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los mineros llegan a madrid

Los rostros de la ‘marcha negra’

Perfiles de algunos integrantes de la protesta colectiva que ha desembocado en Madrid para exigir un futuro para la minería española

Con cientos de kilómetros a sus espaldas y el recoconocimiento de miles de ciudadanos, los integrantes de la marcha negra que ha desembocado en Madrid para exigir un futuro para la minería española se preparan para los últimos actos de protesta en la capital. Estos son los perfiles de algunas de las personas que protagonizan la protesta. Con información de Tono Calleja, Marta Fernández Maeso y Ana Torres.

“Estoy orgulloso de este sector”

ROBERTO, 43 años.

M. FERNÁNDEZ MAESO

“Soy minero”. De pocas palabras, como manda el tópico, Roberto Morán Fernández se define por su profesión, en la que lleva 22 años (más de la mitad de sus 43), aunque solo los cinco primeros dentro de la mina. Después se hizo mecánico del lavadero, su profesión hasta el día de hoy en la comarca de Laciana (León), aunque vive con su familia en Ponferrada. La vocación no le viene por tradición familiar, sino por pura práctica. “Era una buena empresa y al volver de la mili, me enrolé”, cuenta.

Ya en sus inicios recuerda “la primera marcha negra”, entonces solo centrada en la quiebra de la antigua MSP (Mineros Siderúrgicos de Ponferrada). Ahora, delegado de Fitag-UGT, admite que su sector lleva muchos años de lucha, pero se muestra orgulloso de la unidad con que la afrontan: “Estoy orgulloso de pertenecer a un sector que mueve masas, en el que estamos muy unidos y en el que vamos a seguir peleando por lo justo, que el Gobierno mantenga este año lo que tenía firmado con nosotros”.

“Este oficio te va resquebrajando”

JOSÉ GOMES. 37 años

ANA TORRES

Camina a duras penas. Las ampollas de las plantas de los pies le salieron en la última etapa del recorrido, a pocos kilómetros de su llegada a la localidad madrileña de Aravaca. Pero las lleva con orgullo. “Cada paso que hemos dado nos ha acercado más a otros gremios afectados por los recortes como los bomberos o los astilleros; ahora parece que todos están con nosotros”. A sus 37 años, lleva 15 dedicado a la mina y su intención es continuar en las tinieblas del carbón hasta que el cuerpo le “aguante”. “Mi padre era minero y siempre me recomendó alejarme de este mundo”, dice con pena. Aquejado de neumonía, falleció el pasado año a los 68 años.

“Este oficio es muy sacrificado, te va resquebrajando poco a poco pero es mi pasión”, reconoce mientras se pasa una gasa por las protuberancias instaladas en sus pies. De raíces mineras, nacido en Fabero del Bierzo (León), defiende este recurso energético y aboga por su proliferación. “¿Qué quieren, plagar España de centrales nucleares? Y qué hacemos con los residuos?”. A su juicio, todo es un despropósito.

“Vengo a luchar por mi trabajo”

CRISTIAN MENÉNDEZ. 24 años

TONO CALLEJA

Cristian es del Sporting de Gijón. Le delata su camiseta rojiblanca. Pero por encima de todo es minero: “Soy de L’Entregu pero trabajo en el pozu Carrio, que está en Laviana”, explica este joven, de 24 años con fuerte acento asturiano. De camino a Aravaca, recordaba las palabras que le había dicho su abuelo Aurelio Pérez Fernández antes de salir de Mieres: “Lucha por tus derechos y los de tu tierra”. Este hombre de 79 ya hizo en su día lo mismo: entró a trabajar en el pozo María Luisa, donde se despertó su vena sindical, y acabó en la cárcel de Oviedo entre los años 1960 y 1961.

