Con ella llegó el Modernismo

Cuando desde 1.111 metros de altura Azorín recorría con la vista el valle del Medio Vinalopó destacaba, junto al “castillo con una torre triangular” de la Mola, el santuario de Santa María Magdalena, en Novelda. El templo llama la atención también desde la carretera y parece concebida por un discípulo de Gaudí. Pero antes de visitarlo, conviene pulsar el corazón del insólito modernismo noveldense, que late en dos casas de la calle Mayor. Eclécticas, las fachadas gustan pero no asombran tanto como el interior de la hoy convertida en Casa Museo, donde es imposible permanecer insensible ante el alarde decorativo y el coqueteo con la luz que estalla a la vista. Y los ojos se van a la escalera en espiral y su balaustrada, la rejería, los estucados, las vidrieras, el trabajo en madera de puertas y ventanas y la decoración toda. La luz cenital se proyecta con intensidad variable a través de la escalera y, algo menos, de la claraboya del vestíbulo. Se juega con la iluminación desde la entrada hasta el patio posterior, donde la luz vuelve caer desde lo alto, sobre un claustro con acceso a estancias. “Ahí se ven las propiedades que tenía la señora”, comenta un empleado, señalando las imágenes del zócalo de azulejos pintados que recorre las paredes del claustro.

Repuesto uno de la sorpresa y considerando que este es uno de los primeros edificios modernistas valencianos, la pregunta es: ¿Cómo pasó? ¿Qué visión tuvo “la señora”, Antonia Navarro Mira, nacida en 1846 y conocida también como La Pichocha, para embarcarse en esta aventura?

 Sabemos que se casó y enviudó joven y que tuvo dos hijas que le sucedieron y un hijo que murió. Que perteneció a una familia liberal moderada. También, como subraya la profesora Dora Nicolás en La casa modernista como espacio doméstico para los sueños, que en la calle Mayor 24, “la temática de lo femenino esta por doquier, aunque sea escondido tras cancelas y celosías, en un interior especial en el que ellas”, la madre y las hijas, “son las únicas protagonistas”.

También recuerda que viajó, que estuvo en París y Viena. Fue en 1899, siendo su padre alcalde, cuando encargó el proyecto al arquitecto murciano Pedro Cerdán, que había estudiado en Barcelona y construido edificios modernistas en Murcia. Como contaba José Payá, director del museo, en entrevista reciente en la SER, La Pichocha era veraneante asidua del balneario de Fortuna, donde alternaba con la élite murciana que había comenzado a hacer edificios con Cerdán. Pero sobre todo, fue “una de las mujeres más importantes y emprendedoras de su época”, asegura Augusto Beltrá, gerente de la Librería La Farándula, que da cuenta de las propiedades y participaciones en sociedades que heredó del padre, administró y amplió con tiempo e inteligencia. Beltrà es autor de un libro sobre La Romana, antigua aldea noveldense cuya “evolución, modernización y progreso” fue obra de Antonia Navarro, que urbanizó parte del lugar y propició la construcción del templo de San Pedro Apóstol.

El caso es que tras lo que ahora es Casa Museo, vino todo lo demás. Ella misma encargó a Cerdán otra casa modernista para su hija en la misma acera. Y otros burgueses siguieron su estela. El cronista oficial Pau Herrero subraya la Casa Mira, aunque no tenga fácil visita por ser propiedad privada. “Si la Casa Museo es la comida opípara, la Casa Mira es el café con pastas posterior", compara y destaca de ésta “una exuberancia cromática” superior a la casa de Antonia Navarro.

Herrero invita a conocer, asimismo, el Parque del Oeste, generoso en trencadís y, aunque construido en 1999, deudor del impulso modernista de principios de siglo. Un impulso que alcanza al Santuario de la Magdalena, ambicioso templo concebido por un ingeniero noveldense formado en Cataluña, Jose Sala, y del que el cronista local destaca el contraste entre “la riqueza ornamental del exterior y la frugal sencillez del interior”. Tras ver el santuario y el castillo de la Mola, es lícito desviarse del modernismo y acercarse a unos viñedos y una bodega de los que se da noticia ya en 1574, refiriendo cómo “los Abat dieron en plantar viñas en la partida de Cecilla”. Y es entonces cuando se cae en la cuenta de que Novelda está rodeada de viñedos desde mucho antes de la eclosión modernista.