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‘Garbancito’ y los huevos de oro

El expresidente de la Confederación Miño-Sil, Francisco Fernández Liñares, era considerado desde hace años por otros socialistas como un “cacique” y un “peligro”, pero ejercía de mano zurda de Orozco

Francisco Fernández Liñares, en Lugo, en julio de 2008.
Francisco Fernández Liñares, en Lugo, en julio de 2008.XOSÉ MARRA

Quiso suceder a Cacharro al frente de la Diputación de Lugo, pero se tuvo que conformar con cobrar mordidas (supuestamente un 10% del presupuesto de las obras) desde el despacho principal de una confederación hidrográfica que le entregó todavía envuelta en el paquete, nueva y en pañales, el gran preferido del padre Orozco, José Blanco, al frente del Ministerio de Fomento. Cuando Francisco Félix Fernández Liñares, nacido en Dumbría hace 61 años, fue destinado a controlar el pulso del Miño y el Sil, la aorta y la carótida de Galicia, con sus correspondientes cuencas y afluentes, y sus 40 embalses (la gran mayoría en manos de las hidroeléctricas) hacía un año que José Ramón Gómez Besteiro, 16 años más joven, había ocupado el puesto en el Gobierno provincial que él tanto ansiaba.

Liñares estaba entonces en la cúspide del gobierno local, acompañaba a Orozco desde su primer mandato y ya iban por el tercero. Siempre había sido segundo teniente de alcalde, y había pasado por las concejalías de Servicios Públicos, Policía y Seguridad Ciudadana, Economía y Zona Rural. Ahora sustituía a Gómez Besteiro como edil de Urbanismo con la encomienda de sacar adelante el plan general. En el cambio de concejalía, logró no desprenderse de la de Zona Rural, su gran baza. Lugo tiene 54 parroquias rurales y 320 pequeños núcleos de población desperdigados a lo largo y ancho de unos 300 kilómetros cuadrados en los que viven 9.000 potenciales votantes. El PP había destacado a su propio hombre para ganarse al electorado rural, Serafín Pena Souto. Y Orozco encontró en Liñares el equivalente. Su penetración en el paisaje verde-leira fue tal que enseguida se ganó entre los suyos la reputación de “cacique”. “Pero un cacique de poca monta”, puntualiza un histórico del PSdeG (que se sincera a cambio de que no aparezca en estas líneas su nombre), nada comparable a “lo que se sabe ahora”.

En el sumario de la Operación Carioca, matriarca de la tribu Pokémon, se describe una tensa escena que simboliza la ruptura entre dos socialistas, Besteiro y Liñares, incubados bajo el ancho abrigo de Orozco. Corría el año 2007. El primero acababa de tomar posesión en la Diputación Provincial, y el segundo, que caminaba en dirección contraria por el centro de Lugo con el alcalde y más ediles, le dijo: “Parece que vas muy contento”. Y con ese tono socarrón que le caracteriza añadió: “Pero, bueno, arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Porque voy a estar aquí tanto tiempo como tú”. No queda claro a qué se refería Liñares con “aquí”, pero solo si significa “en la provincia de Lugo”, habría estado en lo cierto. Efectivamente, ahora el político, que últimamente seguía ejerciendo como funcionario en la Confederación, vive en la cárcel de Monterroso, en prisión provisional porque la juez, que lleva siguiendo calladamente sus pasos unos tres años, lo considera cabecilla de la trama que conseguía adjudicaciones públicas a cambio de sobornos.

Esto distanció a Liñares no solo de Besteiro. Según se recoge en las diligencias, su comentario incomodó también al alcalde, que más adelante llegó a echarle en cara, durante una fiesta vecinal en la que había más testigos, que si la Policía Local estaba sublevada contra el Ayuntamiento era por su culpa.

Luego corrieron rumores de todo tipo. En la calle circuló que la presidencia de la Confederación era un premio tras nueve años de servicios prestados al gobierno local, pero también que era un consuelo por lo de la Diputación, o una manera airosa de deshacerse de él. De esta manera, José Blanco compensaba a Orozco: un socialista forjado en Lugo gobernaría el organismo que, tras un pulso entre las dos ciudades, se llevó Ourense. Y Liñares lo hizo siempre dando la cara a favor de las hidroeléctricas, para las que tramitó varias centrales. Una de las obras (Santo Estevo II, de Iberdrola) permitió un histórico y traumático exprimido del Sil.

