Tan elegante como pícara
La mezzosoprano estadounidense Susan Graham es una malabarista de los estilos. Se mueve con similar desparpajo en la ópera, en el mundo del lied o en el music hall. Ayer llegó a cantar obras de 16 compositores diferentes en su recital del Teatro de La Zarzuela. En inglés, francés, alemán o ruso. Pasó de Purcell, Berlioz o Chaikovski a Cole Porter o Ben Moore con una naturalidad envidiable; de los registros serios a los cómicos sin aparente esfuerzo.
No decae la tensión con Susan Graham. De entrada tiene a su favor unas cualidades excepcionales de actriz. Domina el gesto, la insinuación y la picardía con la misma habilidad que se abandona a un melodismo pletórico de elegancia y capacidad de sugerencia. Además, está a su lado Malcolm Martineau, un pianista de acompañamiento fuera de serie con el que ha llegado a un grado de compenetración magistral. Martineau se llevó ayer una de las mayores ovaciones para pianista que yo he escuchado en estos Ciclos de Lied. Se nota que está a gusto con la cantante. Y lleva el discurso a cotas de alta expresividad si se trata de Wolf o a un sutil sentido del humor si la cantante acomete Sexy lady, una traviesa canción llena de ironía que Ben Moore compuso para ella en 2001, y que ya ofrecieron como cuarta propina en un memorable recital en estos mismos ciclos en mayo de 2004, después de cautivar con Brahms, Debussy, Poulenc y Alban Berg.
Ayer pasó tres cuartos de lo mismo. En la primera parte del recital, la cantante se puso seria con canciones de Schubert, Schumann, Liszt o Wolf, entre otros, pues no en vano el contexto es el de un ciclo de Lied. Graham domina excelentemente el repertorio francés y así cautivó con sus interpretaciones de Berlioz o Poulenc antes de llegar a una maravillosa canción de Hahn ofrecida como primera propina.
Susan Grahan
Piano: Malcolm Martineau. Obras de Purcell, Berlioz, Schubert, Liszt, Schumann, Chaikovski, Duparc, Wolf, Horowitz, Poulenc, Messager, Ben Moore, Porter y Mary Rodgers. Teatro de La Zarzuela, 11 de junio
Susan Graham es, no lo perdamos de vista, estadounidense, y en las fronteras del teatro musical en sus diferentes variantes está en su salsa. Cantar bien es importante, moverse en escena con su desenfado teatral también lo es. Y si a eso le añadimos un pianista de postín, pues pasa lo que pasó ayer. La sensación de glamour y espontaneidad se unía a la consistencia artística. Impagable en estos tiempos de tanta confusión.