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Santa Margarida de Montbui, a la cabeza del paro en Cataluña

En la población de la comarca de Anoia una quinta parte de sus habitantes no tiene empleo

Santa Margarida de Montbui.
Santa Margarida de Montbui.ENRIC BADIA

El paro ocupa las plazas y las terrazas de los bares de Santa Margarida de Montbui, en la comarca barcelonesa de Anoia. Es la población que registró una mayor tasa de desempleados en 2011, superior al 18% según un estudio de CC OO. “No hay trabajo para casi una quinta parte de los habitantes que podrían tener empleo”, explica Alejandro, un joven de 22 años que hasta hace ocho meses trabajaba. “Envío currículos a todas partes, pero ni se los miran. He trabajado en el pueblo, en diversas empresas de Cataluña, en Granada, pero ahora no hay nada”, cuenta este joven que se declara experto en conducción de camión y diversos tipos de máquinas utilizadas en la construcción de carreteras. Pasa la tarde de charla con los colegas en algunos de los bares de la carretera de Valls, eje central de la población.

Santa Margarida de Montbui añade a la situación de crisis generalizada problemas propios. Es un municipio eminentemente residencial, que apareció ante la necesidad de la capital comarcal, Igualada, de dar un techo a los centenares de inmigrantes que llegaban del sur de España en las décadas de 1950 y 1960 para encontrar empleo. Municipio sin empresas, ciudad dormitorio, con calles que conectan, sin interrumpir la continuidad urbana, con la capital. Una situación pareja a la que tiene Vilanova del Camí, la segunda población de la comarca de Anoia en la lista de municipios con más parados.

Teo Romero, alcalde socialista varias veces reelegido, argumenta que durante años los habitantes de Montbui no tuvieron problemas de empleo, porque los buenos años de la construcción amortiguaron el efecto de las profundas crisis de sectores fundamentales en la comarca como los curtidos de piel y el textil. La caída del sector de la construcción fue definitivo y dejó al descubierto las debilidades de una sociedad que “tiene niveles más bajos de formación y estudios que la media catalana”, admite su alcalde.

Santa Margarida de Montbui vivió durante décadas como ciudad dormitorio de la clase trabajadora de la comarca, lo evidencia buena parte del humilde urbanismo de la población, del mismo modo que es inapreciable la presencia de antiguas empresas (la última chimenea industrial no humea, hace años que la Vinícola se transformó en centro cívico). Romero admite que el paro es “un gran problema”. Él, que conoce a prácticamente todos sus vecinos –el censo es de unas 10.000 personas-, puede explicar “los dramas” de muchas familias, “las penas” de muchos parados, incluso de “ediles” que no encuentran ocupación. En el Ayuntamiento los concejales solo cobran por asistir a plenos y comisiones y no tienen sueldo fijo.

De todos modos, Romero no renuncia a un futuro más próspero para la población. Se queja de que la Generalitat no le construyó un polígono industrial hasta 2009, con la crisis ya arraigada en la comarca, “a pesar de haberlo solicitado durante 20 años”. Esta amargura tiene hoy una mirada dulce ya que está muy cerca de poder afirmar que justamente en este polígono se puede instalar un centro de empresas de curtido con voluntad de liderar, innovar e investigar, de ser polo de atracción para que industrias manufactureras se instalen a su alrededor. Es un proyecto a 5 o 10 años vista, pero que está en la línea de potenciar la economía productiva, porque el alcalde es de los que no creen en la ocupación del territorio de naves para la logística o en confiar el futuro del país en el crecimiento del sector turístico.

Se lamenta también de la falta de recursos para la formación o para hacer políticas de empleo, que años atrás le llegaban de otras Administraciones. Pero con recursos propios ha creado entre 40 y 50 puestos de trabajos básicos de mantenimiento, de medio año de duración, para el parado en situación más extrema, y ha mantenido la dotación de becas para sus universitarios, consciente de los déficits actuales. La situación de superávit de la hacienda municipal le permite la ejecución de estos programas sociales.

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A pesar de la profunda crisis, “tenemos una luz de esperanza” para pasar los próximos meses. Y a pesar de la esperanza, jóvenes como Javier, el camionero, no ven futuro en su municipio y ”me parece que irá a peor”, dice. Su amigo íntimo, Julio (seudónimo para evitar la identificación), tampoco encuentra trabajo. Era camarero, pero hace meses que no sostiene una bandeja ni ve una propina. Las peticiones de empleo en el Ayuntamiento no le han sido tenidas en cuenta. Ahora cuida un rebaño y cobra en negro, a cinco euros la hora.

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