Un miembro del partido recuerda con nostalgia aquel momento como el de mayor gloria del PSdeG de Lugo: “Estábamos en el Gobierno central; teníamos la Diputación, el Ayuntamiento y la Confederación”. Pero con el trasvase de Liñares a Ourense, también la magistrada Pilar de Lara, que dirige la Operación Pokémon, amplió su horizonte para desgracia de la formación política. El “cacique de poca monta” había cambiado su fama por la de “hombre peligroso” y sin embargo sus compañeros de siglas no lo retiraron a tiempo.

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Las diez horas de declaración ante la juez dieron para muchísimo. Liñares, supuestamente, se ofreció a devolver los 300.000 euros que, grosso modo, calculó que había cobrado a cambio de favores. Además, habría confesado que recibía mensualmente de Vendex (el grupo empresarial que vertebra la trama) una nómina de 3.500 euros, aunque no está claro si el dinero era solo para él o para repartir entre los resortes de la red. El imputado por cohecho, prevaricación, blanqueo y tráfico de influencias remató su serenata citando a decenas de empresarios que le pagaron presuntos “donativos” por conseguir contratas.

Esta rutina la juez ya la conocía. El protagonista de otro revelador sumario abierto en los juzgados de Lugo, el de la Operación Campeón, explicaba hace ya meses cómo se las gastaba el expresidente de la Hidrográfica: exigía a los empresarios el cobro de las comisiones ilegales “por adelantado”; y lo mejor de todo, “sin garantía” de que la obra se les fuese a conceder. Ese día en que Dorribo pidió expresamente hablar de Liñares probablemente el exconcejal lucense ya respondía a los alias de Garbancito y Tkachenko, utilizados por los protagonistas de la trama para despistar a los investigadores desde el momento en que presintieron su aliento en la línea telefónica.

Fernández Liñares, con formación en Económicas, casado y con dos hijos, había llegado a Lugo como funcionario del Estado y, como tal, antes que concejal socialista, llegó a ser delegado del Ministerio de Agricultura. Entonces, según relata otro veterano del PSdeG, Antonio Gato, alcalde de Monterroso, era un “ciudadano entrañable, gran conversador, que dice cosas de veras interesantes”, una “persona trabajadora, austera, sobria y desprendida”. A él, por ejemplo, cuando aún no era regidor, le dedicó tardes enteras “de forma totalmente desinteresada”, es decir, “sin cobrar”, para enseñarle dos asignaturas de Derecho que se le habían atravesado, “Hacienda pública y Economía política”.

En 1999 llegó con Orozco al gobierno local de Lugo y se hizo íntimo de Javier Reguera, que pasó de conserje de la policía local a, según se dice en el sumario de la Carioca, jefe de la empresa de la ORA que entraba sin llamar siempre que se le antojaba en el despacho del alcalde. Reguera, imputado y encarcelado por el caso Pokémon, fue el punto de partida de la juez. El funcionario era, junto con otro implicado en esta operación —el administrador de la empresa de la grúa, Manuel Santiso—, titular de la finca y la casa del club Queen's, epicentro de la mafia Carioca. Las propiedades las habían adquirido supuestamente conchabados con agentes de la Policía Local que previamente habían extorsionado al dueño del solar y el inmueble, el fabricante de quesos Jesús Prado.

Tirando del hilo de Reguera, los investigadores llegaron a Liñares, a la gran amistad que unía a ambos, a las reuniones diarias entre ellos, tanto en despachos de la Administración local como en el piso o en el chalé del concejal. A estas alturas, por Lugo ya circulaba el rumor de que Reguera (entusiasmado con la especulación inmobiliaria) y Santiso eran testaferros de Liñares y su grueso patrimonio. Algunas de las fincas rústicas que adquirió el edil entonces se transformaron en urbanas contra el criterio de la Xunta cuando se aprobó el plan general que él mismo impulsó en su etapa en Urbanismo.

En el mandato en que se hizo cargo de la Seguridad Ciudadana, Liñares organizó un cuerpo paralelo de policía que resultó ser ilegal y puso al cargo a un agente, Daniel Corral, que obedecía cualquier tipo de orden. Estos 16 policías, según el sumario de la Carioca, dejaban de controlar la salida de los colegios para ir a ratificar multas de la ORA. Ahí, se dice, halló el edil “un filón de oro” para el Ayuntamiento. Había comenzado la metamorfosis de Garbancito. La Administración de los huevos de oro empezaba su vida fértil.

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