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El Supremo salva al pez invasor

El tribunal borra de la lista negra el ‘black-bass’, presente en el Miño, el Sil y Cecebre

Cartel anunciador del campeonato gallego de 'black-bass' de 2011.
Cartel anunciador del campeonato gallego de 'black-bass' de 2011.

Los más gordos prosperan en el embalse de Belesar, pero en general ya están presentes en todos los pantanos del Miño y el Sil, y alguien los soltó hace años, con gran éxito, en el tramo del río Mero que tropieza y se hace inmenso en Cecebre. Llegan a medir medio metro y a pesar tres kilos. Son duros, robustos, peleones, y plantan cara al pescador más hábil con el sedal. Los aficionados no lo niegan: se divierten pescando black-bass. Podría decirse incluso que la captura de este pez, también conocido como perca negra americana, lubina negra, haro o, por su nombre científico, Micropterus salmoides, apasiona y engancha a los pescadores. El momento en que el animal de agua dulce muerde el anzuelo provoca un subidón de adrenalina.

“A los pescadores les gusta mucho porque es un pez que lucha”, describe Serafín González, presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural. El black-bass se aferra a la vida hasta que ya no puede más, y mientras no pica, durante el tiempo que mora el río, no hace más que fortalecerse. Crece en población, alcanza nuevos parajes, se adueña de la comida que antes se repartían otros peces que ya estaban e incluso devora “huevos y alevines” de especies autóctonas cuyas colonias merman día tras día.

El gobierno de Zapatero, con Rosa Aguilar como ministra de Medio Ambiente, se despidió para siempre con una de las medidas de su mandato más aplaudidas por los ecologistas. La aprobación, el 14 de noviembre de 2011, del catálogo español de especies exóticas invasoras y del listado de las potencialmente invasoras ponía en busca y captura 404 animales y plantas foráneas. En el listado de peces que amenazaban la biodiversidad de los ríos aparecía la perca negra americana, pero su presencia, después de la entrada en vigor del real decreto, el 12 de diciembre, no duró ni tres meses.

Cuando tomó el relevo Rajoy y puso a dirigir los destinos del medio ambiente al ministro Arias Cañete, los populares se encontraron con una auténtica guerra montada contra el Gobierno en defensa del black-bass, pero también del salvelino, de la trucha arco iris y del hucho. El ejército atacante lo formaban varias comunidades autónomas entre las que no estaba la gallega y dos importantes colectivos de pescadores. El grupo de presión pedía la suspensión parcial del catálogo y, raudo y presto, el Consejo de Ministros del 24 de febrero dio satisfacción a la exigencia.

Cuando muerde el cebo pelea por su vida y esta lucha atrapa al aficionado

Por si fuera poco, justo un mes después se pronunció el Tribunal Supremo, dictando dos autos en respuesta a sendos recursos contencioso-administrativos que habían presentado contra el catálogo la Asociación Española de Black-Bass y la Federación Española de Pesca. El 27 de junio apareció publicado en el BOE el último de estos autos. Sin hacer planteamiento alguno, sin exposición de motivos, el Supremo zanjaba la batalla en pro de la perca americana suspendiendo la vigencia del real decreto en la parte que atañía al black-bass. Los jueces salvaron la especie invasora (que no “potencialmente invasora”), a pesar de que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la señala como una de las 100 alóctonas más dañinas del planeta.

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Pero es que la perca negra americana es un gran negocio. En Aragón mueve tanto dinero como el esquí. Igual que había sucedido con otras especies exóticas, el Servicio Forestal del Estado, en los años de mayor gloria hidráulica de Franco, emprendió campañas de suelta de black-bass para dar vida a los embalses que mataban ríos y pueblos. Los poderosos y rebeldes peces venían para convertirse en una alternativa económica para estas zonas castigadas.

Un miembro de la directiva de la Federación Española de Pesca y Casting recordaba en enero en una respuesta escrita a este diario que la entrada de estos peces fue “legal”, y defendía que no causaban “daño alguno”; “todo lo contrario, controlan a otras especies invasoras, y generan gran riqueza deportiva y socioeconómica”, seguía argumentando. El black-bass, según este representante de los aficionados, es un “maravilloso pez” y su pesca es el “deporte número uno en Estados Unidos”. La afición crece y crece en todo el mundo porque es “la modalidad más sofisticada y excitante”.

En Galicia prosperan los clubes de aficionados y también se celebran competiciones. El IV Open Black-Bass Galicia 2011 se celebró en embalses de Castrelo de Miño y Cortegada en septiembre. Patrocinaron el campeonato la Federación Gallega de Pesca, la Denominación de Origen Ribeiro, los Ayuntamientos de Cortegada y Cenlle, la Diputación de Ourense e incluso la Xunta, a pesar de que el ministerio preparaba hacía tiempo el catálogo de invasoras que aprobó dos meses después.

La Sociedade Galega de Historia Natural publicó hace unos días un comunicado que llamaba la atención sobre la celeridad con que actuó el Supremo: “Qué rápida es la justicia... a veces”, se titulaba la nota. “Con esta decisión, el tribunal ignora la Constitución”, protesta Serafín González, “que garantiza el acceso a un medio ambiente en condiciones”. “La medida es un atentado contra nuestros ríos, que forman parte del patrimonio natural”, dice. “Por mucho que el deporte de la escalada mueva dinero, a nadie se le ocurriría pedir hacerlo en la fachada del Obradoiro”.

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