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De las consultas soberanistas a la marcha del millón

El objetivo de la Asamblea Nacional Catalana es la independencia en 2014

Manifestantes el pasado día 11 en la Via Laietana de Barcelona.
Manifestantes el pasado día 11 en la Via Laietana de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

La fiebre independentista en Cataluña que explotó en la Diada, y que luego fue abanderada por el Gobierno de Artur Mas, responde a unas siglas: ANC, la Asamblea Nacional Catalana, una asociación que hace un año no existía y que se presentó en sociedad en marzo a lo grande, en el Palau Sant Jordi de Barcelona con un objetivo muy ambicioso: lograr la independencia de Cataluña. La primera etapa era convertir la Diada en una demostración de fuerza, y su éxito desbordó a los propios organizadores: un millón y medio de personas, según la Guardia Urbana, colapsaron Barcelona, en una marcha que la ANC impulsó, pero que fue atizada por el Gobierno catalán y los partidos soberanistas, amén de todo el entramado de asociaciones y entidades que forman el conglomerado del secesionismo catalán. La ANC, nacida como el enésimo intento de unir el independentismo, movimiento que tiende a la atomización, lo consiguió. ¿Por qué?

La mecha prendió el 13 de septiembre de 2009, en la pequeña localidad barcelonesa de Arenys de Munt (Maresme), convertida desde entonces en la meca del independentismo catalán. Ese día, la localidad celebró el primer referéndum por la independencia. La votación no tenía validez legal alguna, pero logró el éxito por contagio. Semanas más tarde, se le unieron decenas de localidades catalanas, con Vic como principal núcleo de votación. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, en 2010, aceleró aún más las votaciones. Con el referéndum de Barcelona, el 10 de abril de 2011, en el que votó Mas y gran parte de su Gobierno, acabó el recorrido de las consultas. En más de medio millar de municipios, 900.000 ciudadanos votaron en las consultas, organizadas cada una de ellas por plataformas locales de ciudadanos. “¿Y ahora qué?”, se preguntaron los organizadores. El siguiente paso estaba en marcha.

Dos días después de la consulta de Barcelona, se presentó un manifiesto, firmado por personas vinculadas al proceso de referéndum y las caras visibles del independentismo catalán, en el que se conminaba a la sociedad civil a organizarse para lograr la independencia. A la llamada respondieron 1.300 personas que el 30 de abril de 2011 se citaron en el Palau de Congressos de Barcelona, y que se dividieron para articular un movimiento civil y transversal que luchara por la secesión desde la base. La inspiración era la Asamblea de Cataluña, la organización que aglutinó la oposición democrática en la comunidad durante los últimos años del franquismo: pasar del Llibertat, Amnistia, Estatut d’Autonomia de la transición al i, inde, independència tras el Estatuto.

Durante 10 meses, el movimiento articuló su entramado. Colaboró con el avispero de organizaciones independentistas de toda índole, se presentó por todo el territorio y se puso de largo oficialmente en marzo de 2012 con asambleas locales repartidas por todos los municipios y otras sectoriales que cubrían un amplio espectro profesional: se trataba de hacer el movimiento lo más grande posible, en vertical (de los municipios a toda Cataluña) y en horizontal (de todos los sectores de la sociedad civil).

El éxito de la ANC se debe a su carácter transversal y apartidista

Para llegar al 11 de septiembre, centenares de voluntarios le echaron horas; colaboraron con entidades soberanistas, con un papel destacado para la Asociación Municipios por la Independencia, que agrupa a 636 de los 947 Ayuntamientos catalanes; financiaron los gastos con las cuotas de sus socios (cuatro euros al mes) y la venta de camisetas, y lograron fletar 1.111 autobuses —pagados en su inmensa mayoría por los propios viajeros— que fraguaron el éxito de la manifestación independentista. Su hoja de ruta marca el siguiente paso: la independencia para 2014, ya sea vía referéndum o, si falla, con una declaración unilateral en el Parlament.

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El éxito de la ANC se debe a su carácter transversal y apartidista. Al frente, como presidenta, Carme Forcadell (Xerta, 1956), que combina su trabajo en el Departamento de Enseñanza con la vinculación al mundo asociativo independentista. Militante de ERC, es vicepresidenta de la Plataforma pel Dret a Decidir, socia de Òmnium Cutural y está en la ejecutiva de Plataforma per la Llengua. Con un mensaje contundente pero un tono reposado, logró que todos los partidos se mojaran, y su llamada a marchar por Barcelona se convirtió en una polémica política que incomodó a los grandes partidos, especialmente Convergència i Unió.

CiU no solo acudió a la manifestación, sino que finalmente la ha capitalizado, y se presta a aprovechar el tirón en las siguientes elecciones. En el auge de CiU ha colaborado la ANC. Forcadell y miembros de la entidad se reunieron con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, tres días después de la manifestación, y le dieron su aval para abrir un proceso independentista. Fue un gesto comprendido por los integrantes de la ANC, satisfechos con el órdago de Mas en Madrid proponiendo un “Estado propio”.

Sin embargo, otro gesto en favor del presidente catalán ha abierto una grieta en la ANC. El jueves, tras la reunión de Mas con el presidente Mariano Rajoy en Madrid para tratar el pacto fiscal, el líder catalán fue recibido por una multitud en la plaza de Sant Jaume de Barcelona. La ANC convocó a sus afiliados a apoyar a Mas, en lo que se convirtió en el primer acto de la precampaña catalana. Este gesto molestó a algunos integrantes de la entidad, que temen que este intento de aglutinar al independentismo civil pierda su esencia apartidista. La ANC deberá controlar sus pasos y posicionarse en las elecciones, y ahí vivirá otra prueba de fuego. Lo más importante, tras el éxito, es mantenerse.

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