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“Sin la ayuda de la familia, haríamos alguna fechoría”

Una pareja relata cómo han llegado a guardar cola para pedir alimentos básicos tras perder su empresa por impagos

Comedor Social de la Malva-rosa, que atiende a 120 personas todos los días.
Comedor Social de la Malva-rosa, que atiende a 120 personas todos los días.JOSÉ JORDÁN

A Francisca Molina y Jacinto Grau les iba bien. Regentaban en La Pobla Llarga una empresa de transportes y servicios, en la que alquilaban maquinaria de obra pública, como camiones de gran tonelaje. Algunos de sus vehículos fueron utilizados para hacer tramos del AVE Madrid-Valencia. Tenían contratados a ocho trabajadores. “Y a todos les pagamos”, se apresta a aclarar Francisca. De todo eso hace ya unos años.

Casados en segundas nupcias y con cinco hijos de sus anteriores matrimonios, la pareja empezó a tener problemas cuando los pagarés se quedaron en papel mojado. Había estallado la crisis. Las empresas de construcción no pagaban y ellos no podían hacer frente a sus facturas. Los impagos se fueron acumulando. “Nos deben 300.000 euros”, espeta ella. “Los pagarés son un cáncer. Se deberían prohibir”, añade Jacinto.

Antes los bancos les recibían con los brazos abiertos, “Nos decían que los pagarés eran buenos porque las empresas eran solventes, luego no nos han ayudado nada. Al contrario. Ahora bien, a los bancos sí que les han dado dinero...”, comenta Francisca. “Además, el dinero que el Gobierno dio a los bancos se lo quedaron ellos y no llegó a la gente ni a los pequeños empresarios como nosotros”, apostilla él.

Proliferan comedores sociales, economatos, repartos de productos 

Ambos guardan su turno en la larga cola que se forma unas horas antes de que abran el Banco de los Pobres, emplazado junto a la avenida de Tres Forques de Valencia. En poco más de dos años, esta entidad benéfica ha triplicado el reparto de alimentos básicos en sus dos sedes (la otra está en La Pobla de Vallbona): De 0,4 toneladas en 2009 a 1.4 toneladas en 2011, explica su presidente Jaume Serra, que anuncia un inminente cambio de nombre. El Banco de los Pobres, que nació al calor del Banco de los Alimentos, pasará a ser de la Solidaridad. Se lo han pedido algunos de los 13.000 beneficiarios que atendieron el pasado año. Los productos proceden de la Unión Europea, de instituciones valencianas y de numerosas empresas. Al estar declarada entidad de utilidad pública, las donaciones desgravan a Hacienda.

Francisca y Jacinto no tienen vergüenza de contar su caso. Aseguran que han hecho todo lo que han podido y que no paran de buscar trabajo. Tuvieron que malvender la maquinaria. Acabaron embargados. Hoy, ella cobra los 426 euros de la renta activa de inserción y él, nada, “después de 25 años pagando como autónomo”. Los dos hermanos de Francisca, un ingeniero y una médica, les echan una mano. “Sin la ayuda de la familia, podríamos hacer alguna fechoría”, suelta la mujer en un tono de lamento desesperado.

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Cruz Roja alerta de que hay 37.500 personas en "extrema vulnerabilidad"

Los parados de larga duración, las personas mayores sin recursos, las familias sin ingresos y los jóvenes sin expectativas laborales son los principales beneficiarios de la atención urgente que ha lanzado la Cruz Roja. Hay 37.500 personas en la Comunidad Valenciana en una situación de “extrema vulnerabilidad”, según la organización.

El Banco de los Pobres triplica en dos años el reparto de comida

Esther habla, pero no quiere fotos ni por detrás ni apellidos, a ver si la van a reconocer en su barrio. Tiene 30 años y lleva tres sin trabajar. Lo hacía en un restaurante, que quebró, y ahora va tirando de ayudas y de familia. La gimnasia rítmica de su hija de 11 años se la paga su hermana. “Y gracias a que la niña tiene beca para el comedor”, comenta. Su amiga Jessica tiene 31 años, un niño de ocho y era empleada en una verdulería hasta hace dos. Ambas tenían para vivir su vida y se pagaron una operación estética de pecho tras sus embarazos. “Y ahora, encima de parada, soy una de las víctimas de los implantes mamarios esos”, dice Esther desalentada. Ambas conocen bien dónde conseguir ayudas y alimentos para sus hijos mientras van buscando trabajos. “Aún no estamos desesperadas”, asegura Jessica esbozando media sonrisa.

Las familias con niños son uno de los grupos de atención que más han crecido, según el último informe de Casa Caridad de Valencia. Más de 440 personas acuden a la institución para comer cada día y atienden, en su escuela y en su comedor, a unos 20 niños diarios.

La pobreza se extiende, se cronifica y se ve, aunque se quiera apartar la mirada. Ya no sólo es muy visible por la multiplicación de personas sin techo, por los que piden por las calles o los que duermen en los parques, en el antiguo cauce del Turia o en las fábricas y fincas abandonadas. Ahora también se hace patente en las colas para recibir alimentos de primera necesidad, en las parroquias de los barrios, en las ONG que antes trabajaban casi íntegramente con inmigrantes. Este último es el caso de Casa Grande, una organización asistencial que hace unos años enseñaba un oficio a inmigrantes en un 96%. Ahora, un 20% de las familias que atiende son españolas. Alimenta y Misión Evangelista Urbana son otras de entidades dedicadas a la ayuda básica en Valencia. La Generalitat dispone de tres comedores sociales en la ciudad.

Cáritas Valencia dispone de 33 economatos a mitad de precio

En general, la Comunidad Valenciana se sitúa, junto a Baleares o Murcia, en la media de las autonomías españolas en cuanto a la tasa de pobreza, en una horquilla que oscila entre el 20% y el 25% de su población, según un informe de Cáritas. Pero en los últimos meses el incremento es superior al de la media.

Más de 80.000 personas atendió Cáritas el pasado año en su diócesis de Valencia (provincia y 60 poblaciones de Alicante), 5.000 más que el año anterior. La institución prefiere la ayuda promocional que la mera beneficencia y acaba de abrir seis economatos más entre las parroquias para ofrecer alimentos a la mitad de precio. “Queremos que la gente haga un esfuerzo y no sólo se lleva comida gratis”, dicen. En total, hay ahora 33 economatos en Valencia, aunque algunas iglesias siguen dando bolsas de comida. Cáritas considera que el aumento de la pobreza y por tanto de su labor asistencial es el reflejo del “fracaso de las políticas públicas de sanidad, empleo, educación y bienestar social”.

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