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Emilia, la adolescente rebelde

Pardo Bazán reivindicaba la educación de la mujer por la “buena literatura” en su primera novela, escrita con 13 años y editada íntegra por primera vez

Manuscritos de Emilia Pardo Bazán
Manuscritos de Emilia Pardo Bazán

Clarín lo llamaba despectivamente “el furor literario-uterino de Doña Emilia”. Y lo despreciaba tanto que, en su calidad de crítico de la revista La España Moderna, se negó en redondo “a ser tributario” de las obras de la que era ya una de las grandes damas de las letras española. Desconocía Clarín por aquel entonces la precocidad de la pasión por la escritura de Pardo Bazán. Era una adolescente de apenas 13 años cuando escribió en A Coruña su primera novela con el ya revelador título de Aficiones peligrosas.

Tuvieron que pasar 147 años para que se editase íntegra por primera vez (Editorial Analecta, colección Textos inéditos y olvidados). Un manuscrito perdido y reconstruido en el que la muchos años después condesa ya dejaba vislumbrar los grandes temas que nutrirían su narrativa de adulta. Empezando por el derecho a la educación de las mujeres en un siglo, el XIX, en el que eran totalmente sometidas a los dictados paternos y del matrimonio. Y ya germinaba también ese empeño posterior de reivindicar el papel y la función social de la mujer literata en una época en la que era sinónimo casi de prostituta. Una condición para la que Pardo Bazán decía haber logrado el pleno reconocimiento años más tarde cuando, por orden monárquica, se le concedió el título de condesa.

En su primeriza obra, según destaca Araceli Herrero en un estudio que sirve de prologo a este libro, Pardo Bazán reivindicaba esa educación a través de la literatura. Pero eso sí, siempre que fuese “seleccionada”, la “buena” frente a la “mala”, esas novelas llamadas sentimentales que “llenaban de pajaritos” a sus lectoras y le apartaban de los dictados paternos y de su destino de mujer burguesa únicamente llamada a convertirse en perfectas amas de casa, en “ángel del hogar”, según la expresión de la escritora coruñesa.

En Aficiones peligrosas, la protagonista se deja llevar por aquella “mala” prosa, se rebela contra su padre y se casa con un hombre que no era el designado. Acaba todo en tragedia, con la muerte del marido en un duelo. Para Herrero, profesora de la Universidade da Coruña, hay “componentes biográficos” en el primer manuscrito de Emilia Pardo Bazán, “autodictada en su educación literaria y arbitraria, según ella misma decía, en la elección desde niña de sus lecturas”. “Se nota que la escribió teniendo en cuenta los consejos que le daban en casa para hacer lo que se espera de ella”. Algo contra lo que, con el paso de los años, se dedicaría a combatir fervientemente en su brillante y dilatada carrera de escritora, recordó Herrero. Pero también de lo que ya sufría, como dejó reflejado en esta primera novela, cuando escribió que se recomendaba a la protagonista, adolescente como ella, que dejáse “las Musas para los sabios locos y los enamorados. Y tú, querida, no compongas jamás sino guisos”.

Al contrario de la joven de Aficiones prohíbidas y tan sólo tres años después de escribirla, Emilia Pardo Bazán se casaría con el hombre elegido por su padre y de buena familia, José Quiroga. El matrimonio se rompió 17 años al rebelarse la escritora contra su marido por exigirle que deje la escritura ante el escándalo que provocó su libro La cuestión palpitante, impulsor del naturalismo en España.

Su primera novela fue escrita de puño y letra, e incluso ilustrada, por la joven Pardo Bazán en 1864, en la casa familiar de la calle Tabernas de A Coruña, reconvertida hoy en sede de la casa-museo de la escritora y de la Real Academia Galega. Pero tardaría más de tres décadas en entregar el original “de muy mala gana, por ‘santa obediencia”, como ella mismo reseñaba en la dedicatoria, a su amigo y editor José Lázaro Galdiano. Éste nunca la publicaría, quizás por deseo de Doña Emilia. Y el manuscrito se perdió en las incautaciones de la Guerra Civil de 1936.

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Reapareció un siglo después, en la Fundación Lázaro Galdiano, pero “muy deturpado y alterado”, con hojas sueltas que costó mucho trabajo ordenar y recomponer. Fue de gran ayuda que algunos capítulos de un total de diez fuesen publicados por entregas en 1866 en el periódico de Pontevedra El Progreso. Aunque no coincide el original con la versión publicada en prensa, seguramente porque el rotativo introdujo correcciones o retoques. Un cotejo podría dar pie, al igual que este libro, nuevos estudios sobre el legado de Pardo Bazán y cómo se le interpretaba o se le dejaba interpretar en su época.

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