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Un símbolo de la decadencia eólica

La multinacional vasca Gamesa, con tres plantas en Galicia, ha prescindido de 500 empleados en tres años y prepara un ERE temporal para otros 226

Instalaciones de la compañía Gamesa en el polígono de As Somozas de Ferrol. / GABRIEL TIZÓN
Instalaciones de la compañía Gamesa en el polígono de As Somozas de Ferrol. / GABRIEL TIZÓN

El viento gallego ya no es un buen negocio para Gamesa. El potencial eólico de Galicia, que un día se publicitó como el salvoconducto milagroso hacia una economía pujante basada en una fuente de energía inagotable, cotiza a la baja. La estampa de los molinos girando en lo alto de pastos escarpados y montes revalorizados por los gigantes blancos instalados en todos los rincones ventosos de la orografía está prácticamente congelada porque el eólico gallego sigue atascado en una monumental chapuza política.

La misma semana que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) declaró ilegal la anulación que la Xunta de Alberto Nuñez Feijóo hizo del primer concurso eólico del bipartito, Gamesa, anunció un ERE (expediente de regulación de empleo) rotatorio que afecta prácticamente al 100% de la plantilla de su planta de As Somozas (A Coruña). La fábrica de palas y vigas de As Somozas, que se comercializa como Fiberblade, era la joya de la corona de las inversiones en Galicia de la empresa vasca, que ahora parece batirse en silenciosa retirada bajo el escudo de la crisis.

De los 244 operarios indefinidos de la planta, 226 se turnarán un mes y medio en el paro en grupos de 62 durante el próximo semestre. Los planes de la empresa pasan por adelgazar la plantilla de inmediato y aplicar el ERE a principios de septiembre, según fuentes sindicales. Quedarían fuera de la regulación 18 trabajadores adscritos a los departamentos de gerencia, recursos humanos e ingeniería.

Empleos muy cotizados

La planta de Gamesa en As Somozas es un caso un tanto atípico de una multinacional en un pueblo despoblado del rural gallego (1.306 vecinos). La empresa eligió esta localidad interior de A Coruña como lanzadera para sus modelos de palas, que exporta a través del puerto de Ferrol, tocado por la caída de la producción. Construyó dos inmensas naves en un polígono industrial municipal surgido de la nada y lejos de casi todo que, sin embargo, funciona bien. Abaratar el precio del suelo convirtió As Somozas en la capital gallega del reciclaje de la mano de 67 empresas.

Cuando el viento económico les soplaba de cara, Gamesa llegó a emplear a 750 trabajadores en sus plantas de vigas y palas. La empresa tiró de la comarca con empleos bien remunerados incluso para los temporales (500), con un sueldo medio de 1.600 euros, y un convenio particularmente protector con las embarazadas.

Capítulo aparte merece la política de contratación. Es un secreto a voces que entrar en Gamesa era un golpe de suerte que pasaba por el filtro de la alcaldía, que gobierna interrumpidamente desde 1979 el popular Manuel Candocia, devoto de Fraga. Una sobrina del regidor, Nuria Fernández Candocia, es la jefa de recursos humanos para la zona norte.

Gamesa es, posiblemente, el ejemplo que mejor sintetiza el auge y caída del eólico en Galicia. La multinacional vasca —con fábricas en EE UU, Brasil, India y China— desembarcó en la comunidad hace 15 años con el plácet del Gobierno de Manuel Fraga. El Plan Eólico Estratégico del 2000 les otorgó 760 megavatios (MW). Abrieron plantas en Bergondo, Sigüeiro y As Somozas con inversiones multimillonarias que prometían empleo estable a largo plazo. La primera está cerrada y la de Sigüeiro ha pasado por un largo ERE. El primer reparto del viento gallego que hizo el bipartito (PSdeG-BNG) les adjudicó 142 MW pero el concurso eólico del Gobierno de Feijóo dejó a Gamesa sin los megavatios que acapararon Gas Natural Fenosa y Endesa. La compañía aspiraba a copar un gran trozo del pastel (460 MW) y la Xunta le adjudicó 168 como fabricante pero ninguno como promotor de un total de 2.325 en liza. Gamesa se quejó amargamente del desaire y amagó con desinvertir en la comunidad.

Desde septiembre de 2008, Gamesa ha prescindido de medio millar de operarios eventuales y temporales en As Somozas. En noviembre del 2010, echó el cierre a la planta de vigas, la más antigua, y reagrupó plantilla y producción en la segunda nave. En los buenos tiempos, relata un veterano empleado, se fabricaban 43 palas semanales. Ahora sólo trabajan un modelo más antiguo, a razón de 11 palas por semana para un pedido firmado con México en primavera que les tendrá ocupados un año y medio.

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Lejos quedan los 1.800 MW que la empresa instaló en 2006 y que se quedaron en la quinta parte (400) el año pasado. En 2009, el 32% de los megavatios eólicos instalados en España eran de Gamesa. Dos años después, el porcentaje bajó al 13%. Así figura en los documentos que la gerencia entregó al comité para justificar el ERE. Desde la dirección de la factoría sitúan el expediente en un escenario de “persistente crisis económica y sectorial” y confían en un repunte de las ventas a partir del 2013. “La incertidumbre regulatoria en varios mercados-objetivo hacen necesarias medidas de flexibilidad temporal para mantener la planta a medio y largo plazo”, resumen.

Tampoco al secretario del comité de empresa, Javier Fornos, de UGT, le ha pillado desprevenido el ERE. “Sabíamos que nos tocaba tarde o temprano”, manifestó. Empresa y sindicatos se reúnen el martes para abordar los detalles de un ERE de 180 días que se da por seguro. Fuentes sindicales y políticas temen que al primero le suceda un segundo que termine por liquidar la planta y ventilar todas las inversiones de Gamesa en Galicia.

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