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OPINIÓN | José Ramón Fernández Antonio

Déficit de resultados y de estrategia

A lo largo de los últimos tres años, Galicia ha empeorado su situación en términos de crecimiento económico y empleo

Ha terminado la legislatura en la que la mayoría absoluta del PP determinó el gobierno de Núñez Feijóo. Es hora, por tanto, de examinar cómo ha evolucionado en estos años la economía de Galicia. El entorno no ha sido desde luego favorable. No lo ha sido para Galicia ni para el resto de España. No lo era ya en 2008, pero en el período de gobierno del PP la economía gallega ha ido a menos. En él se han tomado decisiones que afectaron a sectores estratégicos de futuro, como el de las energías renovables con una expeditiva suspensión de las concesiones eólicas otorgadas por el Gobierno anterior, que provocaron la pérdida de liderazgo de nuestra comunidad en el conjunto de España.

La economía gallega presenta unos resultados comparativamente peores que los obtenidos por el conjunto de España, lo que implica un progresivo debilitamiento y una pérdida de posiciones en el conjunto de las comunidades autónomas y de la economía española. A lo largo de los últimos tres años y medio, Galicia ha empeorado su situación en términos de crecimiento económico, déficit presupuestario, deuda pública y empleo. También ha empeorado su situación relativa en relación con el resto de las comunidades autónomas. Veamos algunos indicadores significativos.

El crecimiento económico de Galicia alcanzó el 1,7% en 2008, el doble de la media española (0,9%). Por el contrario en 2011, en Galicia se redujo al 0,3%, un tercio de la media española (0,9%). Pero lo más ilustrativo es el hecho de que en 2008 ocupamos el tercer puesto entre las 17 autonomías en cuanto a la progresión real del PIB, para descender a la posición 12ª en 2011.

En esos tres años, se multiplicó por cuatro el déficit de la Xunta. Galicia fue la comunidad que presentó el menor déficit en 2008 (0,37% del PIB) cumpliendo holgadamente el objetivo de estabilidad presupuestaria fijado para ese año por el Consejo de Política Fiscal y Financiera (1% del PIB). En 2011, el déficit de la Xunta se elevó al 1,61% del PIB incumpliendo el techo del 1,3% establecido. El ahorro presupuestario de 1.607 millones de euros en 2008 permitió financiar unas inversiones (gastos de capital) de 2.751 millones. Frente a estas cifras, en 2011, el ahorro presupuestario fue negativo (-57 millones). Las inversiones se redujeron a la mitad, cayendo hasta 1.218 millones en 2011, mientras que el conjunto de las gastos de personal y de compras de bienes y servicios se incrementó en 64 millones.

Como consecuencia del déficit generado a lo largo del trienio 2009-2011, la deuda pública aumentó un 77% (3.055 millones de euros, lo que equivale a 1.093 euros por habitante) elevándose hasta 7.009 millones. El ratio deuda pública/PIB se incrementó del 7% en 2008 —por cierto menor que la correspondiente a 2005— al 12,3% en 2011. Galicia ha perdido 113.700 empleos entre el segundo trimestre de 2009 y el segundo de 2012. La tasa de paro casi se duplicó —más que el conjunto de España— al pasar del 12,9% al 21,07%, retrocedido del puesto 5º al 8º en términos de comunidades con menor tasa de paro.

Toda crisis supone un cambio en el panorama competitivo de las empresas y de los países: unos saldrán debilitados y otros fortalecidos. Lo único seguro es que la crisis cambiará de forma significativa el mapa económico en que hasta ahora se ha desenvuelto la economía gallega. Las crisis implican riesgos, pero también ofrecen oportunidades. El mayor riesgo está en la pasividad y en el autoengaño, y sobre todo en la falta de una estrategia para afrontarlas.

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Las políticas de ajuste, por sí solas, no son una estrategia de futuro, se limitan a corregir el pasado. Existen ámbitos mejorables, con ineficiencias, pero no todos los ajustes son iguales, ni producen los mismos efectos sociales. Decidir en qué y en cuánto se aplican es una cuestión política. En cualquier caso, centrarse solo en los ajustes es reconocer la falta de estrategia. Galicia necesita disponer de una estrategia clara, con visión de futuro que establezca objetivos alcanzables orientados al impulso de la actividad económica, la creación de empleo y el bienestar de los ciudadanos.

Puede afirmarse que la política unidimensional de ajustes se ha saldado con unos perniciosos efectos macroeconómicos y, al mismo tiempo, con un gobierno huérfano de una estrategia de crecimiento que oriente las decisiones de los agentes económicos hacia la senda de una mayor eficiencia, competitividad y cohesión social y territorial.

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