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El ingenio sale a escena

Se sortean funciones, se ponen huchas a la salida de los espectáculos, se potencia el ‘crowdfunding’, se asocia al vecindario, se practica el ‘networking’ o se vuelve a los espectáculos ambulantes…

Microteatro por dinero. Sala 2. 'Angustias culturales'.
Microteatro por dinero. Sala 2. 'Angustias culturales'.SAMUEL SÁNCHEZ (EL PAÍS)

En la carta que envió el espectador al teatro puede leerse: “Estimado Ángel: quiero que sepas que salgo del teatro amando más la vida. Salgo con deseos de ser mejor, y acaso esa sea la más hermosa misión del teatro, y del arte, en general. Mi agradecimiento es extensible a toda la compañía. Que os sirva de estímulo el saber que nos hacéis bien a muchos. Un afectuoso saludo con mi amistad y simpatía. Pedro”. Y, como esa misiva, hay cientos. Todas manuscritas.

Ángel, es Ángel Gutiérrez, director del Teatro de Cámara de Chejov (Calle San Cosme y San Damián, 3), la misma sala madrileña que ya estuvo a punto de cerrarse hasta el miércoles, ahogada por las deudas, después de que la Comunidad de Madrid le retirara de un plumazo la subvención anual de 44.000 euros que le permitía sobrevivir. Un milagro la ha salvado.

Microteatro por dinero. Sala 4. 'La voz inhumana'.
Microteatro por dinero. Sala 4. 'La voz inhumana'.SAMUEL SÁNCHEZ (EL PAÍS)

Con las arcas de las administraciones secas, el teatro, y la cultura en general (esa gran subvencionada desde los modelos creados en los años setenta y ochenta), a duras penas sobrevive. Y aquel empeño por democratizar ese bien espiritual, haciéndolo asequible a todo el mundo, en estos tiempos de crisis ha terminado por ponerlo al borde de la extinción: nadie tiene un euro y, los que tienen alguno, no están dispuestos a pagar por lo que antes era gratis o casi gratis. Mal asunto.

Pero el cataclismo escénico ha generado un movimiento subterráneo, una lucha desesperada por salvar la vida y sacar la cabeza por entre los escombros del ladrillazo. Son multitud de iniciativas que corren en paralelo a los máximos históricos de la prima de riesgo y al hundimiento de Bankia. Y que crecen sobre conceptos casi olvidados: comunidad frente a individuo, colaboración frente a competitividad, felicidad frente a éxito, crecimiento personal frente a crecimiento económico, disfrute laboral frente al sacrificio del trabajo... Es el 15-M del teatro, pero sin pancartas ni caceroladas.

Y, por ejemplo, en lugar de asambleas en las plazas, hacen Networking sobre las tablas de la sala Pradillo de Madrid (Pradillo, 12) e intercambian, además de tarjetas de visita, ideas y experiencias. U ofrecen teatro en los salones de una casa, como la de La Portera (Abades, 24, bajo derecha, al lado de Tirso de Molina), como hicieron Alberto Puraenvidia, director de arte, y José Martret, director de escena. O colocan huchas a la salida de los espectáculos para que el espectador calcule el valor de lo que ha visto, como en el último certamen de danza del espacio madrileño de Microteatro por dinero (Loreto y Chicote, 9). O convierten en socios a los vecinos del barrio para implicarles en el proyecto teatral, como la sala Guindalera (Martínez Izquierdo, 20). O se apuntan al crowdfunding buscando mecenas particulares, como ha hecho la revista Primer Acto (editada en Madrid desde 1957 y a punto de cerrar) en la plataforma on line La Tahona Cultural. Y, como último experimento, el que le ha salvado la vida teatro de Cámara de Chéjov, que ayer dio a conocer la firma de un contrato con la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), una universidad digital interesada en potenciar un máster de interpretación y dirección…

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'Networking' en la sala Pradillo.
'Networking' en la sala Pradillo.Samuel Sánchez (EL PAÍS)

Desde FAETEDA, la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza, se ha venido advirtiendo de que el modelo de negocio (basado en que el principal cliente era la Administración) estaba en crisis desde hace un par de años y se han sugerido opciones como prescindir del intermediario, es decir, de las administraciones y que los teatros busquen directamente al público. O que sean las empresas escénicas las que gestionen los teatros públicos, a modo de subcontrata supervisada por la Administración, “con criterios estrictamente culturales, con límite de precios y con la confianza de que quien lo gestione sabría lo que se trae entre manos”, explica María López, miembro de la federación.