Ya fuera de la prisión, participó de forma activa en la conocida huelgona de 1962. Le detuvieron en Sama de Langreo. Y tuvo que fugarse a Francia para volver en 1975, con la muerte de Franco. Con la democracia, Aurelio Pérez fue sindicalista en Asturias, y diputado en la Junta General del Principado. De la política volvió a la mina, donde se jubiló en 1986. “Y con este origen yo no podía ser otra cosa que minero”, explica. “Por eso he venido a Madrid, a luchar por mi trabajo, y por las cuencas mineras”.

“Ellos despiertan las conciencias”

SARA FUENTES. 29 años

TONO CALLEJA

Este ángel de la guarda de los mineros se unió a la marcha mucho antes de llegar a Aravaca. Sara Fuentes, gijonesa de 29 años, acudió al pabellón de León, la ciudad en la que vive, para ayudar. “Leí en el periódico que les dejaban el pabellón pero no les daban la comida. Y eso me enfureció, porque yo nací en Gijón, pero toda mi familia es de la cuenca minera”, explica esta joven, que desde entonces da masajes a todos los mineros que se lo piden. “Ha sido duro, pero merece la pena trabajar por unas personas que tienen la capacidad de despertar la conciencia de todos”, asegura esta joven, que conocen los más de 160 mineros que han llegado hasta Madrid.

Desde entonces, el primer día de la marcha, los mineros tienen en Sara Fuentes, la gijonesa de León, un auténtico ángel de la guarda. Ya es una más del grupo. Se preocupa por todos y todos se preocupan por ella. En Collado Villalba los ojos se le abrían como platos al oír a los gaiteros de Parlay de Alcobendas: “Todo esto es muy grande”, aseguraba el ángel de los mineros.

“Aguanto como un martillo al sol”

JUAN CARLOS ABAD 42 años

ANA TORRES

Con botas de goma, casco, mascarilla y una pila atada al cinto, para este palentino de 42 años su trabajo en la mina es “algo aparatoso”, pero “como a todo, te acostumbras”. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, lo suyo no viene de familia. Hace 14 años se quedó sin trabajo, y desde las oficinas de empleo le informaron de una vacante en la mina. Le dijeron que sería duro, que seguramente no resistiría. Se equivocaron. “Los primeros meses se hicieron largos, allí abajo en la oscuridad con el calor, el polvo y la humedad como acompañantes. Luego descubrí que era un buen trabajo”. A día de hoy no le preocupa pasar siete horas bajo tierra dañando sus pulmones, sino la intranquilidad a la que les ha “sometido” el Gobierno. “Si se acaba la minería se termina todo”, dice mientras se coloca una camiseta en la que se defiende la pervivencia de la mina de Guardo. Sentado sobre una colchoneta, sobre la que pasará la noche en el gimnasio, mira a su alrededor. Ya son más de 400 kilómetros recorridos. “Aguanto como un martillo al sol”, sostiene mientras camina con los pies vendados.

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“Esta pasión va en la sangre”

JUAN JOSÉ LIÉBANA. 42 años

ANA TORRES

“Nuestra apariencia engaña; parecemos jóvenes pero por dentro estamos reventados”. Juan José Liebana, de 42 años, está enfadado. Con los pulmones, las rodillas y la columna vertebral “tocados”, critica que tras más de 25 años dedicado a la minería se le quiera “dejar en la cuneta”. Sus abuelos y su padre le inculcaron una profesión que parece tener los días contados.

“Somos cuarentones sin muchas opciones de futuro. ¿Qué pretenden hacer con nosotros?”, pregunta. Se siente engañado. “Ahora ya no me darán trabajo en ningún sitio y es injusto, me he dejado la vida en la mina”. En su ciudad natal, Cervera de Pisuerga, el 70% de sus conocidos trabaja en la extracción de carbón.

“Es difícil de entender, pero esta pasión va en la sangre, y espero que se mantenga en las generaciones futuras”. Tiene dos hijas, a las que augura otro futuro. “Ellas estudian, esta profesión ha sido históricamente de hombres”. Tras su discurso se esconde otra realidad, se niega a que sus chicas se desgasten como él. “El 30% de los compañeros que empezaron conmigo hace 25 años están muertos”.

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