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FESTIVAL DE LA PORTA FERRADA

Energía en estado puro

Ian Anderson, de Jethro Tull, lleva cuarenta y cinco años en el escenario y no huele a naftalina

Llevar cuarenta y cinco años sin bajar del escenario y no oler a naftalina tiene su mérito. Un mérito enorme que no poseen la mayoría de buenas bandas que en su tiempo fueron grandes y ahora solo son simples imitadores de sí mismos. El secreto de Ian Anderson (Jethro Tull es él y solo él) es la energía que es capaz de destilar y compartir sobre la tarima, una energía en estado puro que elude cualquier tipo de nostalgia aunque, curiosamente, una buena parte de su trabajo se sustenta sobre músicas con cuatro décadas a sus espaldas.

El domingo en el Festival de la Porta Ferrada Ian Anderson, a punto de cumplir los 65, volvió volvió a repartir esa energía positiva a manos llenas entre el público que prácticamente llenaba las gradas del puerto de Sant Feliu de Guíxols. Había muchos sesentones, por supuesto, pero también mucha gente joven que vibraba al mismo ritmo, en presente.

FESTIVAL DE LA PORTA FERRADA

Jethro Tull’s Ian Anderson.

Espai Port, Sant Feliu de Guíxols 15 de julio

Esta vez la apuesta de Anderson tenía mucho más mérito ya que se trataba de celebrar el cuarenta aniversario de uno de sus discos más notables Thick as a Brick. El concierto comenzó con la interpretación íntegra del disco, en realidad una sola canción ondulante de más de cuarenta minutos de duración. En 1972 el pequeño Little Minton miraba a su alrededor con la conciencia precoz de sus ocho años envuelto en lo que entonces se llamaba rock progresivo. Hoy sus palabras siguen sonando frescas y lo de progresivo ya no asusta a nadie, todo lo contrario. La revisión de Anderson y su nueva banda (sólida y potente como pocas) fue sencillamente magistral en todos los aspectos pero, sobre todo, en la frescura de unas melodías (que le siguen debiendo mucho a la música medieval) para las que no pasa el tiempo.

Fueron tres cuartos de hora de puro virtuosismo instrumental dominados en todo momento por la personal y comunicativa flauta del líder. Siguió, también interpretado íntegramente, el nuevo disco de Anderson, Thick as a Brick 2, en el que el mismo jovencito ha cumplido ya los cincuenta y mira el mundo de forma diferente, un tanto más ácida, pero con el mismo ritmo e ímpetu de entonces.

Al final, como colofón, un largísimo bis (más de un cuarto de hora) en el que fundió dos de los temas más punzantes de Aqualung: My God y Locomotive Breath. Un final por todo lo alto, saltaban chispas de la flauta de Anderson. El público, lógicamente, acabó de pie ovacionando de forma más que merecida una de las demostraciones más reconfortantes de que el mismo Ian Anderson se había equivocado cuando, a finales de los setenta, escribió aquello de demasiado viejo para el rock and roll: demasiado joven para morir.

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