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Claro que se puede

El Liceo Mutante cumple un año de cultura y autogestión en Pontevedra

En el número 100 de la calle Rosalía de Castro, en el barrio pontevedrés de Mollabao, se puede ser mutante o ser i griega. Si estás entre los primeros, unos 120, formas parte del núcleo duro: asumes las tareas menos simpáticas, participas en asambleas que casi nunca se resuelven en un suspiro y pagas cuando te toca, si puedes y quieres, los 10 euros de tu cuota mensual. Si eres un i griega es porque te has dejado caer por allí alguna vez, quizá un concierto, quizá un ciclo de cine o un taller de serigrafía. En ese caso, debes saber que hay aproximadamente otros 3.400 como tú.

En el Liceo Mutante todo ocurre entre socios. “Absolutamente todo”, subraya Toño Rodríguez, uno de los vocales de la directiva. Operan como asociación cultural, por supuesto sin ánimo de lucro, así que no les queda más remedio que aceptar el peaje. Es el precio de la autogestión y la independencia. No hay ayudas ni subvenciones ni patrocinios. “Está muy claro en nuestros estatutos”, añade. “El Estado tiene el deber de subvencionar las propuestas alejadas del estándar, sobre eso no hay ninguna duda, pero tal y como marchan las cosas, mejor ser autónomos”.

Aunque hay mucho más en este bajo alquilado, un antiguo centro social con jardín, el también bajista de Unicornibot consiente que a estas alturas se les identifique con la música en directo y una programación estable y con más riesgo del habitual. Ellos mismos lo inauguraron el 27 de julio de 2011 tocando con The Fingers, y este mes, el de su primer aniversario, tienen 12 invitados: Negro, Doppler, Morgen, Lendrone, IgMig, Haecceidad, Simios, Drive West Today, 23 Red Ants, Dios Pentágono y Goudron. Hasta circula por la Red un recopilatorio digital de bandas mutantes.

“En parte estaba en la idea original”, confiesa Rodríguez. “Notábamos que cada vez era más difícil hacer conciertos en Pontevedra, a pesar de que veníamos de una década con muchas iniciativas de ese tipo. El underground empezaba a aflojar, por eso nos animamos a crear todo esto. Tratamos de que la asociación sea dinámica en todos los campos, pero la música es la parte más mediática. Sin buscarlo, tenemos cierto impacto. De hecho, ahora mismo estamos superados por la demanda. Hay muchos grupos que quieren tocar aquí. Ya estamos programando para el mes de diciembre”.

Del cartel se ocupa la comisión de turno, como en el caso de las artes plásticas, los talleres o las proyecciones. Se puede consultar en www.facebook.com/liceomutante. “No tenemos un patrón fijo, hay que escuchar todas las opiniones, pero solemos invitar a bandas que lo tienen difícil en el circuito comercial”, explica el vocal. “Para tocar aquí hay que adaptarse, eso sí. No tenemos capacidad financiera para pagar cachés. Si un grupo viene, viene implicado. Por la entrada y por el trato, porque saben que no van a trabajar para nosotros sino con nosotros. No estamos orgullosos de hacer las cosas así, pero es la única manera que hemos encontrado hasta ahora”.

Con la SGAE, ni una cosa ni la otra, al menos de momento. “Al ser una asociación cultural, tenemos cierto margen, pero no sabemos si es bueno o malo. Las políticas sobre derechos de autor de los dos últimos gobiernos han sido bastante difusas y la SGAE es una entidad que también está mutando”. Lo dice, de alguna manera, la generación perdida. Aunque el Liceo Mutante está abierto a todo el mundo, la motivación y la fuerza de trabajo las pusieron en primera instancia jóvenes entre 25 y 35 años. “Ya sabes: formados, educados, con poco trabajo y amigos emigrados”.

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