

Meterse en esa casa encendida es un poco como bucear en Internet. Si uno empieza por desayunar en el sofá customizado por el artista Ryan McGuiness de la cafetería, donde Macarena prepara como nadie los molletes tostados con tomate y aceite (2,30 euros el desayuno), es difícil no mirar, al paso, hacia la puerta de la sala A, donde ahora acaba de inaugurarse la exposición de Luois Bourgeois. Y, al salir, cuesta no asomarse a la ventana que da al patio interior. Y, buscando el origen de tanta luz, se encuentra uno subiendo a esa magnífica terraza-azotea en la que lo mismo se toma el sol, se escucha música sobre los tejados de Madrid o se prueba el arte de la jardinería. Y, al bajar, la curiosidad nos asoma a la biblioteca-mediateca y, sin querer, nos sorprendemos husmeando en esa impresionante colección de jazz —5.000 discos de vinilo y 6.000 CDs— que Carmen Navajas, la viuda del crítico Federico González, regaló en su día tras enviar un escueto mensaje: “Tengo algo que os interesa”. Y, con la sensación de haber descubierto un tesoro, cómo no cotillear y ver quién hay en el laboratorio fotográfico y en la sala de radio, justo al lado de la de los talleres de idiomas. Es entonces cuando se imagina la anécdota que recuerda Guirao: “Vino John Berger [pintor y escritor] y estuvo ensayando la reconstrucción de la performance sobre el escultor Juan Muñoz con un mago y un especialista de sonido y decía que lo que más le gustaba era escuchar las voces de los inmigrantes del barrio que estudiaban español en el aula de al lado, gentes de otras culturas intentando meterse en la nuestra”.

Un patio: el corazón de la casa

En la foto se puede ver una instalación perteneciente a una performance dentro de la exposición On and on de arte efímero de la artista Eloise Fornieles. Una exposición que tuvo tantos visitantes como la de Andy Warhol, pese a funcionar únicamente por el boca a boca. De nuevo en el patio central, uno de los espacios más polivalentes de la casa.

Entrar en la casa está tirado -—no cuesta un euro, salvo las actividades infantiles (dos euros), el cine (tres euros) y los conciertos (cinco euros)—. Y si nada atrapa al visitante, ¿quién se resiste, una vez allí, a darse un baño de sol de otoño en la terraza? La Casa Encendida se abre al mundo como lo hace la red: sustituyendo el paradigma del disfrute de la posesión de cosas (discos, canciones, películas, libros...) por el de el uso de las mimas. Así que puede ser la casa de cualquiera mientras cualquiera quiera utilizarla.

El éxito de este proyecto sociocultural no se mide solo por los visitantes, sino por lo exportable del modelo que ideó en su día Guirao con el mismo equipo de 15 jóvenes (aparte de 15 bibliotecarios) con el que sigue trabajando hoy. Se trata de un modelo pionero que luego han seguido otros centros, como el Matadero, convertido hoy en el buque insignia de la cultura madrileña. En la casa se convive en red y no precisamente porque tenga conexión wifi, que también. Los despachos de todas las áreas comparten habitación de modo que es imposible que el coordinador de Educación, no sepa lo que está programando la de Cultura, el de Medio Ambiente o el de Solidaridad. La información fluye en todos los sentidos generando sinergias que dan lugar a cosas como, por ejemplo, las exposición actual de Louise Bourgeois, que lleva aparejada un taller infantil, dos proyecciones de documentales con entrevistas a la artista y un ciclo de cine que se llama Al hilo de Louis con ocho cineastas mujeres que comparten obsesiones con la artista.

‘Roller disco’

Se celebra un par de veces al año. Consiste en varias sesiones de DJ —algunos internacionales— con los que la gente patina y baila al ritmo de la música que pinchan. La segunda semana de diciembre está previsto otro de estos fines de semana de roller disco.

Sin embargo, esta casa ha perdido de vista a sus padrinos con la fusión de Caja Madrid y Bancaja, dos entidades que andaban rondando la puerta de la UVI y que juntas cruzaron su umbral. La Casa Encendida, con diez años recien cumplidos, se enfrenta a un futuro incierto. “Hay dinero para al menos dos años más y luego a ver si se vende el Palacio de la Música u otro edificio”, dice un miembro del equipo gestor. La antigua casa de empeño va a tener que empeñar su mobiliario si quiere mantener su actividad filantrópica. Y será la fundación que está a punto de crearse la que asuma la obra social y la que, a discreción, decidirá cuánto dedica a la economía de una casa que empezó con cerca de 14 millones de presupuesto anual y ahora no llega a los nueve. “Lo importante es la actitud: si tengo cinco gasto cinco. Intento, aunque no siempre se consigue, generar lo mismo”, dice Guirao.

El 2 de diciembre habrá jornada de puertas abiertas con conciertos (Pantha do prince), proyecciones, mesas redondas... para celebrar un cumpleaños que sólo espera un regalo: poder seguir alumbrando Madrid.

Un falso palacio centenario que fue casa de empeños

La Casa Encendida cumple 10 años, pero “la casa”, a secas, cumple 100. Se trata de un gran edificio de tres plantas (además de la azotea), de estilo neomudéjar, proyectado por el arquitecto Fernando Arbós (Roma, 1840-Madrid, 1916). Se empezó a construir en 1911 y se inauguró en 1913 y hoy está protegido con el máximo nivel por los distintos planes de conservación y ordenación.

Para la realización del edificio, Arbós eligió el estilo de moda que evocaba las edificaciones árabes. No era la primera vez que lo hacía y se trataba de una técnica muy común en la arquitectura madrileña del momento que se caracteriza por el uso del ladrillo de distinto color. Con la recuperación del estilo mudéjar, los arquitectos encontraron una fórmula para mantener el uso del ladrillo, un material considerado pobre en la época al lado de otros como el hierro.

La organización del espacio en torno a un patio interior le da un carácter palaciego al edificio. Antiguamente, mientras fue casa de empeño, la planta baja estaba reservada a oficinas, mientras que el piso principal y el primero tenían algunas oficinas y viviendas individuales para jefes y empleados. Los almacenes eran amplias plantas corridas con estanterías y departamentos para que los enseres empeñados pudieran ser colocados en orden. Y las dos torres que lo franquean eran los lugares donde se aireaban aquellas cosas que lo requerían: colchones, mantas... Cuentan que, cuando llegaba la Feria de San Isidro, había quienes se pagaban el abono de los toros empeñando el colchón. Durante meses dormían sobre la tabla de la cama y, al acabar las fiestas, vendían las últimas entradas para recuperar el buen sueño hasta el próximo año. Alguno de esos se ha dejado caer muchos años más tarde por el mismo edificio, ya rehabilitado y convertido en lo que es hoy. La restauración del edificio de La Casa Encendida corrió a cargo de Carlos Manzano y asociados, que realizaron el proyecto en 1999 y lo finalizaron en el 2002. En esa rehabilitación se dejó intacta la esencia del edificio para respetar su valor histórico-artístico.

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