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CRÍTICA / CANCIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La bonhomía es la trama

Drexler es el principal atractivo de su propia propuesta y apenas necesita nada más que una guitarra para comunicarse exitosamente con su público

Era su último concierto en España antes de abordar su gira latinoamericana. No había disco nuevo que presentar, ni noticias que comunicar, pero Jorge Drexler convocó al Coliseum en pleno y ante él desnudó su música y acercó el personaje a una platea arrebolada que le despidió entre suspiros. Las distancias cortas son sus distancias y fijando la mirada en quien le escucha, o haciendo que quien le escucha se sienta directamente mirado, Drexler se movió con absoluta naturalidad, improvisando comentarios, anécdotas y chascarrillos teñidos por una suave ironía, una brisa de familiaridad que al menos en parte explica su éxito. Porque exitoso fue un concierto en el que él solo se hizo con el escenario.

Llámesele como se le llame, la opción de actuar en solitario es una decisión que cada día prolifera más entre los artistas. La penosa marcha del mercado musical, el descenso de ventas tanto de discos, más que notable en todos los casos, como de entradas, en caída libre las últimas temporadas, conducen a muchos artistas a tomar decisiones que los políticos llamarían ajustes. En música, donde también existen los eufemismos, a esto se le llama concierto acústico, familiar, desnudo o desenchufado, y suele consistir en presentar solo al protagonista, sin banda. Los hay que pueden obtener ganancias artísticas con este formato y los hay que naufragan. Drexler es de los primeros, y sin entrar a juzgar las razones por las que esta gira, cerca de una treintena de actuaciones solo en España, la realiza en solitario, lo cierto es que el público apenas echó en falta a su banda. Drexler es el principal atractivo de su propia propuesta y apenas necesita nada más que una guitarra para comunicarse exitosamente con su público.

Abrió con Hermana duda, y hasta la postrer Amar la trama repasó su cancionero desproveyéndolo de casi todos los ropajes. La guitarra, bien acústica o bien eléctrica, centró los argumentos de sus canciones, que parece que solo le necesitan a él para imponer su lógica entre el público, que ya cantaba quedo en Polvo de estrellas, segundo tema de la noche tras unos versos que Drexler afirmó haber difundido por Twiter aquella misma tarde, mientras viajaba en tren hacia Barcelona. La introducción de elementos electrónicos no siempre jugó a favor, pues en Mundo abisal las líneas de bajo retumbaron hasta deshacer el encanto que la canción pudiese tener, situación que también padeció Eco. Mejor fortuna tuvo, ya adentrado en el repertorio, la versión de Deseo, cuyos sonidos incidentales pespuntearon de casualidades sonoras la composición. De igual manera Aquellos tiempos brillaron en un entorno rítmico sintético, sustituido después por los chasquidos de los dedos con los que el público puntuó Los transeúntes.

Jorge Drexler

CANCIÓN. Jorge Drexler
Coliseum
9 mayo 2012

Pero es que Drexler tiene un dominio tal de escena que habría logrado que el público hiciese ritmos hasta con las orejas. El candor y la seducción son sus armas, herramientas de hombre tranquilo que busca el comentario del público, la intervención del fan mediante una petición, un ruego o un piropo. Para muchos artistas esto es jugar con fuego, para él resulta aparentemente fácil, fiado a su capacidad de improvisación, a su sentido del humor, a su bonhomía. Puede convertir en anécdota casi poética lo que en otros sería una muestra de insolente pijerío, por ejemplo afirmar que en la playa perdida y salvaje de Uruguay donde nació remotamente Noctiluca, pieza dedicada a su hijo, dispone de una vivienda donde “resulta muy caro llevar el agua dulce”. O convertir en situación amable y aguda lo que en otro sonaría a procacidad, como es el caso de la ventana de la pensión en la que se alojaba cuando ofrecía sus primeros conciertos en Barcelona, desde la que se veían los lavabos femeninos de un local contiguo. Así, no es de extrañar que buena parte de su repertorio fuese cantado, mascullado por un público a quien espoleaba alejándose del micro.

El concierto ganó muchos enteros al final, pues, en realidad, durante buena parte de su desarrollo apenas tuvo más historia musical que el propio Drexler y su dominio de escena. Estrenó una pieza sin mayor historia, Tres hologramas, y solo cuando se agolparon los éxitos, Me haces bien, Fusión, Salvapantallas y Todo se transforma, se pudo olvidar casi por completo que Drexler no es un cantante superlativo, ni un guitarrista expresivo, ni un compositor excelso, sino solo un artista amable, sentimental, tierno y vulnerable que parece resultar más natural en un escenario que en los rincones más domésticos de su vida.

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