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De nevera para el ganado a innovadora Casa del Lector

Fue el sueño del editor Sánchez Ruipérez. Un centro polivalente de investigación en torno al libro. Abre en octubre, pero su espacio en Matadero está ya listo

El auditorio de la Casa del lector.
El auditorio de la Casa del lector.ÁLVARO GARCÍA

Desde muy joven fue un visionario. Germán Sánchez Ruipérez, fundador de Anaya y uno de los grandes nombres de la edición en España y Latinoamérica, empezó su periplo en la librería Cervantes, propiedad de sus padres en Salamanca. Comenzó casi de cero. A los 14 años tuvo que dejar de estudiar para ayudar a su padre, que no podía contratar a un empleado. A fuerza de empaparse de libros de contabilidad y gerencia, fue construyendo una carrera que acabaría revolucionando el mercado de la edición y, en particular, el área educativa y los libros de texto. Renovó la red de distribución y disparó las ventas. Llamó a Fernando Lázaro Carreter y le encargó el que sería el manual más famoso de gramática. Y logró, pateándoselas una a una, que esa librería abasteciera a un buen número de universidades. A finales de los años cincuenta, cumplió el sueño de ser editor. “Soy el clásico self made man”, decía.

El gran editor, empresario y mecenas murió en 2002 siendo presidente de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, que había fundado 20 años atrás. Para entonces había vendido el Grupo Anaya y, adelantándose una vez más a los tiempos, sentó las bases de la futura Casa del Lector. A la hora de emprender esta su última aventura, que se inaugurará este octubre, tuvo claras dos cosas: que debía ir de la mano de la Administración y que sería el foco de investigación y vanguardia en torno al libro.

Acompañado de Antonio Basanta, director de la fundación, con quien trabajó 32 años, recorrió un año antes de morir varios edificios que ofrecía el Ayuntamiento de Madrid. No le convencía ninguno. Hasta que llegó a Matadero, que estaba en el último lugar de la lista. En cuanto lo vio supo que era el emplazamiento para su gran obra. De nuevo se anticipó, porque entonces las naves de Matadero eran escombro y ni siquiera se había soterrado aún la M-30. Mucho menos se habían iniciado las obras de Madrid Río.

En 2002, la Fundación firma un convenio con el Ayuntamiento por el cual este cede el suelo de cuatro naves de Matadero por un periodo de 25 años, a partir del cual se volverá a negociar. A cambio, la fundación correría con los gastos de la rehabilitación y construcción de los nuevos elementos, en total 26 millones de euros.

Datos y avances tecnológicos

El proyecto de rehabilitación es del arquitecto Antón García Abril, que se impuso entre cinco estudios.

El Ayuntamiento cede el uso del suelo por un periodo de 25 años. A cambio, la Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha corrido con los gastos de rehabilitación, 26 millones de euros.

Ocupa 7.000 metros cuadrados de lo que era la nevera de Matadero y está dotado de las últimas tecnologías.

El proyecto del arquitecto Antón García Abril fue el elegido dentro de un concurso restringido al que fueron invitados cinco equipos. Las obras, que ya han finalizado y solo faltan remates, comenzaron en 2008. “Me encontré con una estructura en estado ruinoso, con la particularidad de que eran dos naves gemelas separadas entre sí y la respuesta arquitectónica tenía que resolver ese programa tan vanguardista que quería la fundación”, reflexiona el arquitecto. Optó por afianzar la estructura y no quedarse solo en un cambio cosmético, “porque este edificio tiene que durar un siglo y de ahí hacia adelante”. Esas dos naves partidas en dos ocupan 7.000 metros cuadrados en lo que era la nevera de Matadero, donde se congelaban las reses. Como el resto del edificio tiene la protección más alta (“como el Museo del Prado”, precisa el arquitecto) y por eso se requirió un esfuerzo titánico para renovar toda la instalación. “Estuve unas semanas que no dormía”, confiesa el arquitecto, “cuando las dos naves estaban suspendidas para hacer el recalce, para meterle debajo el hormigón”. Además de este material se ha utilizado en la rehabilitación ladrillo, granito, acero y madera, “buscando la extrema frialdad de una nave y hacerlo cotidiano”.

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Una gran área blanca, diáfana y muy luminosa, es la primera parada. Podría pensarse que su destino es ser un espacio expositivo, y puede que así sea. Pero la idea central que recorre el edificio es que no haya compartimentos estancos, que entre los espacios y usos no haya jerarquías, que todos sirvan para todo. “Sería un error someter la arquitectura a un solo uso”, según García Abril. Este mismo principio se aplica a la zona de aulas (unas 20) destinada a los cursos de formación, equipada con pantallas digitales y una acústica especial. La segunda planta está destinada a la investigación, un área provista de cierta intimidad. “Pero sin perder la sensación de un todo lograda a base de puentes, calles porticadas y que nos lleva otra vez al río, al principio de conectividad, conectar gente e ideas, que late en la estructura del edificio”, precisa el arquitecto.

Una calle central, entre las dos naves, concebida como área de estar o de descanso, conecta ambas edificaciones a través de unas marquesinas ya existentes que, de nuevo, otorga una sensación de unidad. El diseñador Alberto Corazón, que se ha encargado de la gráfica y de dar color a las sillas y escaleras de acceso, ha pintado en las paredes de este pasillo un mural con palabras que recuerdan al editor y filántropo. Es la señal que indica que se ha accedido a la otra nave donde se ha ubicado la Fundación Sánchez Ruipérez. Esta cuenta con otras dos sedes, una en Peñaranda de Bracamonte, donde su fundador nació en 1926, y otra en la capital de la provincia, Salamanca.

Una discreta sala en la zona superior “era el espacio de Germán, pero lo sigue siendo, está presente. Sabía que no lo vería completo, pero eso para él era irrelevante”, reflexiona el arquitecto, que trabajó mano a mano con el fundador. “Esa relación entre cliente y arquitecto que uno desea y que es muy difícil de lograr, aquí ha sido inédita. Fue esencial cómo nos arrastró a todos a su mundo y nos hizo partícipes”.

En la misma nave se encuentra el auditorio, un espacio privilegiado cuya morfología abovedada y los prodigiosos efectos de luz que consigue reproducen lo que fue el origen, la hielera de Matadero. “Tiene esa cosa escenográfica que se necesita cuando congregas a gente”. Cuenta con una pantalla capaz de conectarse con todo el mundo, con las abrumadoras posibilidades que ofrece un ancho de banda de un giga simétrico.

El cometido de la Casa del Lector es muy claro. “No va a ser una biblioteca”, despeja su director, el exministro de Cultura César Antonio Molina. Sus funciones son tres, apunta el director: “Una, investigación en torno a la lectura, el libro y el mundo editorial; otra educativa, con cursos reglados, seminarios y talleres, y otra cultural, con exposiciones, proyecciones que contarán la participación de grandes escritores”. Esta magna obra, dedicada al mundo del libro, contará con 50.000 ejemplares de literatura popular española, los únicos que serán libros físicos. Porque su mentor intuyó que habría una migración muy importante de contenidos hacia lo multimedia y lo digital. Y Matadero se ha puesto al día. “Será la huella de mi paso por el mundo”, pronosticó el fundador.

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