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ESCENARIOS DEL CRIMEN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los misterios de Marmellar

En 1993 y en 1996 este pueblo deshabitado fue el final de dos mujeres muertas

Panorámica de los restos abandonados del inquietante pueblo de la Pobla de Marmellar.
Panorámica de los restos abandonados del inquietante pueblo de la Pobla de Marmellar.JOSEP LLUÍS SELLART

Los lugares abandonados suelen rodearse de historias macabras y truculentas que los convierten en escenario ideal para las leyendas urbanas. El espectro de una población deshabitada nos evoca la soledad de la muerte, como una fosa que se va deteriorando a la intemperie. No obstante, en algunas ocasiones, lo que a primera vista no es más que otra de las consejas que suelen desvelar estos enclaves se convierte en una realidad documentada, y da pie a una fama siniestra bien merecida.

El pueblo fantasma de la Pobla de Marmellar, en la sierra de El Montmell de Tarragona, se quedó desierto y sin habitantes poco después de acabada la Guerra Civil. Las condiciones de vida en aquellos montes eran demasiado duras y el acceso a su núcleo urbano extremadamente complicado. En ese lapsus de tiempo la naturaleza recolonizó sus restos, reclamando su supremacía. Las hierbas y la tierra cubrieron calles y casas con un manto ocre y se convirtió en un destino habitual para excursionistas curiosos y amantes de los lugares solitarios. Corría la voz que entre sus ruinas se celebraban grandes fiestas nocturnas y a veces ritos extraños. A principios de la década de 1990, el lugar ya contaba con su propia aureola mágica, enclave ideal para imaginar misas negras y reuniones de espiritismo. Por esa razón, cuando se descubrió un cadáver en Marmellar la imaginación inevitablemente se disparó.

Los sucesos ocurridos en esta población desierta podrían ser contados por un Enrique Rubio y por un profesor d'Arbó al mismo tiempo; comparten secretos ocultos con investigación policial. A principios de julio de 1993, una pareja de cazadores encontraban el cuerpo calcinado de una mujer no identificada, de entre 20 y 30 años de edad, con melena larga y negra, en la iglesia del pueblo. Llevaba varios días allí, seguramente desde la pasada verbena de San Juan. En un principio se especuló con que podía tratarse de una joven alemana, desaparecida desde esa noche de su casa en El Vendrell, pero la Guardia Civil pronto descartó esta hipótesis.

Las hierbas y la tierra cubrieron calles y casas con un manto ocre y se convirtió en un destino habitual para excursionistas curiosos y amantes de los lugares solitarios

El cuerpo hallado presentaba evidentes signos de violencia y estaba en avanzado estado de descomposición. Justo frente a la puerta del templo se analizaron los restos de dos grandes hogueras y algunos signos satánicos que alguien había pintado en sus paredes exteriores. El caso nunca llegó a resolverse y la policía aventuró que el asesino había optado por una puesta en escena tan teatral para desviar la atención y ocultar mejor su identidad. Ni tan siquiera quedó probado que la víctima hubiese muerto en Marmellar. Pudo ser llevada allí ya cadáver, aprovechando la mala reputación que tenía el lugar. Eso disparó los rumores, que hablaban de una verbena sangrienta, de un secuestro que terminó en violación o de un ritual de magia roja.

Aún estaba caliente el asunto cuando en 1996 se volvió a localizar otro cuerpo de una mujer joven en su término municipal. Esta vez en la urbanización Talaia del Mediterrani, una promoción que no llegó a terminarse por falta de compradores y que quedó abandonada, dejando un paisaje desolado de chalets y bloques de apartamentos a medio construir. Se trataba de Ana María Barba, de 19 años, empleada de una gasolinera en el municipio de l'Arboç del Penedés. La noche del 14 de febrero, uno o varios sujetos anónimos la habían atracado, llevándose la recaudación de 40.000 pesetas. Después la habían obligado a subir a un vehículo y se la habían llevado consigo, probablemente con la intención de forzarla. Por causas desconocidas la chica resultó muerta, quizás para eliminar a la testigo ocular del robo. Y apareció semidesnuda, también con signos de violencia, bajo unos maderos. El detalle de que en la gasolinera no se hubiesen llevado otros objetos de valor y la ubicación de los restos hizo pensar a más de uno que el móvil pudo no ser económico, sino que el autor o autores raptaron premeditadamente a Ana María con el único objetivo de abusar de ella. Y después la mataron para evitar que pudiera identificarles. El caso también quedó sin resolver.

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Desde entonces, la Pobla de Marmellar se ha convertido en un tema clásico entre los aficionados a las ciencias ocultas. Hay grupos de jóvenes temerarios que hacen excursiones hasta el pueblo maldito y después cuentan sus sensaciones en la red. Los hay que acuden a realizar psicofonías y sesiones de ouija. Otros sólo buscan un sitio apartado para hacer un botellón. Sea como sea, la especial fascinación que despiertan las viviendas deshabitadas se alía aquí con dos crímenes reales, confiriendo una atmósfera de misterio a estas ruinas.

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