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FERIA DE ALMERÍA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un océano de vulgaridad

El Juli y Perera ofrecieron un recital de vulgaridad ante los anovillados y nobles toros de Garcigrande; solo brilló el valor y la entrega de Jiménez Fortes en su primer toro.

Antonio Lorca
El Juli observa como el toro se desploma sobre la muleta.
El Juli observa como el toro se desploma sobre la muleta.CARLOS BARBA (EFE)

Si es verdad que los periodistas somos un océano de conocimientos con diez centímetros de profundidad, bien se podría afirmar que los toreros son un océano de vulgaridad con diez centímetros de toreo. Vaya tarde la de ayer en esta calurosa Almería; vaya concierto de toreo anodino, sin orden ni concierto; sin gracia y sin hondura; vaya océano de aburrimiento. Menos mal que a las ocho, más o menos, el presidente da de mano, se levanta y se marcha del palco, señal inequívoca de que los demás pueden buscar debajo de sus piernas, y sacar a la luz las neveras y los paquetes que encierran medias noches, saladitos, picadillos de tomate y huevo duro, croquetas, montaditos de toda clase y condición, botellas de cava, manzanilla, cerveza fresquita, refrescos con gas y sin él, y pastelitos variados. ¡Qué placer, por Dios, debe ser olvidarse durante veinte minutos del tostonazo de la terna de ayer y dejarse caer en las manos del gozo gastronómico…! Debe ser se dice, y con razón, pues mientras la plaza come y bebe, los plumillas adelantan sus crónicas, pues el cierre del periódico está a la vuelta de la esquina.

Claro que las penas con pan son menos, y, después de tan deliciosa merienda, los toros y los toreros se ven de otra manera; de mejor y más benevolente manera, sin duda alguna.

Pero las buenas viandas no deben impedir que se vea en toda su amplitud el toreo actual. Y la primera conclusión con el estómago vacío desde las tres de la tarde es la siguiente: o se ponen de acuerdo y cambian el toro y el sentido del toreo, o la presente historia se acaba con preocupante premura. De hecho, lo que no quieren ver los taurinos lo tienen delante de sus ojos los taquilleros todas las tardes; ayer mismo, con dos figurones de relumbrón en el cartel, poco más de media plaza. Preocupante, ¿no es así? Pues hay más: salen por la puerta de chiqueros toretes sin cara ni fuerzas, muy nobles, eso sí, pero de condición perruna; y tan bonancibles, que no asustan a nadie. Y, después, los señores vestidos de luces ofrecen todo un recital de toreo sin apreturas, muy ventajista todo, con muy escasa profundidad, y la tarde transcurre entre el silencio de la concurrencia. Ese sí que es un problema que requiere una urgente solución.

Una tarde de sofocante calor y de toreo vulgar

Nadie puede dudar a estas alturas de la capacidad de El Juli ni de sus dotes para estar en la cima del toreo. Lo que sí se puede poner en cuestión es su disposición para liderar el cambio que el toreo exige. Visto lo de ayer y lo de otras tardes, parece que no. Le sobran condiciones, y su pulcritud es directamente proporcional a su frialdad artística. Da muchos pases, pero dice muy poco. La faena a su primero fue eterna, cansina e interminable. Y una figura como él no debe someter al público a tan gran océano de vulgaridad. De noble condición era el cuarto, al que capoteó con donosura por verónicas y chicuelinas, pero el animal se lastimó una mano al comienzo de la faena de muleta y ahí se acabó.

Más o menos lo mismo se puede decir de Perera. Comenzó el tercio final dando pases por alto a su chiquitín primero, y uno y otro, y otro…Y no se cansaba. Tanto les dio que el animalito quedó agotado y para el arrastre. Lo cansó tanto que, minutos después, el toro se rajó y le dijo “Adiós muy buenas, que me tienes harto”. Y eso fue todo. Parece increíble, pero así fue. El quinto fue devuelto por manifiesta cojera y salió un sobrero de la misma pobre estampa de toda la corrida. Más entonado se mostró Perera ante un toro repetidor que le permitió dar largos pases, todos en línea recta, de esos que no emocionan ni después de la merienda. Animó más la música que el toreo de Perera, vulgar donde los haya. Muchos pases fueron los suyos y nada quedó para el recuerdo. Ni el arrimón final consiguió arreglar el desaguisado.

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Jiménez Fortes, como es muy joven todavía, tiró de valor para meterse al público en el bolsillo y a fe que lo consiguió. Su primero era un inválido, y en vista de que la gente ni se inmutaba mientras lo pasaba por ambas manos, clavó las rodillas en la arena, muleteó de tal guisa con la derecha y dio dos circulares invertidos que calentaron los tendidos. Mató de una buena estocada, volcándose sobre el morrillo y paseó una oreja.

Poco tenía que ofrecer el muy soso sexto, y el torero malagueño, que aprende de sus mayores, lo toreó hacia fuera sin mando ni temple. No estuvo bien el chaval. Algunos protestaron porque esperaban algo más, pero Fortes apostó por las bernardinas y el encimismo. Alguien debe decirle que el toreo es otra cosa.

En fin, que será verdad que los periodistas no sabemos de nada; tan verdad como los toreros de hoy son insufribles.

ANTONIO LORCA, Almería

El Juli observa como el toro se desploma sobre la muleta. / carlos barba (efe)

GARCIGRANDE/EL JULI, PERERA, FORTES

Dos toros -primero y segundo- de Domingo Hernández, y cuatro de Garcigrande, de escasa presentación, blandos y muy nobles. El 5º, devuelto, y sustituido por otro del primer hierro, noble.

El Juli: dos pinchazos, estocada y un descabello (ovación); media trasera y un descabello (ovación).

Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada (ovación); pinchazo y casi entera y dos descabellos (ovación).

Jiménez Fortes: estocada (oreja); dos pinchazos y estocada (palmas).

Plaza de Almería. 22 de agosto. Segunda corrida de feria. Más de media entrada.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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