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Las bibliotecas públicas, a medio gas

La Xunta ha reducido su financiación a la red en servicio en tres millones. En 2010 había 626.000 usuarios con carnet, el 22,5% de la población

Lectores en la biblioteca pública Ánxel Casal, en Santiago. / ANXO IGLESIAS
Lectores en la biblioteca pública Ánxel Casal, en Santiago. / ANXO IGLESIAS

Los huecos en las estanterías de las bibliotecas siguen apilando polvo. Desde 2010 el presupuesto para estos servicios que dependen directamente de la Xunta se ha reducido desde 5,9 millones a la mitad, 2,9 millones. Este año, con respecto al anterior, las partidas más mermadas fueron las de equipamiento y promoción de la lectura. En total, en 2012 hay tres millones de euros menos que hace dos años para instalaciones, equipos, actividades y fondos para albergar la galaxia Gutenberg, lo que, sin embargo, contrasta con el número de aficionados a la lectura en papel. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a 2010, indican que hay 626.000 usuarios inscritos en alguna biblioteca, es decir, que el 22,5% de la población gallega tiene carnet de acceso a alguna de ellas. La red pública la conforman 352.

“Las adquisiciones de obras han disminuido, tanto en gallego como en el resto de las lenguas, debido a la reducción presupuestaria”, expone Pilar Fernández, técnica de la biblioteca territorial de Pontevedra. Hay catálogos como el de no-ficción, que en Santiago se ambiciona cubrir hasta el 55% y no puede porque el dinero disponible se ha reducido a la mitad. Además, el fondo audiovisual, el más demandado, se ha estancado en el 11%.

La biblioteca de Ourense conserva el inventario del año anterior. Y en A Coruña, cuya variación de un ejercicio a otro es minúscula, se lee mucho manga japonés. El Capitán Tsubasa: las aventuras de Oliver y Benji es el que menos tiempo para en los anaqueles. “Desgraciadamente, en julio y agosto, las bibliotecas no están abiertas por la tarde”, dice Laura González-Garcés, directora de la herculina. Las reivindicaciones de los bibliotecarios, que entienden que mucha gente no puede acceder a los fondos porque tiene trabajo de mañana, se quedaron en nada. “Bastaría con cambiar un lunes”, propone.

Equipamiento y promoción de la lectura registran las mayores mermas

En Vigo han tenido que limitar el horario de la hemeroteca. “Tenemos tres vacantes sin cubrir”, explica la directora, Rosa María Díaz, y eso limita los servicios. Además, el Ministerio de Cultura ya no envía las 100 publicaciones gratuitas de los años anteriores y han tenido que gastar parte de su partida en comprar el 25% de esos títulos. En el primer semestre adquirieron 3.088 obras menos que en el mismo período del año anterior.

La nueva ley de bibliotecas, que entró en vigor el día 27 de junio, pretende dibujar un mapa de archivos públicos con el fin de establecer los patrones para un sistema ideal. Pero, al margen de delirios alejandrinos, la intención es hacer un esbozo de la demografía y la distancia (el censo ya fue elaborado) para actuar en consecuencia y de forma coordinada, instalando bibliotecas móviles en los lugares con menor población.

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El director de la Biblioteca de Galicia, Daniel Buján, ha indicado que la ley requería “un cambio grande”. La normativa insiste en el protagonismo de la biblioteca que se ubica en el corazón de la Cidade da Cultura, que tendrá preferencia a la hora de recibir fondos.

Xoán Manuel Pérez Lijó, secretario de la Asociación de Arquiveiros, Bibliotecarios, Museólogos e Documentalistas de Galicia (Anabad), enumera una serie de cuestiones en las que explica que la nueva ley trata de “simplificar la normativa previa”. Las bibliotecas ya no guardan solo libros y el mapa se presenta como una buena oportunidad de planificación.

La Cidade da Cultura tendrá ahora preferencia para recibir fondos

Uno de los sistemas que más seducen tanto a Anabad como a bibliotecarios es el catalán, avalado por la Federación Internacional de Bibliotecas y Asociaciones Bibliotecarias. Los países nórdicos, con sus bibliotecas provistas de dormitorios y cafés, forman parte de ese círculo selecto. Anabad señala, en concreto, los almacenes de cultura daneses, provistos de una red para jóvenes que ha cautivado a más del 50% de los lectores amateur.

Daniel Buján cree que Galicia tiene muchas bibliotecas “pero hay que mejorar su calidad”. Carina Fernández, directora de la territorial de Compostela, apuesta también por sacarles brillo, pero, al mismo tiempo, sostiene que debería haber bibliotecas “donde hay población”. Todos apelan a la galaxia Leibniz, la digital, con la idea de aprovechar las tecnologías para conseguir un mayor surtido y cooperación, cuando el índice de lectura en Galicia (un 54,7%) no alcanza la media del Estado, un 57,9%.

En lo relativo a ley, no se habla de establecer una dotación para las bibliotecas municipales, las cuales tienen a veces un presupuesto cero. Eso fue lo que le pasó a la biblioteca de Ames en 2011. Ese año no tuvieron dotación para comprar libros y esperaron a este para recibir una subvención de 1.500 euros que gastaron en publicaciones de lectura obligatoria en los colegios e institutos. Son cinco personas para dos bibliotecas, y las dos bajas que ha habido este año no se cubrieron. Aunque nadie ha querido dejar de leer y Ames tiene 1.200 usuarios más que hace un año. “Estamos haciendo malabares”, dice el coordinador, Santiago Eirís.

La de Agolada, sin embargo, no ha podido resistir las embestidas económicas y solo abre dos días a la semana, martes y jueves. Inma Galego, la auxiliar de la biblioteca, tiene jornada partida y asegura que el presupuesto municipal no da más que para gastos corrientes.

A la salida de Santiago, en el polígono del Tambre hay un almacén con más de 300.000 libros. “Son libros de subvención que entran y salen”, explica Buján. Pero no sabe realmente qué pasará con todo ese material. Anabad considera que “son obras que no se adecúan a la política de adquisiciones de las diversas bibliotecas”. Así, muchas se hacen con libros que no necesitan y con unos gastos de gestión que no son recompensados.

Perez Lijó, de la asociación, critica que determinadas novedades editoriales de este almacén tardan dos años en llegar, y para entonces las bibliotecas ya se han hecho con los ejemplares comprándolas con sus fondos.

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