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Columna
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Usted no vale tanto

La única manera de subir de valor que tiene usted es pudiendo prescindir de la ayuda de los demás

Hágase un favor, no se crea a nadie cuando le digan que han bajado los pisos. Los pisos ni suben ni bajan. El gasóleo tampoco, se mantiene estable pese a lo que digan los números, de verdad de la buena. Y lo mismo sucede con la electricidad o el agua. ¿La indemnización por despido? No es ni mayor ni menor que hace dos, cuatro o 10 años. ¿La bolsa de la compra? Vamos, hombre, que ya somos mayorcitos… No, no, lo que sube o baja de precio es usted y tengo que decirle, aunque me duela, que usted no vale tanto como hace siete u ocho años. No se lo van a contar porque le tienen miedo y saben que se lo va a tomar fatal, pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o, en este artículo, su porquero.

No hace falta acreditar ningún máster en administración y dirección de empresas para darse cuenta de ello. Fíjese en que nadie que tenga uno se lo va a decir porque la base del sistema, insisten, es la confianza. ¿Cómo le van a contar que no vale tanto como usted cree si llevan años diciéndole que es el centro del universo? Usted se merecía un coche mejor, un piso más espacioso y en una zona acorde a sus pretensiones. Por eso recibía aquellas cartas del banco, aquellas joyas del arte contemporáneo que deberían conservarse como incunables, los créditos para que se comprara un televisor plano o se fuese a Cancún para desconectar. Porque estará de acuerdo conmigo en que se había ganado las vacaciones y en que sin el móvil de ultimísima generación, pues no era lo mismo.

Olvídese del precio de las cosas, que todo necio confunde valor y precio. Hace siete años usted valía lo que no estaba escrito, se pirraban por usted y le dijeron que podía vivir una existencia de rico. No han devaluado la moneda porque no se puede, la moneda, al fin y al cabo, no existe: le han devaluado a usted. Sí, es traumático, pero no se enfade conmigo, que no valgo la pena, recuerde que le habla el porquero. ¿No cree que usted debería haberse dado cuenta a tiempo? ¿No encontraba sospechosa tanta amabilidad y tanto cariño financiero? ¿No se sentía insultado cuando recibía las cartas del banco? ¿Y cuando el afecto era político, cuando el anterior Gobierno le ingresó 400 euros para que se los gastase como mejor le pareciera? Seamos sinceros, ni usted ni ellos querían amor, era solo sexo. Y ahora, ya conoce el dicho: donde no hay harina, hay mohína.

Pues eso. Ha llegado el momento de la emancipación. Usted paga lo que puede y lo compran de la misma manera. Si se pasaba horas y horas mirando precios por Internet, ¿no preveía que iban a hacer lo propio con usted? Vamos, vamos, ¿cuántas veces se jactó de haber comprado unos zapatos más baratos que nadie y se los calzaba sin pensar que eran sus pies los que no valían tanto? ¿Noches de hotel? ¿Billetes de avión? Sí, da mucha pena reconocerlo, pero cuanto antes lo haga, mucho mejor, usted ha bajado un 30% en este sistema de vasos comunicantes que es el mundo, por eso los inversores se lo piensan 10 veces antes de entregarle un euro. Es que es arriesgado, yo no sé si se lo prestaría, de verdad se lo digo, y antes de que se sulfure piense si usted se lo dejaría a su vecino o a este porquero.

Ley de oferta y demanda, no hay otra y al revés se la explico: el día que usted no necesite el televisor de plasma será el televisor de plasma el que le necesite a usted. Más todavía: la única manera de que usted suba de valor es pudiendo prescindir de la ayuda de los demás. Ya sé que la socialdemocracia y el Estado de bienestar le dicen que alguien vela por todos nosotros, pero yo no me lo creo. Quizás usted no sea un lobo para sus congéneres, pero tiene que admitir que algún par de zapatos compró, de esos tan baratos, y que algunos de los que los cosen van descalzos. Esos valen todavía menos que usted, que usted, que yo y que los demás. Por ahora.

Francesc Serés es escritor.

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