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Un grumete con neopreno

Un chico de 16 años sorprende y gana la primera travesía a nado entre Cíes y San Simón

Participantes en la primera edición de la Batalla de Rande a nado. / LALO R. VILLAR
Participantes en la primera edición de la Batalla de Rande a nado. / LALO R. VILLAR

Se levantó al alba, su madre lo acercó desde su vivienda en Cesantes hasta Vigo para tomar el barco que la organización de la prueba disponía para acercar a los participantes hasta la playa de Rodas en Cíes. Pasadas las diez de la mañana David Blanco Darriba se lanzó al agua. 5 horas, 41 minutos y 1 segundo después tocó con su mano la isla de San Simón tras nadar los 27 kilómetros que los promotores de La Batalla de Rande a nado no han dudado en catalogar como los más duros de cualquier carrera náutica que se celebra en Europa. David se dio tanta prisa que ni su familia le esperaba en la meta. "Subí con sus abuelos y su hermano en el barco que pone el Concello para ir hasta la isla, pero cuando llegamos ya nos estaba esperando", explica Loli, su madre. Tras saberse vencedor, el titán que pulverizó cualquier registro imaginado regresó a casa, se dio una ducha, merendó algo y se despidió de nuevo de los suyos. Le esperaban en el cumpleaños de un amigo. Pasadas las dos y media de la madrugada concluyó su jornada.

Lo excepcional del trajín se convierte en casi inaudito si se considera que Blanco Darriba tiene 16 años. Sí, un adolescente tan tímido que prefiere delegar en su madre para explicar sensaciones, se alzó con la victoria ante parte de la élite europea de la natación de largo aliento. "El perfil medio del participante es el de un experimentado y curtido atleta varón con una edad media de 40 años. Son necesarios muchos años para acostumbrar el cuerpo, y sobre todo la mente, a pruebas como ésta", anticipaba uno de los párrafos de la nota previa repartida por el eficiente servicio de prensa del evento. Todas la previsiones naufragaron: el único menor de edad entre los 26 participantes se llevó el triunfo.

Cualquier persona que haya disfrutado siquiera de la visión de la ría de Vigo puede entender que trazar sobre ella una perpendicular a nado resulte algo más que un paseo. Pero además hay factores que pueden convertir a travesía en algo similar a una tortura. "Cuando baja la marea las corrientes en la zona llegan a ser de medio metro por segundo en contra, pero ese no es el principal problema", advierte Eugenio Fuentes, experimentado nadador con varios en triunfos en distancias más cortas e ingeniero industrial y profesor en la Universidad de Vigo, que detalla como en la zona es relativamente frecuente en época estival que el viento del norte genere bruscos cambios de temperatura en el agua al propiciar que aflore la más fría del fondo del océano y desplace a la templada que pudiera estar en la superficie. "Es un fenómeno que explica que las rías sean tan ricas porque esa agua del fondo arrastra nutrientes, pero no la convierte en la mejor para nadar", concluye.

Cuando hace un año dos integrantes de la organización, expertos en pruebas de largo aliento, de la prueba cubrieron el recorrido para cerciorarse de las dimensiones del reto tardaron en torno a las diez horas en liquidarlo. El pasado sábado hubo suerte. El viento en la zona fue benigno, apenas hubo oleaje y el agua llegó incluso a la mediterránea temperatura de 20 grados en la zona de San Simón, cinco más de lo cotidiano. Además las corrientes en Rande ayudaron a los participantes. La fecha de la prueba se eligió para que así fuera y la pleamar coincidiera con el paso de los nadadores bajo el puente. Incluso yendo en lancha es complicado cruzar Rande cuando baja la marea. "Es sencillo de comprender", ilustra Fuentes. "Supongamos que la ría es una manguera y el océano el grifo al que está conectada. Cuando sube la marea, el agua del océano entra en la ría (la del grifo en la manguera). Mientras la salida de la manguera sea ancha, el agua saldrá a poca velocidad, pero si se hace más pequeña, saldrá más rápidamente y es más complicado remontar".

La sensación es que el joven ganador no tiene problema con el agua que baja por las mangueras, por más que hasta su propia madre se sorprenda del portento que tiene en casa. "Me imaginé que iba a pinzar porque nunca nadó más de diez kilómetros seguidos y menos con esta dureza. De hecho cuando me dijo que quería participar hablé con la organización y no se lo permití hasta que ellos, que lo conocen bien, me dijeron que podía hacerlo y que en todo caso confiara en las medidas de seguridad que tenían". Entre las recomendaciones, más bien obligaciones, que hicieron a estos marineros de neopreno figuraba la de beber, cinco litros de líquido de promedio por participante, y comer cada 40 minutos. "Un mordisco a una barrita energética, un poco de plátano… si no lo hacías te quedabas", rememora Manuel de Castro. Él llegó dos segundos antes que el último participante que arribó a San Simón, algo más que una victoria para un nadador ocasional que sufre espondilitis anquilosante, una enfermedad degenerativa que incita más al sedentarismo que a dar brazadas en medio de una ría. "En cualquier caso lo más duro ha sido a nivel mental", explica De Castro. "Lo peor es pensar en lo lejos que queda la meta cuando llevas la boca llena de llagas por el salitre. Los últimos diez kilómetros fueron horrorosos". Casi en Rande, la sensación, describe, era la de estar clavado y no avanzar, pero De Castro cree que fue ahí donde contó con dos motores extra que le ayudaron a completar el desafío, propulsores de los que no disponía la catalana Minerva Pujol, pero que no le impidieron acabar séptima en la clasificación final.

Las previsiones tras esta edición inicial apuntan a repetir experiencia el próximo verano. El marco es incomparable, el desafío único, el interés del ayuntamiento de Redondela, que colabora en la organización, se explicita en el interés en rememorar la batalla naval de Rande. Y Manuel de Castro aporta un valor desde la experiencia. "Ésta ría es muy tentadora para nadar".

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