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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por el bien de la UE?

Pues nada, que el verano se acaba y esto no sólo no mejora sino que va a peor. La epidemia de estupidez que se extiende por Europa desde hace más de cuatro años, ha demostrado un grado tal de resistencia al sentido común que algunos comenzamos ya a dudar de la capacidad mental de sus actuales dirigentes. A no ser, claro, que lo que se esconda detrás de esta aparente enajenación mental, sea una conspiración en toda regla por parte de los alemanes y de sus plañideras comparsas para acabar con el Euro y desprenderse del costoso lastre de los países del sur, más pendientes de la “fiesta y la siesta” que del trabajo, en la afortunada versión electoral acuñada por Merkel para consumo interno.

En medio de una vorágine de recortes irresponsables y de innumerables “reformas estructurales” de las que nadie ha explicado aún su verdadero significado, el largo y el corto plazo, la coyuntura y la estructura, se mezclan y solapan en un cóctel explosivo en el que la única variable de ajuste es la social, mostrándose por lo demás prácticamente irrelevantes en el terreno económico.

La historia económica del siglo XX ya demostró que de las crisis profundas y prolongadas no se sale acudiendo a las recetas monetaristas ortodoxas, o a la prudencia presupuestaria (justificable en épocas de normalidad), sino con medidas monetarias y fiscales contundentes a corto plazo para taponar la sangría de la recesión, y poder abordar a continuación las reformas estructurales, sea lo que sea que estas signifiquen.

Y lo más curioso del caso es que quienes mantienen estas tesis no son izquierdistas peligrosos, sino economistas moderados y sensatos partidarios de la viabilidad a largo plazo del sistema. Como lo fue Keynes en su día, al enfrentarse a la ortodoxia clásica a cuyos miembros se les suponía, precisamente, los auténticos defensores del capitalismo, mientras éste agonizaba, literalmente, entre sus brazos. Como la mantiene también financieros “estructurados” como George Soros, un defensor inteligente del capitalismo que no acaba de entender cómo el capitalismo puede ser tan estúpido.

Entonces, ¿por qué esta sinrazón? ¿Por qué cada vez que se ve algo de luz al final del túnel, aparece Merkel, o Draghi, o el presidente del Bundesbank para enfriar las expectativas? ¡Ah, claro! por el fantasma de la inflación, ¿cómo no habíamos caído antes? Aunque, ahora que lo pienso, la única inflación que conocemos hasta ahora es, precisamente, la provocada por la caída del valor de euro que eleva los costes de las empresas, y cuando, además resulta que el deterioro del euro es, hoy por hoy, responsabilidad exclusiva de quienes, como Merkel, no quieren hacer lo que debieran haber hecho desde hace muchos meses. Si hablamos del bien de la UE, claro está. No de ganar unas tristes elecciones que reafirmen la hegemonía alemana sobre el imperio de la nada. Lástima de Europa.

@AndresGReche

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