Ante las dos opciones posibles, sucumbir o reinventarse, son muchos los que están dispuestos a pelear por conservar la pasión por un trabajo que les hace sentirse vivos. Quizá fue eso lo que les reunió el lunes pasado en el escenario de la sala Pradillo de Madrid. Allí se celebró la primera de las reuniones de Networking, con asistencia de más de 60 agentes teatrales: desde el ex director gerente del Festival de Otoño, José Manuel Gorospe, o la productora del Teatro de la Zarzuela, Margarita Jiménez, hasta subtituladores como Rubén Delgado o actrices como Amalia Hornero.

Unirse para inventarse cosas

Fue un encuentro promovido por la agencia de comunicación Cultproyect, dedicada a la difusión de eventos escénicos. Y bastaron unas tortillas y unos vinos para que la gente comenzara a hablar y se oyeran cosas como: “He llegado a ganar 57 euros por un mes de trabajo” (Merche Segura, 31 años, actriz); “La cultura está devaluada, qué sería hoy de un pintor como Picasso… Las subvenciones deben existir para que emerjan proyectos nuevos, pero deberían ser devueltas cuando se obtiene un beneficio, ¿cómo es posible que se subvencionara a Almodóvar?” (Jorge, actor); “Abrir un teatro público cuesta mucho dinero, por lo que a veces es “mejor” mantenerlo cerrado, porque con el precio de las entradas no amortizas el gasto nunca.

Microteatro por dinero.
Microteatro por dinero.SAMUEL SÁNCHEZ (EL PAÍS)

El problema es que los gestores de lo público se han olvidado de que tenían ese dinero público para programar esos espacios, no para alquilarlos para bodas y bautizos” (Margarita Jiménez, productora del Teatro de la Zarzuela); “La ley de mecenazgo se carga todo el tejido cultural, primero nos obligaron a ser empresas mercantiles y ahora, con la nueva normativa, nos dejan fuera porque está dirigida a asociaciones y fundaciones” (Getsemani de San Marcos, directora de la sala Pradillo); “Nos pasamos la vida en la carretera para al final llevarnos lo comido por lo servido, y me costó mucho convencer a mis padres de que éste era un trabajo de verdad” (Adriana Vázquez, 32 años, productora); “Todavía podemos unirnos para inventarnos cosas, una economía paralela a la de Bankia, nos podemos ayudar los unos a los otros” (José Manuel Gorospe, ex director gerente del Festival de Otoño)...

En esta gigantesco backstage de la escena, no faltan tampoco administraciones dispuestas a mantener la programación de sus espacios culturales a toda costa, contratando a grupos de aficionados, que aterrizan con lo puesto en “furgonetas de colegas”, para trabajar a precios irrisorios. A pesar de que son criticados por “cargarse” el tejido profesional y favorecer la economía sumergida.

“Nosotros hemos viajado recientemente a Bilbao en coches y furgonetas y dormimos en la residencia de estudiantes porque teníamos dos bolos. Nuestro sueldo no llegaba a 50 euros”, comenta una actriz madrileña que tiene su propia compañía y que dirige espectáculos infantiles. “Nos falta compartir las esquinas de la calle Montera”, bromea.

Pero, entretanto, el público sigue dejando mensajes y cartas a la salida del Teatro de Cámara de Chéjov: “Poderosa historia que nos recuerda que los sueños nunca se deben de olvidar. ¡Enhorabuena!”, “Gracias por hacernos vibrar”, “Uff! ¡Qué maravilla!”…

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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