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FERIA DE MÁLAGA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Rivera sigue en activo?

El diestro es un privilegiado en el mundo de los toros, que llegó a los ruedos con la impronta de los grandes, y pronto se desinfló para vivir de las rentas de la popularidad

Antonio Lorca
Rivera Ordóñez 'Paquirri', ayer en la plaza de La Malagueta.
Rivera Ordóñez 'Paquirri', ayer en la plaza de La Malagueta.GARCÍA-SANTOS

"¿Pero este chico, Rivera, sigue en activo?", pregunta con cara de asombrada sorpresa un anciano aficionado, vecino de localidad. “Pero si yo creía que hacía tiempo que… Madre mía, cómo está esto…”

Mientras el interlocutor se devanaba los sesos ante su descubrimiento, el nuevo Paquirri capoteaba con vulgaridad a su primero, bonito de hechuras, como toda la corrida, y moribundo, también, como toda ella. Y la pregunta sigue ahí: ¿continua en activo Rivera? Que nadie pretenda colegir una inquina personal contra el torero. Respeto siempre y profunda admiración para quien tiene la osadía de vestir el traje de luces. No se trata más que de buscar la verdad y, sobre todo, de defender con la necesaria pasión la injusta situación de quienes demuestran condiciones e ilusiones y se encuentran, incomprensiblemente, con las puertas cerradas de los contratos, mientras otros, este es el caso de Rivera Ordóñez, torean tarde tras tarde sin justificación alguna.

Misterios del taurinismo andante; merengues sabrosos para quien no los merece y el silencio más duro para quienes esperan con desesperación una nueva corrida que les abra las puertas de la gloria.

Inválida, mansa y descastada corrida de la ganadería de El Torero

Rivera es un privilegiado en el mundo de los toros; hijo de sus circunstancias personales, como todos, que llegó a los ruedos con la impronta de los grandes, y pronto se desinfló para vivir de las rentas de la popularidad. Y ahí sigue, temporada tras temporada, entre los primeros del escalafón, sin motivo aparente que lo justifique.

El domingo, un día más, volvió a demostrar que es quien es por méritos propios. Su lote no valió nada, manso, descastado y moribundo, como todos los toros que saltaron al ruedo, pero el torero fue una sombra de aquel que hace años deslumbró en la fiesta. Puso banderillas con más voluntad que acierto y calidad; capoteó de manera insulsa, y con la muleta en las manos dio pases ayunos de mando, prestancia y temple. Ni siquiera se justificó con decoro en el quinto, que aguantó algunas embestidas en el tercio final. En fin, que no; que tiene razón el vecino, que parece que está retirado. Y lo que es peor: que no se le espera.

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Padilla cortó una benévola oreja fruto del cariño del público

Padilla y El Fandi son otra historia. No son exquisitos, claro está, pero nadie duda de que están en activo. Este domingo, sin embargo, y a pesar de la gentileza del muy generosos público malagueño, no aportaron un grano de grandeza a su carrera. Una vez más, y van ya demasiadas, a causa de un encierro impropio de una fiesta llamada del toro. Moribundos los seis, lastimosamente inválidos, amuermados y tullidos, enfermos o enfermados, que todo podría ser, y, además, mansos de solemnidad y muy descastados. Es decir, un fraude en toda regla, pues se anunciaron seis toros y salieron seis birrias imposibles.

No resulta difícil adivinar lo que ocurrió. Padilla fue recibido con cariño, como le ocurre por cada plaza que pisa, y devolvió afán y deseos de triunfo. También banderilleó a su lote y lo hizo bien, con soltura e interés por hacer la suerte como se debe. Capoteó con buen aire por verónicas y chicuelinas, y se esforzó con la muleta, aunque le pudieran las precauciones ante su primero, siempre al hilo del pitón, y, entre desplantes y simpatía, le cortó una benévola oreja al cuarto, que llegó a desplomarse en la arena durante la faena. Entre gritos de “torero, torero”, el presidente sacó el pañuelo y el hombre dio la vuelta al ruedo entre el clamor de los malagueños. Anda que si llega a torear…

Y no triunfó El Fandi, lo que es noticia importante, con lo facilón que estaba el tribunal de los tendidos. Lo aclamaron con las banderillas, aunque sigue clavando a toro pasado, asunto que a la gente le da igual. Y no encontró oponente para sus formas toreras: el primero era un muerto en vida, tocado y hundido desde que salió por chiqueros, y el sobrero sexto, que fue el único que se mantuvo en pie, le planteó dificultades y el torero no se confió en ningún momento. Es difícil dar un pase si el torero se quita con descaro después de cada cite. Además, mató mal, y toda la euforia de las banderillas se diluyó.

El vecino se despide con un gesto explícito: se lleva las manos a la cabeza, y su mirada lo dice todo: “Madre mía, cómo está esto…”

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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