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Un paseo entre mariposas

Un centro de Benalmádena recrea el hábitat natural de 150 especies de lepidópteros

Una visitante del Mariposario de Benalmádena, durante un paseo por el jardín del centro.
Una visitante del Mariposario de Benalmádena, durante un paseo por el jardín del centro.GARCÍA-SANTOS

Pasear por el jardín del Mariposario de Benalmádena es como hacerlo por una selva de la isla asiática de Borneo o por el Parque Nacional Corcovado de Costa Rica. Y no solo por su elevada humedad relativa, un 80% con una temperatura de entre 24 y 29 grados, sino por la gran diversidad de plantas exóticas traídas expresamente a este parque para recrear el hábitat natural que precisan las 150 especies de mariposas que en él viven.

Este parque dedicado a los lepidópteros abrió sus puertas junto a la estupa (un tipo de construcción budista) de Benalmádena hace apenas un año y medio y ya se ha convertido en un gran atractivo turístico de la Costa del Sol. La receta de su éxito es simple: el visitante pasea libremente por este jardín tropical rodeado de 2.000 mariposas de todos los tamaños y colores que revolotean a su paso y que no temen posarse sobre cualquier parte del cuerpo.

Junto a esta serena experiencia que requiere algo de cuidado para no pisar los ejemplares que se posan en el suelo, los biólogos del parque se encargan de explicar cómo es la vida de estos bellos insectos desde el inicio de su ciclo biológico y algunas curiosidades, como que son el segundo animal con mayor diversidad de especies del planeta tras el escarabajo o que, de las 265.000 especies distintas que existen, solo 20.000 se consideran mariposas. El resto se clasifican como polillas.

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Y es que, el Mariposario de Benalmádena es uno de los dos centros españoles -el otro está en Tenerife- capacitados para la cría de mariposas. Los ejemplares llegan de países como Tailandia, Filipinas, Borneo, Ecuador, Kenia, Madagascar o Costa Rica en forma de pupa o crisálida, ya que esta es la fase de su ciclo biológico más fácil de transportar. Una vez allí pasan al laboratorio y, tras ser inspeccionadas, se colocan en las jaulas de eclosión donde en condiciones ambientales controladas nacen las mariposas a la vista de los visitantes.

Una experiencia que deja fascinado a quien la presencia, como se reflejaba en la cara de asombro de un grupo de los escolares que comprobó los caprichosos diseños de las crisálidas, y asistió al nacimiento de varios ejemplares y al primer vuelo de otros una vez secadas sus alas.

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“La mayoría de la gente cree que si tocas las alas de las mariposas se le cae un polvillo y ya no pueden volar. Pero eso no es así. Las alas de las mariposas están formadas por diminutas escamas dispuestas como las tejas de un tejado, una estructura que les proporciona el color y el dibujo. De hecho, lepidóptero viene del griego lepido (escama) y pteron (ala)”, explica el director del parque, José Antonio Plaza, satisfecho porque unos 4.000 escolares hayan pasado este año por el parque, que en temporada alta tiene una afluencia de unos 9.000 visitantes al mes.

“Todas las especies que tenemos son de origen tropical y su cría es un proceso muy laborioso”, señala Asunción Gómez, veterinaria del parque. “Cada especie necesita de una planta específica para su reproducción y solo en ella la hembra pondrá los huevos y se alimentará después la oruga. Conseguir la planta no es fácil ya que proceden de selvas tropicales y su comercialización es escasa”, añade mientras un grupo de mariposas de las especies caligo (mariposa búho por el dibujo de sus alas) y morpho azul, -“de las más grandes que existen”- revolotean a su alrededor.

El proceso de cría comienza con la puesta de huevos –entre 50 y 1.000 por cada mariposa- y su recogida del envés de las hojas de las plantas para su cuidado en el laboratorio. Cuando nacen las orugas son alimentadas cada día con hojas frescas de la planta específica que les sirve de alimento, lo que implica cambiar a mano una a una a todas las orugas de la hoja marchita a la fresca. “Son muy voraces, multiplican su peso 5.000 veces en apenas tres semanas, por eso controlamos las que están en libertad en el jardín, porque si no se comerían todas las plantas”, explica la veterinaria.

Tras su crecimiento llega la fase de crisálida y cuando se acerca la fase de eclosión se cuelgan en el laboratorio para que los visitantes disfruten la experiencia de ver cómo nacen. Tras su primer vuelo, buscan rápidamente pareja, se aparean y con la puesta de huevos comienza el ciclo de nuevo.

“La fase de crisálida dura unas dos o tres semanas por lo general, más o menos lo que dura su vida adulta como mariposa”, apunta Gómez, quien señala un enorme ejemplar de mariposa nocturna que es la excepción: “Solo vuela por la noche, puede estar un año en la fase de crisálida y solo vive entre cuatro y seis días porque no tiene aparato digestivo y no se alimenta. Su única misión es aparearse”.

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