_
_
_
_
_

“No vamos a Bucarest, pero comeremos percebes”

Marian Pereda posaba ayer con una ración de percebes en el bar Okela.
Marian Pereda posaba ayer con una ración de percebes en el bar Okela.LUIS ALBERTO GARCÍA

“No iremos a Bucarest, pero aquí también comeremos percebes”. A Marian Pereda, empleada del bar Okela, ubicado en la calle García Rivero de Bilbao, ayer le tocó trabajar, pero lo hizo con una sonrisa. Una promoción especial del local obsequiaba a los clientes que pidieran una cerveza de una marca determinada con “un platito de percebes”. Ahí es nada. “En el Jumbo llevaban 70 kilos, aquí tenemos 40”, se enorgullecía Pereda, ataviada con una camiseta del exjugador rojiblanco Joseba Etxeberria. Otra foto del deportista recibe a los clientes.

En la barra, un cliente degustaba a mediodía ya su ración de percebes con una gran sonrisa. “Yo ya he empezado”, sonreía cómplice. Cuando lo normal es que haya tres empleados en el bar, ayer el servicio se reforzó con cuatro personas más. Era un día especialmente movido. En tiempo de crisis, parece una jornada caída del cielo, pero Pereda puntualiza: “Esto se paga. Lo que el cliente gasta hoy, no lo hace mañana”.

A Pereda, forofa del Athletic, le tocaron las entradas para la final de Buscarest, pero no podía ir hasta al capital rumana a ver el partido, así que se las cedió a su hijo y un amigo, que se marcharon “encantados” a la capital rumana.

El Ayuntamiento de Bilbao permitió ayer abrir dos horas más de lo habitual un miércoles, pero Pereda no pensaba que fuera necesario apurar hasta el límite el permiso especial. “Hay que dejar descansar a los vecinos”, señalaba mientras servía un zurito.

“Lo que el cliente gasta hoy, no lo hace mañana”, dice la empleada de un bar

Los establecimientos de García Rivero, punto habitual de poteo, vivieron inmersos en un gran ambiente desde primera hora. Todos ellos se unieron para poder disponer de su propia pantalla gigante, con la que los clientes pudieron disfrutar del partido “a lo grande”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Pese a que la jornada de ayer se antojaba larga y dura, el gran ambiente que se respiraba en la capital vizcaína hizo el trabajo más liviano a los empleados de los bares más céntricos de la villa, que no dieron abasto desde varias horas antes del encuentro. Incluso resucitaron las propinas. De hecho, los alrededores de San Mamés estuvieron desbordados desde primera hora de la tarde, al igual que las proximidades de la calle Licenciado Poza.

Capítulo aparte merecen los comercios de la villa, sobre todo panaderías y tiendas de complementos, que también se vieron más concurridas que nunca. “Que no, Iñaki, que ya no quedan ni con rayas ni sin rayas”, gritaba una mujer a su marido por el móvil para convencerle de que las camisetas del Athletic se habían agotado en cualquier punto en que se quisieran buscar. Bufandas, banderines, gorros...la marca Athletic, auténtica o de imitación, se vendieron mejor que nunca.

Hasta los taxis llevaban una banderita en la antena. El furor rojiblanco llegó a todos los rincones de la ciudad... y se comió todo el pan. A última hora de la tarde apenas quedaba alguna barra en supermercados y panaderías. Los bocatas para ir a San Mamés se convirtieron en un bien de primera necesidad. Las consiguientes bebidas, con y sin alcohol, también se despacharon solas. “Llevo sin parar todo el día. Hoy es un buen día para hacer caja, y encima lo haces de buen humor, porque la gente está encantadora”, se felicitaba la responsable de una céntrica tienda de ultramarinos.

Algo parecido pasó con los dulces elaborados ad hoc para la final. Carolinas rojiblancas, balones de chocolate, galletas con forma de camiseta arrasaron entre los más pequeños y no tan pequeños.

No solo el gremio hostelero o el comercial minorista tuvieron más trabajo que nunca durante todo el día de ayer. Policías, bomberos y personal de limpieza municipal se encontraron con miles de personas en la ciudad y una carga extra de tareas y turnos. Y muchas veces, sobre todo en el caso de los agentes, el trabajo había comenzado mucho tiempo antes. La planificación de los diferentes dispositivos se elaboró con mucho tiempo de antelación. Había muchos puntos que atar. “Menos mal que solo es un día”, comentaba con una sonrisa un trabajador de la limpieza en las inmediaciones de la Plaza Moyua.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_