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La hora de ‘Arraianos’

El segundo largometraje de Eloy Enciso se prepara para un prometedor periplo internacional

loy Enciso, el lunes en el CGAI con su película al fondo
loy Enciso, el lunes en el CGAI con su película al fondoGABRIEL TIZÓN

Bien pensado, las probabilidades de que Eloy Enciso firmase la película gallega de este año, como le llama el crítico y programador Jaime Pena, y que esa película resultase ser Arraianosy no cualquier otra, eran francamente vagas. Aunque nació en Meira (Lugo) hace 37 años y ostenta un sonoro Cachafeiro como segundo apellido, Enciso se crió muy lejos de los paisajes que ausculta en su segundo largometraje. La culpa de que este valenciano de adopción acabase filmando en el antiguo Couto Mixto, en la raia seca entre Ourense y Portugal, hay que imputársela al cine, y el cine en su caso también ha sido algo parecido a un accidente. De hecho, hasta que se puso a trabajar en una sala de Los Ángeles con 25 años, su destino era otro. Iba para ingeniero forestal.

No será oficial hasta el próximo miércoles, prudencia obliga, pero se da por hecho que el periplo de Arraianos por el circuito internacional de festivales comenzará este verano en una de las plazas de referencia en Europa, quizá la segunda en importancia después de Cannes. Como Oliver Laxe tras estrenar en La Croisette Todos vós sodes capitáns (2010) o Xurxo Chirro con Vikingland (2011) después de pasar por FIDMarseille, Enciso tendrá su propia gira. La sorpresa es solamente relativa. Hace ya algún tiempo que otro crítico, Martin Pawley, le echó las cartas al lucense. Vaticinó que sería el siguiente en el Novo Cinema Galego y parece que solo patinó en la fecha.

El parto no ha sido ni fácil ni breve. Empezó hace cinco años, cuando el director acabó Pic-nic (2007), su primer largo, y decidió venirse a Galicia con un par de intuiciones, y acaba de terminar hace nada, tras un segundo rodaje y muchas vueltas a la edición definitiva. El resultado ya lo han visto algunos críticos y colegas. Jaime Pena, habitual en las páginas de la edición española de Cahiers du Cinema, ahora Caimán, está convencido de que será una película “importante”, no solo en Galicia sino también en el contexto del cine español. “Conjuga dos cosas que no suelen ir juntas: presupuestos muy radicales, por un lado, y una mirada etnográfica y poética por otro que la puede acercar a un público más amplio”, explica. “El acabado es muy sorprendente”.

Eloy Enciso perseguía su propia Sicilia! (1999), la película de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet tras los pasos de un hombre que regresa a su tierra natal desde Nueva York, y encontró en el Couto Mixto la coartada perfecta. “Quería hacer una película de frontera y en la frontera”, confiesa el director. “Una película en la que se pudiese escuchar y tocar el idioma como nunca antes en el cine gallego y que me permitiese radiografiar esa dualidad identitaria que encarnan las dos mujeres que abren la cinta, entre el existencialismo y el descreimiento. Retratar el silencio, el verde, la humedad, la superstición, la maldición de la lluvia, el trabajo, la relación entre el hombre y el animal”.

El proyecto necesitaba un texto literario y Enciso lo encontró a través de José Manuel Sande, el otro guionista de Arraianos, y el profesor Xosé María Dobarro. O bosque, de Jenaro Marinhas del Valle (1908-1999), adaptado y declamado por actores y actrices no profesionales, iba a ser en principio el músculo de la película. “Al acabar nos dimos cuenta de que no funcionaba”, confiesa ahora el cineasta. “Desde el punto de vista cinematográfico, el resultado era muy coherente, pero también frío. El gesto cinéfilo, la intoxicación de Pedro Costa y Straub y Huillet, quedaba por encima del propio material. Por eso decidimos refinanciar el proyecto y volver a rodar”.

Esa segunda fase es la que ha terminado de dar forma a la película, un singularísimo fresco de 65 minutos de un mundo y una cosmovisión que desaparecen. La representación del texto de Marinhas del Valle se alterna con la cotidianeidad de los propios protagonistas y la presencia espectral, a través de viejas fotografías, de hombres y mujeres que algún día habitaron la raia seca.

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Arraianos contiene, sin aspavientos posmodernos, el relato de su propia emancipación. Se rebela contra el formalismo inicial y cose el tiempo mítico al tiempo histórico. Cuando el espectador vuelve a ver el bosque vacío al final de la película, el mismo bosque en el que los personajes de la pieza teatral se encuentran encerrados sin saber que esperan a Godot, ya no ve el mismo bosque. “El retrato de un país se construye a partir de la realidad y de la construcción mítica de esa realidad”, apunta Pena. “Hacen falta muchas mentiras para armar una verdad”, concluye a su manera el director.

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