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Pecio de plata y aceitunas

Un barco hundido en el puerto de Cádiz se traslada a una zona más segura y menos profunda

Una moneda hallada en el pecio del puerto de Cádiz.
Una moneda hallada en el pecio del puerto de Cádiz.ROMÁN RÍOS

Parece que Lorca ha escrito esta historia. El mar de Cádiz ofrece estos días plata y aceitunas. Las sirve el yacimiento arqueológico subacuático encontrado durante las obras de la terminal de contenedores del puerto de la capital gaditana. Allí descansan dos barcos. Inmersiones durante un mes han permitido extraer de uno de ellos lingotes de plata, cerámicas, munición, quijadas de cabra, planchas de cobre y una coraza. Y también vasijas cargadas de aceitunas. La posición del otro barco y su cercanía con la obra impiden su investigación. Así que la Autoridad Portuaria, tras conseguir el permiso de la Consejería de Cultura, ultima una operación pionera en España: el traslado del pecio a una zona menos profunda para garantizar su conservación y la continuidad de la obra.

El Puerto de Cádiz considera que la nueva terminal de contenedores será un revulsivo económico para la ciudad, un proyecto que no puede detenerse ni retrasarse. El hallazgo de los dos barcos hundidos fue, según el presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Barra, un “contratiempo”. Se ha logrado salvar apostando por un proyecto en el que Cádiz volverá a adelantarse y a ser un referente en arqueología subacuática como ya lo fue al crear hace más de una década el primer centro autonómico dedicado a estas investigaciones. Ese edificio, en el balneario de la Palma, dependiente de la Consejería de Cultura, es el que supervisa las tareas arqueológicas de la empresa Tanit, contratada por el Puerto. La Junta ha dado el visto bueno, a pesar de que la Unesco recomienda que los restos arqueológicos sumergidos se mantengan en su lugar. “En este caso es una obra prioritaria para Cádiz y hay un esfuerzo por conservar el patrimonio”, aclara la directora del centro, Carmen García Rivera.

El traslado del barco encarece la obra de la nueva terminal en 500.000 euros. Ya está lista una estructura metálica construida especialmente para mover el pecio. Tiene 26 metros de eslora. Se sumergirá rodeando el navío, que se encuentra a una cuota media de 14 metros de profundidad. La idea es elevarlo hacia una cama ya preparada en las proximidades a cinco metros bajo el agua. Una balsa, durante la pleamar, elevará el barco hasta su ubicación final, donde los arqueólogos podrán seguir investigando en mejores condiciones de visibilidad. Y, sobre todo, seguros.

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Es la primera vez en España que se hace algo similar. Las autoridades reconocen ciertos temores por la operación. Pero el traslado ha sido sometido a tres consultas previas con expertos, que han validado el proyecto técnico. La previsión es que todo esté listo para trasladar el barco entre finales de noviembre y principios de diciembre.

Mientras tanto, los arqueólogos de la empresa Tanit y del Centro de Arqueología Subacuática siguen sumergiéndose en el otro barco, donde las condiciones de visibilidad son casi nulas. “Trabajamos casi tanteando, apenas vemos 20 centímetros delante de nosotros”, explica el director de la excavación, José Manuel Higueras. A pesar de estas dificultades, ya han salido a la superficie muchas piezas que han permitido lanzar la hipótesis de que se trataba de barcos del siglo XVII que hacían la ruta con América, aunque para probarlo se necesitarán años de investigación. Y hay de todo: vajillas, cerámicas, pipas, un peto de hierro y planchas de cobre para acuñar monedas. Y lo más llamativo y lorquiano: nueve lingotes de platas y vasijas de aceitunas. “La plata y una aceituna pueden tener distinto valor económico pero para entender la Historia nos vale casi de la misma manera”, explica Carmen García Rivera.

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Los restos aparecieron durante un dragado, gracias a las cautelas que impone la ley de Patrimonio ya que está zona está catalogada como de servidumbre arqueológica: lugar donde no habían aparecido yacimientos, hasta ahora, pero se presuponía que podía haberlos. Andalucía fue la primera comunidad en reconocer esa figura cuya utilidad se ha demostrado con estos hallazgos. Aquí Cádiz también ha sido pionero.

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