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“Se ha acabado el paraíso”

Los vecinos de las urbanizaciones de Robledo y Valdemaqueda afectadas por el fuego asisten a la destrucción del paraje natural de la sierre oeste

F. Javier Barroso
Mariano González ante el paisaje humeante que se divisa desde su finca junto al río Cofio.
Mariano González ante el paisaje humeante que se divisa desde su finca junto al río Cofio. ÁLVARO GARCÍA

A Mariano González, de 72 años, solo le faltaba ayer llorar, mientras miraba desde su chalé la sierra arrasada por las llamas. Una inmensa pradera se había convertido en un paisaje oscuro, gris, lleno de muerte. “Esto ya no es lo que era. Se ha acabado el paraíso. Se ha convertido en una ruina y jamás volverá a ser como antes”, afirmaba con una rabia contenida este vecino de Lavapiés con su familia al lado.

Mariano González compró su finca hace 30 años en una de las curvas del río Cofio. “Me enamoré del paisaje, de que nadie pudiera construirme delante y, sobre todo, de oír por la noche el discurrir del agua”. Ayer este paraje había quedado transformado en cenizas, en tocones aún humeantes en medio del ruido ensordecedor de los helicópteros que trataban de aplacar el fuego soltando miles de litros de agua. “Muchas veces me dan como ataques de ira por todo lo que se ha perdido. Otras veces pienso que, a este mundo venimos sin nada, en pelotas y que hay que seguir adelante”, añadía indignado. Mariano y su familia habían pasado toda la noche anterior en vela asistiendo al trabajo de los bomberos. “Le han echado mucho valor. Se han metido de noche con linternas para que las llamas no fueran a más. Si nos llegamos a ir, como nos dijeron, habrían dejado que se quemara la casa”, explicaba a continuación.

Los bomberos aún no habían dado por extinguido el incendio. Según se recorría la inmensa zona devastada, se veían rescoldos con pequeñas llamas y humo que salía de la propia tierra por doquier.

Las caras de muchos vecinos que regresaron a sus casas a partir de mediodía eran de absoluta desolación. Muchos no podían contener las lágrimas. Uno de los que más molestos se mostró fue Domingo de la Fuente, de 92 años y vecino de Valdemaqueda, que ha visto siniestros muy importantes en la zona, pero ninguno de las dimensiones de este. “Antes los montes se cuidaban. Entraban 14.000 ovejas y 3.000 cabras y estaban todas las laderas limpias. Parece mentira que, con tanto medio, y tantas personas, no hayan sido capaces de parar todo esto”, se quejaba mientras contemplaba la actuación de los medios aéreos en la cuerda de Santa Catalina. “La zona, cuando mejor cuidada estaba, era cuando la explotaba la Unión Resinera. Los pinos estaban limpios para poder utilizar todo lo que daban. Desde que lo han vendido a particulares y le han puesto alambradas, se han quedado capas y capas de vegetación que prenden con mucha facilidad”, añadía este nonagenario, constructor durante 35 años.

La plaza de Valdemaqueda, donde estaba montado el dispositivo de crisis de la Comunidad de Madrid, fue el foco de atención de muchos vecinos y curiosos. Una veintena de jóvenes se ofreció a los responsables de la extinción para controlar la zona que les indicasen. Aseguraron que no querían estar con los brazos cruzados viendo cómo se destruía una zona tan rica en vegetación y en fauna. Muchos de ellos están en paro porque se dedican a la construcción. “Nos han dicho que controlemos con nuestras herramientas la zona de la urbanización Rio Cofio y que, si tenemos problemas, llamemos al 112”, comentaba Miguel Gil, uno de los jóvenes. Justo detrás de ellos, se veía lo que un bombero describió muy gráficamente como “el paraje lunar”.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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