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El Taller de Músics se reinventa en una nave de Can Fabra

La institución empezó su andadura a finales de los setenta en el Raval

Las nuevas instalaciones del Taller de Músics en Can Fabra
Las nuevas instalaciones del Taller de Músics en Can FabraCONSUELO BAUTISTA

“Inimaginable”, exclama Lluís Cabrera con su histórico y contagioso entusiasmo tintado esta vez de una euforia nada disimulada. Y no es para menos. Poco podía imaginar el fundador del Taller de Músics que una idea desquiciada surgida de la euforia reinante en Barcelona a finales de la década de 1970 se convertiría en una Institución Cultural (con mayúsculas) esencial para el desarrollo de la música catalana (y, por extensión, peninsular) del siglo XXI.

“Cuando en 1979 comenzamos en un pequeño local del Raval no podíamos imaginar este recorrido”, prosigue el incombustible Cabrera. Un recorrido que este fin de semana ha coronado otra cima: la inauguración de su nueva sede en Sant Andreu. La tercera planta del Centre Cultural Can Fabra acogerá, a partir de ahora, los estudios de grado superior que imparte también el Taller de Músics.

El final de la década de 1970 fue clave para la enseñanza musical en Cataluña. En poco más de 12 meses surgieron tres escuelas no solo nuevas sino con planteamientos totalmente novedosos dispuestas a revolucionar el medio: la escuela del Barri de la Ribera (más conocida como Zeleste) fue la primera. Inmediatamente le siguieron el Taller y el Aula, ubicada en el centro del Raval la primera e (inicialmente) en la falda del Tibidabo la segunda. Las tres partían de un mismo esquema: romper con las anquilosadas enseñanzas de los conservatorios oficiales y las tres tenían la mirada puesta en las escuelas alternativas norteamericanas que ya entonces lideraba el Berklee College of Music de Boston. Tres iniciativas con similares objetivos pero con un recorrido muy dispar. Zeleste se hundió al tiempo que el mítico local que la cobijaba. El Aula finalmente fue absorbida por el Conservatorio del Liceo. Y el Taller siguió en su refugio del Raval luchando contra todas las adversidades e imponiendo una forma de trabajar y entender la profesión (tanto la de músico como la de enseñante) que ha acabado por imponerse siendo imitada por muchas otras escuelas de música.

“Visto ahora ha sido una aventura casi milagrosa”, prosigue Cabrera. “Cuando comenzamos no había ninguna estructura, ni de gestión ni pedagógica, en la que sustentarnos. Y estar en el Raval no era ninguna ventaja. Lo curioso es que, de aquellas tres escuelas, la que parecía tener menos posibilidades de sobrevivir es la que, con humildad y modestia, más trabajo ha hecho”. ¿El secreto? “No segmentar la música y la enseñanza, el escenario y el aula”, dice Cabrera, que obvia su tozudez de luchador que ha contagiado a sus colaboradores.

En 33 años el Taller se ha diversificado enormemente. Si sus primeros pasos los dio en el mundo del jazz, pronto se abrió a todo tipo de música creativa, desde el flamenco hasta el gospel, y dejó atrás las puertas de su local para seguir las enseñanzas en seminarios, clubes, ateneos y todo tipo de festejos. Los seminarios de jazz de Banyoles y Castelldefels, las Doce Horas de Jazz, la Mostra de Jazz Europeo, el Seminario Internacional Carmen Amaya, el Festival de Flamenco de Ciutat Vella y muchas otras actividades que precedieron a la creación del Jazzsí, local en el que profesores y alumnos pueden tocar a diario delante de un público fiel. Esta oferta se redondeó con la creación de una oficina de management, una de las pocas que en estos tiempos de crisis puede alardear de haber duplicado el número de contrataciones de años anteriores.

Esta labor no ha sido solo de Cabrera; muchos nombres han dejado su impronta en el Taller: Américo Bellotto, Peter Delphinic, Mario Lecaros, Lluís Vidal, Zé Eduardo, Lluís Vergés, José Luis Gámez, Xavier Fort...

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Lluís Cabrera ha escrito: “No existe un músico de jazz español de entre 20 y 40 años que en un momento u otro de su trayectoria no haya estado vinculado al Taller de Músics, a través de sus aulas o seminarios”. Probablemente, tenga razón. La inauguración de este fin de semana no es ninguna meta, es un paso adelante más.

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